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En México no avanzamos porque no nos hablamos

Los mexicanos no nos comunicamos entre nosotros. No reconocemos a los otros. Esa es la semilla de nuestros problemas sociales. La raíz de la falta de oportunidades y la creciente inequidad.
lun 10 octubre 2022 06:01 AM
En México no avanzamos porque no nos hablamos
Hoy, como sociedad, estamos viviendo una de las peores etapas políticas del país. Pero no es por culpa de los políticos. Es culpa de nuestra falta de diálogo, de nuestra negación del otro. De nuestra apatía e individualismo, señala Don Porfirio Salinas.

En México nos quejamos de la política y los políticos. Nos quejamos del discurso polarizante del presidente y todos los partidos. Nos quejamos de la lucha chairos vs fifis. Pero nunca reflexionamos que la raíz de todo eso está en nosotros como sociedad.

La política mexicana, ciertamente, está caracterizada hoy por su bajísimo nivel. Un debate público completamente vacío de ideas. Discusiones completamente fuera de la realidad social. Y, sobre todo, vacío de liderazgos, escasez de figuras, falta de cuadros.

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Ese nivel se da hoy porque, como nunca antes, los políticos no están hablando entre sí. Se acabó el diálogo entre las diferentes fuerzas, la negociación, el acercamiento de ideas divergentes. La realidad actual de una mayoría política autoritaria terminó con el diálogo democrático.

Pero no fue solo la actual mayoría autoritaria. El diálogo, la interacción, la discusión se terminaron desde mucho antes. En buena medida, eso permitió llegar a la actual situación. Los políticos no solo dejaron de hablarse entre sí, sino que dejaron de interactuar con la sociedad.

Y esa falta de interlocución entre política y sociedad alejó completamente a los partidos y actores políticos de la realidad, las necesidades, las demandas y las dolencias sociales, que se vieron momentáneamente representadas por el discurso de campaña del actual presidente.

Llegamos a ese punto, en gran parte, porque la propia sociedad dejó de hablarse entre sí. Dejamos de hablar de política. Dejamos el espacio vacío a políticos cada vez más irresponsables.

Desde la competencia electoral de los años 90, y en particular desde la famosa alternancia del año 2000, la sociedad se desentendió de su rol en la democracia. Creyó que solo correspondía a la política y al gobierno arreglar los problemas del país.

Así, con nuestro silencio, dejamos que el sexenio foxista perdiera control del país, que el sexenio calderonista militarizara al país y nos metiera en la peor espiral histórica de violencia, y que el sexenio peñista llegara a los excesos y abusos más grandes y al divorcio total con la gente.

Poco a poco, dejamos de hablar de política, y del país. Se volvió prácticamente tabú, además de fuente de pleitos entre familias y amigos. Olvidamos cómo conversar. Y eso abrió paso a políticos insensibles, que no vieron necesidad de comunicarse con nosotros.

Lo mismo está pasando con la polarización. No es un tema que generara el actual presidente, era un problema que ya existía y que venía creciendo. Por supuesto, el presidente lo ha explotado y lo ha exponenciado. Pero no es sólo él, somos toda la sociedad siguiendo esa ruta.

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Y esa polarización existe, en buena medida, porque como sociedad no nos hablamos entre nosotros. No es un problema de chairos contra fifís. Es un problema de clases. Es un problema de una desigualdad que no queremos ver, porque no la hablamos.

Los mexicanos no nos comunicamos entre nosotros. No reconocemos a los otros. Esa es la semilla de nuestros problemas sociales. La raíz de la falta de oportunidades y la creciente inequidad. La movilidad social paró, eso está más que documentado por el CEEY.

Pero paró no solo por el gobierno, sino por una sociedad mexicana indiferente a los problemas de los demás. Inerte ante la injusticia social y la discriminación.

¿Cuántos patrones realmente conocen la realidad de sus colaboradores de los niveles más bajos de la empresa? ¿Cuántos platican con su personal, por ejemplo, de seguridad o intendencia? ¿Cuántos en nuestras casas tenemos un diálogo real con las personas de apoyo doméstico?

¿Cuántos estudiantes privilegiados en universidades privadas hablan con sus colegas de universidades públicas? ¿Cuántos de ellos siquiera hablan con los estudiantes de sus propias instituciones pero que son becados?

¿Cuántos de nosotros hablamos con nuestros círculos sobre el país que tenemos, y sobre el país que quisiéramos? ¿Cuántos platicamos sobre cómo mejorar la política? ¿Cuántos conversamos sobre qué podemos hacer unidos, más allá de gobierno y política?

Hoy, como sociedad, estamos viviendo una de las peores etapas políticas del país. Pero no es por culpa de los políticos. Es culpa de nuestra falta de diálogo, de nuestra negación del otro. De nuestra apatía e individualismo. De no hablarnos, y escucharnos, con respeto y atención.

Si somos uno de los países con menores índices de participación ciudadana es precisamente porque no estamos interesados en el país.

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Debemos volver a hablarnos entre los mexicanos. Debemos volver a entendernos. Debemos volver a tener una identidad sólida. Debemos volver a hablar de política. Debemos ya de mostrar empatía con nosotros mismos. Dejar de vivir en silos.

Solo así entenderemos nuestras problemáticas, y sus raíces. Solo así entenderemos que la solución está en nosotros. Que la política no es la causa, sino una consecuencia. Y que somos nosotros quienes debemos cambiar esa realidad política. Generar los incentivos correctos.

En este contexto, el principal actor es la clase media. Es donde están las capacidades y los recursos para cambiar nuestra realidad. Pero debemos organizarnos, debemos entendernos, debemos respetarnos. Salir del marasmo y la apatía y empezar a actuar.

Los principales ejemplos exitosos de participación ciudadana en el mundo han venido de las clases medias, precisamente por ser los que más podemos hacer. ¿Tenemos intención de hacerlo? ¿Nos queremos lo suficiente a nosotros, y a nuestro país, para cambiar nuestra realidad?

Si no, dejemos de quejarnos y hagámonos a la idea de que la actual será nuestra realidad por siempre.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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