El presidente López Obrador escogió marzo para dejar claras sus preferencias electorales y eliminar a dos corcholatas de la precandidatura presidencial de Morena para el 2024. Su rechazo a los comisionados del INAI y la revelación de su convicción de que una personal leal y con el ADN de la Cuarta Transformación (4T) lo reemplazará, fueron interpretados como duros golpes a las aspiraciones de Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard.
#ColumnaInvitada | La muerte de dos corcholatas
Ricardo Monreal es la corcholata más alejada de López Obrador. La forma en que el presidente objetó el nombramiento de los dos comisionados del INAI por parte del Senado, puso de manifiesto que, más allá del procedimiento, cuestionaba la gestión de Monreal. La objeción se dio nueve días después de que, en su conferencia mañanera, pidieran a AMLO su opinión sobre las compras que hizo el Senado de un libro de Monreal, supuestamente a 2,000 pesos el ejemplar, y de la designación de Rafael Luna Alviso, excolaborador de Monreal en la Delegación Cuauhtémoc, como comisionado del INAI, a pesar de ser uno de los candidatos peor evaluados de entre 48 posibles. Si alguien tenía duda de que Monreal había caído de la gracia del presidente, en marzo, López Obrador la despejó.
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Lo mismo pasó con Ebrard. El 18, el presidente aprovechó su discurso de aniversario de la expropiación petrolera, y la marcha de apoyo a su gobierno, para describir a su sucesor y abollar el lanzamiento del libro de Marcelo Ebrard, El camino de México, que haría dos días después, con el que el Canciller deseaba dar forma a su candidatura presidencial. El presidente equiparó su sucesión con la del General Lázaro Cárdenas y afirmó que éste sacrificó la continuidad del espíritu revolucionario, personificado por su favorito, Francisco J. Múgica, al inclinarse por Manuel Ávila Camacho, un candidato menos radical y más afín a grupos “conservadores” y a Estados Unidos. López Obrador dejó en claro que la 4T no cometería ese error, que la continuidad de su proyecto estaba asegurada y que no aceptaría zigzagueos.
Las palabras del presidente se interpretaron como un espaldarazo a Claudia Sheinbaum y una descalificación de Marcelo Ebrard, a quien un columnista describió como el “Ávila Camacho de la 4T”.
En este escenario, vale la pena contrastar tres temas de los precandidatos Monreal y Ebrard: mensaje, recursos y tiempos de definición.
1. Distancia de López Obrador
Monreal y Ebrard han definido temas que contrastan con el discurso presidencial. Monreal es el conciliador que construye consensos, enfatiza la unidad de los mexicanos y rechaza el divisionismo. Por su parte, Ebrard hace un llamado a edificar un país con clase media mayoritaria, que contrasta con la mofa presidencial de la clase media ‘aspiracionista’ que expresa el conservadurismo más peligroso. Más allá del mensaje, Ebrard pareció marcar aún mayor distancia de AMLO al invitar a la presentación de su libro a personalidades críticas del presidente como Elena Poniatowska y Ricardo Raphael.
2. Piso parejo
Para Ebrard y Monreal es evidente que las posiciones que ocupan son poco propicias para mantener un perfil mediático suficientemente alto a nivel nacional que les permita aumentar sus preferencias electorales. Aunque tengan acceso a recursos de aliados, gobiernos estatales y beneficiarios de sus decisiones, saben que mientras que Claudia Sheinbaum tenga acceso al presupuesto de la Ciudad de México, se esfuman sus posibilidades de que la encuesta de Morena para la candidatura presidencial les favorezca.
3. Los tiempos no son de Dios
Monreal y Ebrard tienen que decidir pronto si piensan dedicar todos sus esfuerzos a recorrer el país de manera más agresiva para mejorar su posicionamiento y presionar a Sheinbaum a dejar su puesto. De los dos, Monreal es el más vulnerable porque no puede dejar de depender de los recursos del Senado, y los ataques del presidente lo hacen más propenso a doblegarse. En cambio, Ebrard cuenta con buena interlocución con la iniciativa privada y tendrá que decidir pronto si la Cancillería es suficiente para hacer una campaña que evite que Sheinbaum se separe lo suficiente como para robarle la candidatura presidencial, ahora sí, por última vez. Ebrard habrá de definir si es amanecer o crepúsculo, lo que se cierne sobre él.
Aunque el presidente desea mantener la unidad de los precandidatos y mantener a todos en su lugar hasta la definición final de Morena, sus acciones de marzo despejaron el panorama de su juego sucesorio. A pesar de su mensaje de unidad, aparentemente neutro, López Obrador ha presionado a Ebrard y Monreal a definirse porque, como suele decir, la ancheta es muy angosta.
Desafortunadamente para Monreal, el presidente ya lo definió como traidor de la 4T. En cambio, la supervivencia de Ebrard depende de que, en oposición a la continuidad de Sheinbaum, pueda presentarse como un político que comande la evolución de la cuarta transformación y represente el cambio en la continuidad, sin ser tachado de conservador. Al final, su éxito dependerá de que López Obrador se lo trague.
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Nota del editor: Antonio Ocaranza Fernández es CEO de OCA Reputación. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.