Finalmente, familiares y simpatizantes de militares que han caído presos por la comisión de presuntos delitos o fallas en medio de sus labores de seguridad pública salieron a protestar el fin de semana.
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Cometeríamos un error si observamos estos hechos de manera aislada. En conjunto, estas noticias arrojan luz sobre los peligros que la militarización y el militarismo significan para la estabilidad de la República.
Estamos frente a un escenario preocupante. De un lado, tenemos a unas Fuerzas Armadas que realizan cada vez más labores ajenas a la seguridad nacional y la defensa de la soberanía y el territorio. Del otro, observamos a un Estado cada vez más dependiente de los cuerpos castrenses para cumplir con sus obligaciones más elementales.
En un tercer frente, vemos a una sociedad que se siente más segura con la presencia del Ejército en las calles que sin ella. Pese a esa sensación de seguridad, la población está expuesta a la violencia y las violaciones a derechos humanos cometidas al fragor del “combate” al crimen organizado.
Este escenario no es bueno para nadie: no lo es para las Fuerzas Armadas, tampoco para el Estado y menos para la sociedad.
He hablado con algunos elementos retirados y con periodistas cercanos a la fuente militar. Lo que me cuentan es que dentro de distintos sectores de las Fuerzas Armadas existe el temor de que los cuerpos castrenses se están “desnaturalizando”.
Les preocupa que, con el engrosamiento de las funciones gubernamentales que realizan, los militares están desviando el foco de sus principales propósitos: la defensa de la soberanía y el territorio, y el resguardo de la seguridad nacional.
Muchos militares opinan que esto podría poner en riesgo el cumplimiento y la transmisión de su doctrina, abrir espacios para la corrupción, favorecer el desgaste de la excelente reputación social de los cuerpos castrenses e incentivar la politización de las Fuerzas Armadas. De hecho, esto último ya está ocurriendo: lo vimos con el cabildeo de la “reforma militarista” del año pasado y lo acabamos de observar con la marcha de familiares y simpatizantes de militares presos.