La reacción que ha provocado en la órbita oficialista, no obstante, también está muy lejos de cualquier ejemplaridad. Por un lado, porque en un acto de suprema hipocresía (de esos que tanto les gusta acusar a sus contrincantes, ya se sabe, viendo al Murillo Karam en el ojo ajeno y no al Gertz Manero en el propio) le piden al libro que sustente con datos su relato, comme il faut, aunque jamás se les haya ocurrido pedirle lo mismo a su líder. ¿Quién hubiera dicho que los aplaudidores de la patraña del fraude en 2006, de la consulta para “juzgar” a expresidentes o de la cancelación del NAIM, de las estancias infantiles y de los fideicomisos por supuestos actos de corrupción jamás demostrados, de pronto serían tan propensos a demandar pruebas?
Y, por el otro lado, porque indicios del modus operandi que relata el libro se han dado a conocer, una y otra vez, desde hace tiempo. ¿O acaso preferirían ya no acordarse de los videos de Carlos Ahumada, René Bejarano y Carlos Imaz? ¿Del carrusel de depósitos orquestado por Alejandro Esquer? ¿De las imágenes de Pío y Martín López Obrador recibiendo sobres con dinero de David León? ¿De las grabaciones de Eva Cadena recibiendo efectivo, o de Julio Scherer pidiéndoselo a Julio Villareal? ¿De la sentencia del Tribunal Electoral contra Delfina Gómez por descontarles “aportaciones” a los empleados del municipio de Texcoco cuando fue alcalde? A la luz de esos episodios, ¿no adquiere al menos cierta verosimilitud El Rey del Cash?
Es cierto que el libro no proporciona evidencias. Ofrece, sin embargo, un marco de interpretación que permite insertar los casos conocidos dentro de una trama, acomodarlos en un contexto más amplio y, sobre todo, ávido de ser más y mejor investigado. No sabemos si es veraz, sí sabemos que su relevancia es indisputable. ¿De qué vivió aquel tres veces candidato que no reportaba ingresos, que no pagaba impuestos, del que no hay rastro de una chequera ni cuenta bancaria? ¿Cómo se financió el movimiento que desembocó en Morena, la plataforma desde la que eventualmente se catapultó a la presidencia de la República? Si no es como lo cuenta el libro, entonces ¿cómo fue?
Que López Obrador haya tenido un estilo de vida aparentemente sencillo no resuelve esas dudas. Austero y honesto no son sinónimos. Se puede ser austero sin ser honesto y honesto sin ser austero. La corrupción no consiste solo en enriquecerse de modo ilícito, también puede consistir en desviar dinero del erario para mantener a una familia o un equipo, así sea “modestamente”, o para costear la construcción de un proyecto político personal. El Rey del Cash no brinda realmente respuestas pero, aun así, nos deja con muchas preguntas.
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