Ya se ha escrito y debatido mucho sobre las enseñanzas que dejan el par de eventos, que sin duda son la antesala de la elección presidencial del 2024.
Dejemos entonces en claro que Morena se sigue posicionando como el “partidazo” del siglo XXI. Ni el PRI en sus mejores tiempos gobernaba por estados a 92 millones de habitantes, como lo hará el partido creado por y para Andrés Manuel López Obrador.
La aplanadora de la alianza conformada por Morena, PT y el Verde en el Estado de México logró sacar a patadas al eterno priismo mexiquense, que reinaba tras 94 años de hegemonía.
La combinación de un agachado gobernador, Alfredo Del Mazo, entregado al presidente -quizá por temor-; las pésimas y fracasadas dirigencias de Alito Moreno (PRI) y Marko Cortés (PAN); la paupérrima realidad del PRD -que se quedó sin registro-; la efectiva -e hipócrita- operación de Movimiento Ciudadano; el apoyo desaforado desde la Ciudad de México y la intervención absoluta del gobierno federal, lograron el tan ansiado triunfo en el estado con mayor padrón electoral.
Los dirigentes de Va X México no saben cómo justificar la tremenda sacudida que les dieron, a pesar de tener una gran candidata como lo fue Alejandra del Moral.
Por otra parte, lo ocurrido en Coahuila desnudó el verdadero rostro de un Morena como partido político abandonado.
Pero antes de ahondar en el tema del estado norteño, es importante explicar que el partido morenista fue creado con la clara intención de llevar a AMLO a la silla presidencial. Un gran logro que quedará registrado en la historia moderna de nuestra flaca democracia. Sin embargo, se ha demostrado que sin la participación directa del tabasqueño, Morena es simple, y llanamente, un cascarón.
¿Empate técnico?
Ahora sí, adentrémonos en las profundas aguas de los datos que arroja la elección más inicua de los últimos tiempos. Cuando el priista Manolo Jiménez despedazó a su más “cercano” rival, el senador Armando Guadiana.
La semana pasada reflexionábamos que Coahuila es parte del eje norteño opositor a la autollamada 4T, junto a Chihuahua, Durango y Nuevo León. Pero el hecho de que Jiménez cerrara con 56.93% de los votos es una poderosa evidencia de que la autollamada 4T -con un ridículo 21.5%- es francamente detestada en aquel estado fronterizo.
La diferencia de votos que logró el PRI -sin ayuda del PAN y PRD- le dio una bocanada de aire fresco a la alianza opositora nacional, pues si las elecciones nacionales hubieran sido solo en esos dos estados de la República, habría casi un empate.
Morena registró 3,548,410 votos, mientras que la alianza obtuvo 3,494,061. Una diferencia de tan solo 1.5%.
Ambas contiendas tienen a sus vencedores. Pero extrañamente esos mismos ganadores tienen en sus presidentes de partido a grandes perdedores.
Mientras la maestra Delfina festejaba, evitaba a toda costa mencionar a Mario Delgado.
En la rueda de prensa donde Manolo Jiménez agradecía el voto de los coahuilenses, pidió que no estuviera presente Alito Moreno, quien tuvo que ver la transmisión en un cuarto contiguo; esto evidenciado en sus propias redes sociales.
Es aquí cuando la reflexión más grande rumbo al 2024 retumba en los malogrados y aborrecidos liderazgos en los partidos políticos.