Aunque es claro que la elección más importante para el país será la que ocurra a mediados de 2024, dicho evento pasará y en gran medida se determinará por lo que hagamos como nación en este ya vigente 2023. Y es que hay que hablar de distintos hitos y estaciones en las que tendremos que hacer parada en los siguientes 12 meses. Vienen tareas y actividades que requieren de una gran suma de factores para lograr los resultados deseados. Y es ese agregado de estudio, diagnóstico, comunicación, labor en tierra, talento, esfuerzos, y sobre todo humildad y pragmatismo, lo que permitirá dar buenas cuentas a fines de este año y en anticipación a lo que será la gran aduana histórica el domingo 2 de junio de 2024.
Para muestra un botón, las elecciones en Coahuila y Estado de México serán emblemáticas. Lo serán porque de alguna manera serán los laboratorios de todo lo que se tiene que hacer bien para lograr que en efecto no se permita que Morena y sus satélites se hagan del control de estas dos entidades, y que, por el contrario, se demuestre la falibilidad y reducción de eficacia electoral de dicho grupo político. Los retos no son menores. Ya sabemos y hemos visto que el presidente y todo su equipo y adeptos están dispuestos a hacer todo lo que dentro (y fuera) de la ley sea necesario hacer para procurar triunfar. No tienen ni tendrán límites porque sienten que no existen y que el fin justifica los medios. Fuera caretas. Nulo respeto por la ley y las instituciones, empezando por el visceral ataque al INE.
En estas dos entidades las fuerzas políticas que buscan evitar la debacle creciente en el país tendrán que trabajar con absoluta coordinación para tener el mejor frente que garantice competitividad para ganar en las urnas. Para ello es menester ir unidos en una sola plataforma (que lo escuche fuerte MC), hacerlo en base a un mensaje claro y contundente que reconozca las necesidades de la población, y además se cuente con el mejor despliegue territorial.
En estos pasos se requiere una convocatoria amplia para que los sectores sociales, ciudadanos, empresariales, sindicales, campesinos, académicos, feministas, juveniles, etc. sean parte integral de las determinaciones y acciones fundamentales de campaña y del gobierno de coalición posterior. Nada de acuerdos en lo oscurito. Solamente con esta amplia intervención de todos los sectores poblacionales es que se logrará el arrastre y legitimación que generará el alud de votos que eviten que con todas las trampas y acarreos no prevalezca el intento de Morena de hacerse de estos estados en su sed de ampliar su cobertura territorial para el proceso electoral 2024.
Y así tenemos que hablar de lo que tenemos que hacer en los siguientes meses desde la trinchera ciudadana para avanzar en lo que toca al proceso electoral nacional del año siguiente. Durante muchos meses hemos dicho que fijar el rumbo con base en la candidatura no era el foco principal, en particular porque para ello requerimos tener un entendimiento claro de lo que debe ser un programa de nación, el acuerdo para consolidar un gobierno de coalición, galvanizar la máxima unidad posible, y confirmar el método de selección de la candidatura.
Pero lo cierto es que ahora sí ya llegamos al momento en que es justamente este último tema el que se requiere ya definir e implementar en cuanto a sus alcances, tiempos y componentes.
La premisa fundamental es que para tener una candidatura vigorosa, atrayente, potente y eficaz, la participación ciudadana es fundamental. Y es que solamente a través de un método que asegure una amplia injerencia, una clara auscultación, una vinculación con amplios sectores de la población, y una gran legitimación, será posible escoger de entre varias opciones a la mejor alternativa para que se determine a la persona que goce de la mejor afinidad y potencia con el electorado. Con esa estela de requisitos es que habrá que determinar el método que por un lado sea atractivo para la población en general y, por el otro, que los partidos políticos lo asuman e implementen como propio.