Pero el término perdió fuerza cuando un contencioso López Obrador, identificado con el socialismo latinoamericano, se aliaba a un flagrante conservador republicano, Donald Trump. Ambos, con tintes ideológicos totalmente contrarios y pertenecientes a espectros contrarios en tableros políticos. Sin embargo, a estos dos los unió aquella mitología de que “dos polos contrarios se atraen”.
La -sincera- amistad entre Andrés Manuel y Donald Trump se convirtió en la más grande extrañeza que sufrieron aquellos que votaron por el morenista -quien en ocasiones decía ser admirador del ateo “Che” Guevara y, al otro día, presumir ser cristiano y fiel seguidor de Jesucristo-.
No había manera de defender tan desconcertante alianza con el hombre que más ha buscado desprestigiar el honor de nuestra patria y la de nuestros paisanos en tierras estadounidenses.
Aún así, los seguidores del tabasqueño siguieron firmes en apoyarlo y aceptar una “maroma” más. Una fallida alianza que nos ha costado ser el tercer país seguro de Estados Unidos, provocando una crisis migratoria que no se había vivido nunca y que tiende a agravarse mucho más en la frontera.
Dos posturas tan radicales, que parecían nunca poder congeniar, terminaron uniéndose por una sola razón: el hambre de la aprobación y los votos.
Pero del fracaso electoral de Donald Trump en 2020 al perder la reelección, los vientos han cambiado a su favor. El desencanto popular por la fallida gestión de Joe Biden tienen al magnate en el primer lugar de las encuestas, solo tiene que superar las internas y así convertirse en el contendiente a vencer.
Pero esos vientos que apoyan el regreso del excéntrico neoyorquino tienen que ver con una radicalización del discurso conservador de derecha en Estados Unidos contra la poderosa campaña a favor del aborto y otras polémicas originadas por el llamado movimiento “woke”.
Los movimientos sociales que recientemente han estallado en aquel país se han centrado en empoderar a algunas minorías. Principalmente campaña feministas, de afroamericanos y a favor del colectivo LGBTTI, las cuales registran avances significativos a tal grado que han logrado llevar sus banderas a los deportes profesionales, Hollywood, publicaciones en libros de texto públicos, la prohibición de orar en escuelas públicas y otras estrategias que efectivamente están en todos los aparadores, discusiones y medios gringos.
¿Extremismo o ideología?
La considerada cultura “woke” o “progre” comenzó como una lucha de razas y clases, para ahora convertirse en una pelea de géneros y orientaciones sexuales. Para algunos opositores, ha rayado en el extremismo y la intolerancia.
Dichos grupos critican, por ejemplo, que el movimiento Drag Queen Story Hour (DQSH por sus siglas en inglés) -una actividad donde personas drag leen cuentos a niños con la intención de normalizar la diversidad en espacios públicos- busquen “atacar” a las nuevas generaciones, a fin de promover su ideología de “igualdad”.
En México, el pasado 30 de abril, dicha organización realizó algunas lecturas públicas para “celebrar” el Día del Niño.
Una de las voces que se levantó álgidamente fue de la senadora Lilly Téllez -quien aparece como una de las contendientes por la candidatura a la presidencia por parte de la oposición en 2024-.