Finalicé aquel texto con esta advertencia: “Que la discusión esté girando en torno a quiénes serán los candidatos presidenciales dice mucho del nivel de nuestro debate y de la incapacidad de los partidos para construir agendas antes que candidaturas. Sólo nos queda a los ciudadanos —sobre todo a quienes tenemos el privilegio de tener un espacio en los medios— elevar el nivel del debate, recuperar la capacidad de escucharnos, intercambiar ideas y pensar más allá de 2024. Si no lo logramos, mucho me temo que nos espera otro sexenio perdido, sea quien sea el próximo presidente".
Es obvio que el nivel de debate no subió en el último año. Por el contrario, la discusión se ha centrado, cada vez más, en quiénes podrían ser los candidatos presidenciales del oficialismo y las oposiciones, y en cuáles son los métodos correctos para elegirlos o designarlos.
Del lado del oficialismo, los simpatizantes y militantes de Morena aseguran que con el método que anunció la dirigencia del partido cualquier riesgo de ruptura queda conjurado. Asimismo, sostienen que el ganador de la encuesta gozará de la legitimidad suficiente para considerarse como el más apto para continuar con el legado del presidente López Obrador.
Del lado de la oposición, los seguidores y los militantes de la coalición PRI-PAN-PRD argumentan que el método de selección de candidato servirá para reunir apoyos sociales y convencer a los votantes indecisos de apoyar a Va por México en 2024. También arguyen que el proceso asegurará que el candidato más competitivo resulte electo, lo que elevará sus posibilidades de vencer a Morena.
Un método servirá para escoger a la persona más capacitada para consolidar una “transformación” y otro para designar a quien “reconstruya” México: los elegidos tendrán en sus manos hacer historia. Así de importante es la encomienda. “¿Quieres un mejor país? ¿Quieres que a partir de 2024 tengamos un gran gobierno? Pues aquí te ofrecemos un gran método para elegir a alguien que te cumpla”. Éste parece ser el mensaje de los partidos.
En toda esta discusión, se echa de menos la propuesta programática de los partidos y los aspirantes. En el año que transcurrió desde la publicación de mi texto a este momento, hubo algunos documentos con esbozos de proyectos de país, como el libro de Marcelo Ebrard, el documento “Que nadie se quede atrás” de Unid@s y algunas otras honrosas excepciones. Se agradece que al menos alguien se tome la molestia de plantear una visión de futuro, pero la mayoría de estos documentos están repletos de lugares comunes.
No soy ingenuo: sé que en este sexenio es muy tarde para las discusiones profundas sobre proyectos de futuro para el país. De aquí a junio de 2024, el proceso electoral acaparará la agenda de los partidos. No hay más.
A estas alturas, ningún aspirante será capaz de proponer un proyecto de país novedoso, original y ambicioso. Los candidatos de ambos bandos tomarán lo que ya existe y le darán un toque personal.
En los medios y los espacios de opinión, es momento de ser autocríticos y reflexionar. Nosotros contribuimos a que la discusión pública se centrara en los métodos de selección y los candidatos, no en los problemas que México seguirá enfrentando después de 2024.