El presidente se encontraba sentado, apacible. Fue entonces cuando le preguntó: “¿Está usted fuerte?”, “¿cómo para qué”, le respondió un confiado secretario. “Como para la Presidencia de la República”, le replicó su jefe. “Sí, lo estoy”, dijo de inmediato el funcionario. El presidente volvió a insistir, como para no tener dudas sobre su elección: “¿Está usted preparado?”. El miembro del gabinete respondió, infalible, que sí, como quien ya anticipaba la pregunta. “Pues prepárese más, porque va a ser usted”.
#Oteador | Sucesión consonante
Así fue el diálogo que sostuvo Miguel de la Madrid Hurtado, entonces secretario de Programación y Presupuesto, con el presidente José López Portillo, en el momento en el que le anunció, en septiembre de 1981, que sería su sucesor.
¿Qué tan diferente es el modelo de sucesión que desarrolla el presidente Andrés Manuel López Obrador respecto de lo que ocurría en tiempos de dominio del PRI? Quizá haya más semejanzas de lo que pudiera pensarse.
Un mito importante en torno de la sucesión presidencial en otros tiempos es la conocida frase de “El que se mueve, no sale en la foto”. Es una idea falsa, por lo menos lo fue durante el proceso sucesorio de 1988.
En sus memorias, publicadas bajo el título de Cambio de rumbo (2004, FCE), Miguel de la Madrid relata que el presidente en turno sólo puede elegir a quien será su continuador de entre quienes “suenan” en los medios, de entre quienes son mencionados por la opinión pública.
“El presidente sólo puede considerar como precandidatos a aquellos que la opinión pública menciona. Por ello, para llegar a ser, hay que haber sonado […] Tal vez por eso lo más significativo para llegar a ser visto como contendiente es considerarse capaz de contender y moverse en consecuencia”, escribió De la Madrid. Es decir, el que no se mueve, no puede ser “corcholata”. La agitación como una acción necesaria para propiciar el destape.
El conocer el nombre del heredero era todo un proceso bien cuidado, un ritual. Resultaba todo un acontecimiento desvelar el nombre del “tapado”. Evidentemente que se trataba de un acto poco transparente y hasta antidemocrático, pero no falto de competencia.
En agosto de 1987 el dirigente nacional del PRI, Jorge de la Vega, anunciaba el resultado de la gira que realizó por todo el país con el objetivo de “conocer la voluntad de las bases”, como bien lo relató por aquellos días en su crónica José Comas para el diario El País.
Hubo entonces seis “merecedores” de la precandidatura, seis personajes que tuvieron que alentar su posicionamiento, llamar la atención de los medios por sus discursos, buscar el respaldo de los sectores del priismo, destacar más su imagen positiva y tratar de cambiar la mala percepción sobre ellos. En una palabra, quienes movieron su “aparato político y publicitario”.
Las “corcholatas” en 1987 fueron: Manuel Bartlett, secretario de Gobernación; Carlos Salinas de Gortari, secretario de Programación y Presupuesto; Alfredo del Mazo, secretario de Energía y Minas, y Miguel González Avelar, secretario de Educación Pública. Eran los que más “sonaban”.
Dos más se agregaron a la lista de aspirantes, aunque sin posibilidades reales de lograr la nominación: Ramón Aguirre Velázquez, jefe del Departamento del entonces Distrito Federal y Sergio García Ramírez, procurador general de la República. Una lucha entre seis, como hoy; en la que para el presidente hay dos más fuertes… también como hoy.
¿Será que se equivocan quienes ahora mismo ven una muy adelantada disputa por la sucesión presidencial? Si nos atenemos a la parte formal, es verdad: estamos en tiempos de pre-precampañas. Pero de manera informal, quizá sean los mismos tiempos que los que se marcaban durante el predominio priista.
¿La sucesión de López Obrador se adelantó como nunca? Escribió De la Madrid: “el proceso sucesorio tiene lugar entre el cuarto y el quinto informe de gobierno; en este caso, entre septiembre de 1986 y septiembre de 1987”. Un año 10 meses antes de la elección del miércoles 6 de julio de 1988. Asonancia.
¿Debería preocuparnos que la actual sucesión presidencial comparta rasgos tan importantes con los procesos y rituales del viejo priismo? Habrá que buscar las diferencias, porque de otra manera compartiría también los calificativos de opaca y antidemocrática.
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Nota del editor: Javier Rosiles Salas ( @Javier_Rosiles ) es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental.
Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.