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El arma de la popularidad

La popularidad del presidente es un dato susceptible no solo de ser conocido sino, sobre todo, de ser aprovechado como una herramienta para ejercer poder.
mar 30 agosto 2022 11:59 PM
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Por mucho tiempo hemos pensado que el presidente es tan popular porque la oposición está hecha añicos. Pienso si la causalidad no será al revés: que la oposición esté hecha añicos, más bien, porque el presidente es tan popular, apunta Carlos Bravo Regidor.

Los resultados de las encuestas que miden la aprobación de un presidente a lo largo del tiempo no son solamente cifras demoscópicas; son, o pueden ser, un instrumento para hacer política.

La información que revelan las encuestas es útil, obviamente, para quienes estudian la opinión pública, para quienes miden los patrones y tendencias de las preferencias ciudadanas. También es interesante para la ciudadanía, para enterarnos de por dónde se mueven los humores sociales y ubicarnos en un contexto más amplio que el de nuestro círculo inmediato.

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Pero para nadie tiene tanto valor esa información, para nadie es tan verdaderamente indispensable, como para los propios mandatarios cuya popularidad registra; para ellos, además de útil e interesante, es estratégica.

Primero, porque a los presidentes les proporciona números muy importantes en cuanto a la percepción que tiene la gente, no necesariamente de su gestión sino de su figura. A diferencia de las encuestas sobre desempeño, las encuestas de aprobación o popularidad se refieren al personaje, a su imagen y sus atributos, no a su trabajo.

Y segundo, porque ese insumo es susceptible no solo de ser conocido sino de ser aprovechado: para comunicar fuerza, para presionar a favor o en contra de ciertas posiciones, para canalizar el sentimiento popular en una dirección específica. En suma, puede servir como una herramienta para ejercer poder.

Sobre todo en las democracias, aunque también en otro tipo de regímenes, la popularidad de un presidente es un indicador que organiza el conflicto y la competencia política: representa una señal que escuchan todas las fuerzas y en función de la cual, en combinación con otros factores, ordenan sus prioridades, definen sus mensajes y diseñan sus estrategias. Y no solamente en temporada de elecciones sino, literalmente, todo el tiempo.

Reviso la encuesta más reciente de Buendía & Márquez ( https://bit.ly/3AutSvD ) y me quedo con tres datos. Uno es que entre las personas consideradas como de nivel socioeconómico “bajo” (que equivalen al 44% de la población) la aprobación del presidente es de 69%; entre las de nivel “medio” (34% de la población), de 61%; y entre las de nivel “alto” (22% de la población), de 51%. La aprobación del presidente es mayoritaria entre todos los estratos socioeconómicos.

Otro es que 37% de la población considera que “todavía es muy pronto para exigir resultados al gobierno del presidente López Obrador”; mientras que 59% de la considera que “ya transcurrió tiempo suficiente”. Entre los primeros, el 88% aprueba y el 7% reprueba al presidente; y entre los segundos, 47% aprueba y 48% reprueba (el margen de error de la encuesta es +/- 3.53 puntos). Aunque la mayoría ya no le dé el beneficio de la duda, o mejor dicho de la paciencia, de todos modos lo aprueba.

Y el tercer dato se refiere a los atributos con los que la población describe al presidente: “tiene un estilo de vida sencillo” (68%), “es honesto” (66%), “es tolerante” (65%), “gobierna para todos los mexicanos” (62%), “representa un cambio” (61%), “cumple las leyes, aun cuando le puedan parecer injustas” (60%) y “reconoce sus errores” (52%). En pocas palabras, la mayoría tienen una valoración positiva del presidente como persona.

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Por mucho tiempo hemos pensado que el presidente es tan popular porque la oposición está hecha añicos. Pienso, sin embargo, si la causalidad no será al revés: que la oposición esté hecha añicos, más bien, porque el presidente es tan popular. Porque López Obrador usa su aprobación todos los días como arma para azuzar el descrédito de sus contrincantes, para desafiar a sus contrapesos, para descalificar a sus críticos y, al hacerlo, termina vacunándose contra la posibilidad de habérselas con las contradicciones y los fiascos de su gobierno.

Que sea tan popular no significa que gobierne bien. Significa que está blindado, por el momento, de tener que rendir cuentas y pagar el costo político del mal desempeño de su gobierno. Sorprende porque de pronto parece que no hay fondo, que haga lo que haga sus niveles de aprobación lo protegen. La pregunta es qué pasara con su popularidad como arma política cuando abandone Palacio Nacional…

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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