La gran mayoría de las veces, ni siquiera se sabe por qué es la marcha, solo se sabe que desquician la movilidad de millones de capitalinos. Pero algunas son más significativas, o más sonadas, como la de la paz con Fox, la anti Trump con Peña, las de mujeres con López Obrador; y ahora la del INE.
Por supuesto hay movilizaciones icónicas, por su momento y circunstancias históricas. Como en los años 60 la del personal médico por sus condiciones laborales, y más adelante los estudiantes que lucharon por la democratización. Ambas movilizaciones tuvieron resultados muy relevantes, que serían materia de toda una columna aparte cada una.
Sin embargo, es difícil saber si las marchas cotidianas resuelven la problemática que las provocó. Muchas de ellas resultan de intereses políticos, o de la politización de situaciones sociales. Por lo que en ocasiones, la marcha es solo una manera de hacerse notar para otros fines.
Sobre las que son más sonadas, no queda claro qué tan efectivas han sido, más allá de convocar cantidades importantes de gente preocupada para visibilizar el tema. Me parece que falta mucho en México para que estas marchas tengan resultados concretos y duraderos.
Lo que le ha faltado a este tipo de movilizaciones es una agenda programática, convocantes sólidos, propuestas concretas y acciones que mantengan vivo el tema y aterricen las demandas enarboladas.
A diferencia de las marchas cotidianas, las movilizaciones temáticas más significativas suelen ser convocadas por algún sector de la clase media (ONGs, think tanks, instituciones académicas, etc), por ser a quienes más afectan ciertas problemáticas, o quienes más consciencia tienen sobre ellas.
Sin embargo, este segmento poblacional es también donde hay los medios y recursos para tener mayores niveles de información (aunque no necesariamente es el caso), y para estar conscientes de que los problemas requieren de más que una movilización de una vez.
Rara vez se ha visto una marcha de esta naturaleza que conlleve algo más. La famosa marcha de la paz tuvo alguna agenda al principio, pero derivó en la irrelevancia por los constantes pleitos internos entre los organizadores, que se dividieron en busca de reflectores personales.
La marcha anti Trump fue meramente un desahogo colectivo ante las ofensas que expresó contra México durante su campaña. Visto a toro pasado, no solo no tuvo impacto, sino que en un cierto nivel incluso ayudó a fortalecer su discurso ante su base electoral.
Algo fundamental para una marcha, además de lo ya mencionado hace unos párrafos, es quién y cómo convoca, y el grado de legitimidad que tiene para hacer un llamado de esa naturaleza.