Según el estudio de Carnegie Endowment, “¿Qué pasa cuando las democracias se vuelven polarizadas de manera perniciosa?”, la polarización de “nosotros contra ellos” viene en crecimiento desde 2005.
Y en prácticamente todos los continentes, las bases de apoyo de las fuerzas políticas son más proclives a interactuar de formas hostiles que hace algunas décadas.
En Europa esto es muy visible. Por ejemplo, en el Reino Unido no hemos podido ver un solo gobierno estable a partir del famoso brexit, que fue en sí producto de la polarización. Apenas la semana pasada cayó la Primera Ministra, una más en el cargo, a solo semanas de haber tomado posesión.
Italia es otro ejemplo actual. La victoria de la derechista Meloni se dio entre profundas divisiones entre los votantes, abrumados por los problemas económicos y sociales que se viven en el país de la bota.
Francia recientemente libró una bala importante ante la contienda tan encarnizada de sus últimas elecciones, donde los movimientos ultraderechistas como el de Marine Le Pen representaron un importante riesgo, ante muchas políticas de Macron que están generando un rechazo importante.
Más cerca de casa, en América Latina, la situación no es distinta. Podemos ver los efectos de la profunda polarización en Perú, donde en los últimos años han tenido al menos cinco presidentes. Las pugnas entre pasado y presente, y derecha e izquierda, han generado parálisis económica y social.
Chile es otro claro ejemplo. La victoria de Boric, derrocando a la derecha, generó un cisma. Adicionalmente, el proceso de la nueva Constitución ha quedado descarrilado por los extremismos con que fue escrita, generando un rechazo generalizado que ha amenazado con nuevas protestas.
Brasil se encuentra en pleno proceso de segunda vuelta, ante lo apretado de los resultados electorales entre el izquierdista tradicional Lula, y el actual presidente ultraderechista Bolsonaro. Mayor polarización se espera, al ser lo único que causan las segundas vueltas.
Pero quizá en ningún otro lado se están viendo los estragos de la polarización acelerada como en nuestro propio vecino, Estados Unidos. La supuesta, y autodenominada, democracia más estable del mundo hoy está de rodillas por problemas que acarrea de décadas atrás.
Estados Unidos es la prueba fehaciente de esconder los problemas sociales ni los desaparece ni los resuelve, solo los profundiza y los prolonga. Y hoy, los problemas de Estados Unidos están a raíz de piel, generando los niveles más altos de polarización en decenios.