No hay delito ni falta; no hay ofensa que se corresponda con el grado de violencia que en el sistema de naciones se ha desatado contra ellos y ellas: el levantamiento de bardas, concertinas, sistemas de detección inteligentes; barcos, policías cada vez mejor equipados y preparados para repeler a presuntos criminales, no para atender desde una visión solidaria y humana a personas en situación crítica.
La represión, la criminalización, la contención fronteriza y el esfuerzo evidente por desdibujar a las figuras de protección como el refugio, son acciones que se han armonizado en todo el mundo. Ya no importa si son naciones de origen, tránsito o recepción. Las políticas represivas se están democratizando en todo el mundo, sea por presiones económicas, militares o por la dependencia que guardan las naciones pobres.
Existe una gradual pero incesante convergencia global de las estrategias de rechazo a las y los migrantes y esto por supuesto está elevando el costo en vidas humanas: la vergüenza del Mediterráneo; el Golfo de Adén, el Darién, el Sahara o las fronteras de México son evidencia de una persistente muerte de seres humanos en las decenas de rutas migratorias en el mundo. Ciudad Juárez apenas es una simple manifestación de una estrategia global en contra de las poblaciones migrantes.
En el caso de la tragedia de Juárez existe un agravante, esto es, la forma en que se ha tratado de atender la muerte de estas 40 personas. No hay evidencia de un trato humano, solo una estrategia de control de daños, o, dicho de otra forma, la visión es política, que los hechos no afecten la imagen de los candidatos a la presidencia de México del próximo año. Otra estrategia, igualmente lamentable es trazar el evento como un acto de responsabilidad de un migrante, de funcionarios del Instituto Nacional de Migración y de custodios de una empresa privada a la que inexplicablemente se le concedió la gestión de este espacio, que requería de personal capacitado, certificado, altamente formado en la gestión de crisis dada la complejidad en la atención de seres humanos que tienen en sus espaldas graves traumas y tensiones.