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La alianza en su laberinto

Más allá de los defectos de sus dirigencias, es necesario reconocer objetivamente la difícil situación por la que atraviesan las oposiciones hoy en México.
mar 27 junio 2023 11:59 PM
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Los partidos PAN, PRI, PRD y 250 organizaciones ciudadanas acordaron ir juntos en 2024, conformando así el Frente Amplio Opositor.

Al fin se dio a conocer el método mediante el cual PAN, PRI y PRD definirán su candidatura presidencial. Primero, cada aspirante tendrá que reunir 150,000 firmas que lo respalden, mismas que servirán para crear un padrón a través de una plataforma electrónica; segundo, quienes hayan conseguido esa cantidad de firmas participarán en una serie de foros para exponer y debatir sus ideas; tercero, se levantarán varias encuestas para determinar quiénes son los tres más competitivos; y, para concluir, esos finalistas competirán en una consulta directa entre quienes formen parte del padrón. Una suerte de pseudo-INE, integrado por representantes tanto de sociedad civil como de los partidos políticos, se encargará de monitorear y validar el proceso.

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Al igual que con el método adoptado por la coalición oficialista, con el de la alianza opositora quedan muchas dudas relativas a la legalidad del ejercicio, al financiamiento y a la fiscalización, a las reglas e instancias para gestionar conflictos, en fin, a multitud de aspectos normativos y logísticos que serán cruciales para darle credibilidad al resultado. Sabemos, eso sí, que al desplegar este esfuerzo la alianza acepta caminar al ritmo que ha impuesto el obradorismo. Aunque da la impresión de ser una propuesta todavía a medio cocinar, ese defecto no impidió ya salir a anunciarla. La urgencia es evidente. La expectativa parece ser que avanzando la carreta se irán acomodando las calabazas.

En otros momentos he criticado la pequeñez de las dirigencias que integran la alianza, su abultada acumulación de fracasos, su incapacidad para estar a la altura del desafío que enfrentan. Sigo pensando que Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano actúan más como administradores de su supervivencia política que como líderes de una indispensable renovación que, si tuviera éxito, probablemente los terminaría haciendo a un lado. No son ni han sido nunca héroes de conquista, el problema es que tampoco son eso que Hans Magnus Enzenberger llamaba “héroes de la retirada” . Con todo, más allá de los déficits personales de sus dirigentes, es necesario reconocer objetivamente la difícil situación por la que atraviesan las oposiciones hoy en México.

Por un lado, está la fuerza del oficialismo. La coalición obradorista tiene en el presidente a un líder indisputado con una aprobación que se ubica entre 60 (Reforma) y 65% (Buendía y Márquez). Morena es el partido que goza de un balance de opinión (i.e., positiva menos negativa) más benévolo: de +30 (Reforma) a +54 (Buendía y Márquez). Su porcentaje de intención de voto efectivo para la próxima elección presidencial, además, es el más alto, entre 49 (Reforma) y 51% (Buendía y Márquez). Junto con sus aliados, PT y PVEM, en 2024 gobernará un total de 23 entidades federativas que concentra el 72% del padrón electoral. Finalmente, tiene a su favor el poder, los programas sociales y la plataforma del gobierno de la república, así como la inercia de un proceso sucesorio en el que, desde un inicio, ha llevado mano.

Por el otro lado, está la debilidad de la alianza opositora. Carece de un liderazgo unificado que la dote de cohesión e identidad. La base electoral de la que parte, es decir, quienes desaprueban la gestión de López Obrador, oscila entre el 26 (Buendía y Márquez) y el 39% (Reforma). Su balance de opinión es sumamente adverso: el PRI tiene entre -27 (Buendía y Laredo) y -46 (Reforma); el PAN, entre -11 (Buendía y Laredo) y -27 (Reforma); el PRD, entre -14 (Buendía y Laredo) y -34 (Reforma). Su porcentaje de intención de voto efectivo para la próxima elección presidencial luce, por decir lo menos, rezagado: el PAN tiene entre 17 (Buendía y Márquez) y 20% (Reforma); el PRI, entre 15 (Buendía y Márquez) y 17% (Reforma); y el PRD, entre 2 (Reforma) y 4% (Buendía y Laredo). PAN y PRI gobiernan solo en 7 entidades –el PRD ya no gobierna en ningún estado– que equivalen al 17% del padrón electoral. Por último, su viabilidad depende de que los acuerdos entre sus dirigencias se traduzcan en un comportamiento coordinado de sus votantes, un supuesto demasiado simple para un electorado muy complejo.

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Entiendo que el método es producto de negociaciones a distintas bandas entre múltiples intereses, que su relativa extravagancia es fruto de la necesidad de mantener ciertos controles y conjurar distintos riesgos. Me pregunto, sin embargo, si de tanto embrollo y apremio podrá surgir una candidatura realmente eficaz. “A los que corren deprisa en un laberinto”, decía Séneca, “su propia velocidad los confunde”.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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