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No podía saberse

La frase la usan para burlarse de las personas que votaron por el actual mandatario y hoy se arrepienten, lo cuestionan y lo critican.
mié 29 marzo 2023 06:00 AM
President Lopez Obrador Daily Briefing
Si se entiende el triunfo abrumador de López Obrador en 2018, también es fácil comprender por qué tantos de sus votantes se han decepcionado de él. No ha cumplido con su programa ni con sus promesas. Los resultados están a la vista, apunta Jacques Coste.

“No podía saberse” es una frase que escuchamos comúnmente entre los más férreos opositores al presidente López Obrador. Con ella, quieren decir que ellos supieron desde un principio el rumbo que tomaría el gobierno obradorista: que presentaría pulsiones autoritarias, que no respetaría la Constitución y que sería ineficiente.

La usan para burlarse de las personas que votaron por el actual mandatario y hoy se arrepienten, lo cuestionan y lo critican. También la utilizan para ridiculizar a quienes son cautos o balanceados en sus análisis, pues para ellos quien no evalúa al presidente como un autócrata empedernido es un ingenuo o un timorato.

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La recitan con arrogancia, como diciendo: “Yo supe todo desde un principio. Yo sí fui capaz de leer a este gobierno. Ustedes no. Era obvio el rumbo que iba a tomar. Fueron ilusos quienes esperaban otra cosa. Fueron crédulos quienes pensaron que un cambio profundo en el sistema político mexicano era posible”.

Yo puedo confesar, sin recato alguno, que iba a votar por Andrés Manuel López Obrador en 2018. Un mes antes de la elección, cambié mi decisión, pues me decepcionó su ridículo papel en los debates y encontré poco convincentes sus propuestas para atender la atroz violencia que desgarra a nuestro país. Al final, voté por Ricardo Anaya de manera poco convencida y resignada.

No obstante, puedo comprender perfectamente a quienes votaron por López Obrador. El primer sexenio del PAN, encabezado por Vicente Fox, se quedó muy corto respecto a las expectativas que produjo en materia de conquistas democráticas, justicia transicional, derechos humanos y cambios en la cultura política mexicana. El segundo gobierno panista, liderado por Felipe Calderón, dejó tras de sí una estela de muerte, desapariciones, violencia y destrucción. El regreso del PRI a la presidencia, con Enrique Peña Nieto, fue groseramente corrupto e indiferente ante el dolor social. Si el PRI y el PAN desilusionaron por igual, ¿por qué no buscar un cambio?

Quienes se entusiasmaron con López Obrador en 2018 estaban en su derecho de hacerlo. En ese momento, era un opositor férreo, que basó su carrera política en los señalamientos de la corrupción y los vicios del sistema político mexicano, en la denuncia de los vínculos entre el poder político y el poder económico, y en el reconocimiento de la tremenda injusticia que caracteriza al orden social de nuestro país. Si querían un cambio, era casi una operación lógica votar por él.

Es cierto: desde entonces, López Obrador mostraba su intolerancia frente a la crítica, su vocación antipluralista, su bajísimo nivel al participar en el debate público, su disposición para aliarse con actores políticos deplorables con tal de ganar votos (como lo hizo con el PES en aquella elección) y el añejamiento de sus ideas. Con todo, representaba el cambio y las opciones frente a las que compitió eran francamente inviables para un momento como ése: un tecnócrata encumbrado y un “joven maravilla” de un panismo desacreditado, el uno como el otro indolentes ante la realidad social mexicana.

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Si a esto le sumamos que López Obrador llevaba lustros recorriendo el país y era el único candidato que veía, comprendía y ofrecía algo a las clases populares, entonces no resulta complicado entender por qué arrasó en 2018.

Pues bien, si se entiende el triunfo abrumador de López Obrador, también es fácil comprender por qué tantos de sus votantes se han decepcionado de él. No ha cumplido con su programa ni con sus promesas. Los resultados están a la vista. No ha habido avances sustantivos en el combate a la pobreza, la corrupción o la inseguridad. Los sistemas educativo y de salud han empeorado significativamente (y eso que ya eran precarios). Los militares, que supuestamente regresarían a sus cuarteles, están más empoderados que nunca.

Aquí vuelvo al “no podía saberse”. Esa frase resulta tan chocante porque niega la posibilidad —que todos los ciudadanos deberían tener en una democracia— de equivocarse y enmendar su error. Para no ir más lejos, Biden no hubiese ganado sin los votantes que eligieron a Trump en 2016, luego se arrepintieron y decidieron echarlo de la Casa Blanca en 2020.

Además, muchos de quienes enarbolan esa frase son aquellos que, en su momento, encumbraron al régimen de la transición e impulsaron el viraje neoliberal, procesos políticos interconectados que ya vimos cómo terminaron —en la precariedad, la violencia y la corrupción— y que fueron los que derivaron en el ascenso al poder de López Obrador, a quien tanto detestan. Por tanto, el “no podía saberse” es también una forma de evadir sus responsabilidades y alejarse de cualquier ejercicio de reflexión y autocrítica.

Por último, el “no podía saberse” aleja a los votantes potenciales de los partidos de oposición. ¿Qué incentivos tiene un obradorista desencantado para votar por una oposición que le pide que se arrepienta en público y que rinda cuentas, al tiempo que lo ridiculiza y lo tilda de ingenuo?

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Nota del editor: Jacques Coste (Twitter: @jacquescoste94) es historiador y autor del libro ‘Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica’, que se publicó en enero de 2022, bajo el sello editorial del Instituto Mora y Tirant Lo Blanch. También realiza actividades de consultoría en materia de análisis político. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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