Sin embargo, además de los detalles del ejercicio y que para ser parlamento abierto tiene múltiples pendientes, la propuesta de reforma electoral presentada por el Ejecutivo federal y las presentadas por legisladores, plantea modificaciones en el sistema de partidos y representación que además de carecer de argumentos y un análisis profundo, pondrían en riesgo lo que durante décadas hemos construido.
Modifica nombramientos y la estructura del Instituto Electoral Nacional (INE), los órganos electorales locales y el Tribunal electoral, debilitando su independencia, además de disminuir los legisladores plurinominales sin una alternativa a la figura que representan, y poniendo en riesgo la estabilidad que ha mantenido el sistema electoral nacional.
Una reforma electoral no es necesaria ante el momento que vive el país, donde el sistema electoral está funcionando adecuadamente a través de instituciones sólidas, como el INE, que permiten que tengamos elecciones libres, legítimas y confiables. Y todo cambio que se realice en el sistema democrático del país debe ser totalmente dialogado y reflexionado a nivel nacional.
Además, la última etapa de un sexenio a nivel federal no es la adecuada para modificar las reglas electorales, pues pondría en riesgo los avances logrados rumbo a un próximo sexenio.
Y por el contrario, este es el momento para pensar en la democracia que queremos construir hacia el futuro y contemplar los elementos para fortalecer, en lugar de debilitar, a nuestras instituciones electorales, y para hacer más tangible la representación ciudadana en los procesos electorales.