El triunfo de este domingo de la candidata de Morena a la gubernatura del Estado de México, Delfina Gómez Álvarez, es histórico: termina con 94 años de gobiernos ininterrumpidos del PRI en la entidad. Pero también tiene un significado especial: representa la decadencia del Grupo Atlacomulco y el encumbramiento del Grupo Texcoco.
#Oteador | ¿Delfina en 2030?
¿Podría ser Gómez Álvarez la candidata presidencial de Morena en 2030? Falta mucho por demostrar, por hacer y por soportar, pero no cabe duda de que el Estado de México es una plataforma excepcional para construir un proyecto presidencial por los múltiples recursos que ofrece.
La carrera política de la próxima gobernadora mexiquense ha sido meteórica: pasó de ser maestra frente a grupos de educación básica en escuelas de Chiconcuac y Texcoco, a presidenta de este último municipio, postulada por el PT y Movimiento Ciudadano.
Su ascenso político ha sido frenético: interrumpiendo frecuentemente su desempeño en los cargos que ocupó. Antes de terminar su periodo de gobierno como alcaldesa, pidió licencia para convertirse en diputada federal. Poco más de un año después abandonó sus labores legislativas para participar, por primera vez, como candidata a la gubernatura en 2017, elección que perdió frente a Alfredo del Mazo por apenas 169,167 votos, el 2.78% de la votación.
Tras la derrota, regresó a su curul para trocarla por un escaño. Se convirtió en senadora durante la LXIV Legislatura, como resultado de los comicios de 2018. Apenas dos meses de iniciados los trabajos legislativos, pidió licencia para convertirse en superdelegada del gobierno federal, lo que le permitió coordinar los “programas para el desarrollo” en su entidad.
En la mañanera del 21 de diciembre de 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que Gómez Álvarez sería la próxima secretaria de Educación Pública, en sustitución de Esteban Moctezuma Barragán, quien se convertiría en el embajador de México en Estados Unidos.
Hoy la maestra Delfina se convierte, en los hechos, en gobernadora electa de la entidad más poblada del país, lo que la sitúa, casi automáticamente, como uno de los referentes más importantes del actual partido en el poder federal, Morena.
El resultado que logra no es menor. En 2005 Enrique Peña Nieto (PRI, PVEM) ganó con el 47.5% de los votos; Eruviel Ávila Villegas (PRI, PVEM, Panal) logró 64% en 2011, y Alfredo del Mazo Maza (PRI, PVEM, PES, Panal) se convirtió en gobernador con apenas el 33.7%. Gómez Álvarez, de acuerdo con la información disponible, ganó con entre el 52.1% y el 54.2% de los sufragios frente a los entre 43% y 45.2% de Alejandra del Moral.
Pero Gómez Álvarez no llega sola, va acompañada de dos personajes: Horacio Duarte e Higinio Martínez. El primero fue subsecretario de Empleo en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y luego titular de la Administración General de Aduanas; Martínez, por su parte, ha sido tres veces diputado local, dos veces senador y dos veces presidente municipal de Texcoco, después de que en 1993 se proclamó como el candidato ganador, pero no le fue reconocido el triunfo: 2003-2006 y 2015-2018.
Se trata de una triada que constituye el núcleo de un emergente Grupo Texcoco, el cual parece afianzarse con los resultados electorales favorables de este domingo. Quizá por eso un gozoso Higinio Martínez escribía en Twitter: “¡Estoy seguro de que #Texcoco volverá a ser noticia nacional e internacional este día!”.
Sin embargo, nadie debe confundirse: el de Delfina no es un triunfo armonioso hacia el interior de Morena. El desafío está en que los tres que se ganaron el gran premio de este domingo (Gómez, Martínez y Duarte) logren, primero, concertar sus intereses y amalgamar, después, una alianza con las diversas estructuras territoriales y liderazgos que pueblan todos y cada uno de los 125 municipios que integran el estado.
El mítico Grupo Atlacomulco fue impulsado por “el profesor” Carlos Hank González, ahora “la maestra” Delfina Gómez, soportada en su bastión texcocano, podría estar inaugurando un grupo de poder que trascienda más allá de su ejercicio como gobernadora. Que su fuerza e influencia sea luenga o fugaz será, necesariamente, sintomático de la lozanía que goce (o no) el partido que hoy la abandera.
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Nota del editor: Javier Rosiles Salas es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental.
Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.