Afortunadamente el ciclo parece ya estar cerrándose ante la evidencia del caos que generan y la ausencia de resultados. Así lo vimos en Brasil y, sin embargo, hay un ingrediente de polarización y división que no se puede eliminar tan fácilmente porque alimentó un odio muy peligroso entre la población, mismo que amenaza con no olvidarse o resolverse tan rápidamente. Ese riesgo es muy visible en los Estados Unidos y tristemente también en México. Es un problema real que requiere urgente atención y definiciones de cambio. Una herida abierta que no será sencillo cicatrizar.
En cuanto a temas estructurales está claro que aunque el discurso populista es carente de impacto en cuanto a resolver los problemas de fondo, es eficaz en explotar la existencia de carencias entre sectores desprotegidos de la población para despertar la esperanza de que estos políticos finalmente resolverán los problemas y las diferencias. El engaño es brutal porque como no se tiene mesura en mentir, las limitaciones siempre son culpa de alguien más, y no hay responsabilidad por las acciones, el coctel es una garantía de que las condiciones de la población no podrán mejorar en forma alguna.
De hecho, es la garantía de que no haya movilidad o evolución social la que permite tristemente la continuidad en el tiempo de estas fórmulas de gobierno al tener sectores poblacionales que se vuelven adictos y dependientes de programas asistenciales. Un ciclo perverso en que el dinero fluye, pero con la condición de que no sea para mejorar, sino para ser súbditos incondicionales de la clase gobernante autoritaria.
Este ejercicio se puede prolongar en el tiempo y generar trastornos de largo plazo. El mejor ejemplo de ello es Argentina, un país que hace un siglo estuvo en la antesala de ser una de las grandes potencias económicas del mundo y que justo terminando la Segunda Guerra Mundial cayó víctima de uno de estos iluminados y se engendró un sistema social auto-complaciente y de deterioro del que hoy a más de 80 años no se han logrado desatar. El peronismo es el ejemplo que no queremos repetir y que, sin embargo, hoy en México es la ambición más grande de quien gobierna. El riesgo no es convertirnos en Venezuela, sino en Argentina. Una pesadilla sin fin.
A pesar de que: pertenecemos a la zona económica de mayor potencial en el mundo (Norteamérica), tenemos los instrumentos comerciales para despegar económicamente, la coyuntura de suministro global nos señala como el gran destino de posibles reubicaciones industriales, y contamos con las condiciones para ser un socio confiable (con capacidades en temas de infraestructura, energía, sustentabilidad, demografía, etc.), al gobierno en turno no le interesa nada de ello porque contra el sentido común y de solidaridad social, esa luz en el túnel significa en sus acotadas mentes la extinción de su vida política. Ellos quieren que el retraso sea permanente y estructural como una forma de garantizar su permanencia.
En fechas recientes han confesado sus perversas intenciones al indicar que si la clase pauperizada logra evolucionar, entonces se les olvida su condición previa y dejan de ser aliados políticos. Entonces los quieren pobres y hambrientos, al más viejo estilo de los gobiernos totalitarios depredadores de libertades.
Y por eso nos toca actuar a quienes sí queremos a México. A quienes sí vemos la posibilidad de resolver los problemas de los rezagos sociales y nos ocupa hacer que eso cambie muy pronto. Y sin duda es posible, pero tenemos un buen camino por recorrer. Porque quienes no quieren el bien real del país harán, y están haciendo todo lo posible por evitar la alternancia, y, por lo mismo, desean minar incluso un entorno de claridad y normalidad democrática.
Conscientes de que no van a ganar las elecciones próximas porque la población ya no está contenta con su nulo desempeño, que no es sostenible más el castillo de naipes que han venido construyendo a lo largo de casi cinco años de gobierno, y al solamente quedarles un poco más de un año, pretenden en este momento minar el funcionamiento del árbitro electoral para que entonces se reduzca la certeza del procedimiento comicial. Como saben que no las tienen todas con ellos y que nunca han sabido admitir una derrota electoral, ahora recurren a atacar a quien organiza las elecciones para ver si así pueden a la mala permanecer en el poder y consolidar la perversa idea de crear un maximato.