Los problemas de la CDMX no solo no han sido abordados, sino que se han desbordado desde 2018. Logro no menor, dada la pésima conducción que tuvo Mancera el sexenio pasado. Basta con ver las vialidades deshechas, el transporte público colapsado, la inseguridad generalizada, la crisis de infraestructura y agua, entre muchos otros legados de la hoy suspirante.
A nivel estatal, no hay mucha diferencia en estados como Tlaxcala, Campeche, Guerrero, y un largo etcétera. Claro, la ineficiencia no es por el género; más bien pareciera ser el signo de la 4T.
Estamos ya en la carrera por 2024. No solo es la presidencia, es el Congreso de la Unión, son 31 congresos locales, nueve gubernaturas relevantes y más de la mitad de los municipios del país.
Para la carrera presidencial, la más visible, entre los cuatro suspirantes de la 4T ha tenido gran atención la ex Jefa de Gobierno. Se le ve no solo protegida del presidente, sino absolutamente sumisa, sin personalidad política propia.
En este contexto, es fundamental preguntarnos como sociedad. ¿Realmente esto es lo que buscamos para el país en materia de inclusión de género? ¿En verdad la 4T está beneficiando, o al menos representando, a las mujeres de México? ¿O es un juego más para el presidente?
Mujer por mujer no puede ser el criterio, porque entonces se vuelve un mero acto estético para tratar de quedar bien públicamente. Literalmente, para “taparle el ojo al macho”.
La 4T quiere hacer creer que es incluyente, cuando sólo han puesto mujeres de adorno para mantener control. Algo, por cierto, que el presidente hace con cualquier funcionario.
Pero la presidencia es demasiado relevante como para tener este juego. Hoy se discute si México está preparado para una mujer presidenta. ¡Por supuesto que sí! Pero, ¿solo por eso debe llegar cualquier mujer, independientemente de sus credenciales?
Claro que hay mujeres capaces, aptas para la Presidencia de la República. No pareciera ser la ex Jefa de Gobierno la idónea. Su récord en la Ciudad nos obliga a pensar cómo conduciría el país, de ser elegida la candidata oficial; algo de lo que, dada la misoginia del presidente, aún hay grandes dudas.
En temas tan delicados como lo es gobernar, no se trata de mujer por mujer ni de hombre por hombre. Lo hemos visto repetidamente con los últimos, al menos, cuatro presidentes.