Al margen de esas probabilidades está, además, la capacidad de identificar y aprovechar los casos ejemplares o, mejor dicho, ejemplarizantes. Me refiero a esas ocasiones en la que, sea por la razón que sea, algún delito adquiere una relevancia pública especial que lo convierte en una oportunidad única, quizá inmejorable, para afirmar ciertos valores fundamentales, para articular el repudio colectivo, para comunicar voluntad y eficacia, para transmitir certidumbre, en fin, para inspirar confianza en el sistema de justicia.
Dichos casos cumplen un papel importante, incluso diría que esencial, en cuanto a su función simbólica. Puede ser que se cometan muchos delitos, incluso que muchos delitos no sean sancionados, pero esos casos simbólicos sirven para trazar la frontera de lo inaceptable, para indicar que se ha transgredido un límite que necesita ser restaurado.
O, de lo contrario, el orden normativo que ordena la convivencia quedaría exhibido como inoperante, desfondado, al grado de que la propia sociedad en la que se cometió ese delito se vuelva irreconocible para sí misma.
Creo que lo ocurrido con los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, desaparecidos la noche del 26 y la madrugada del 27 septiembre de 2014, era, o podía ser, o tendría que haber sido, uno de esos casos. Lo fue en el sentido de que provocó un sentimiento generalizado de consternación e inspiró uno de los ciclos de protesta social más potentes de las que se tenga memoria.
Lo fue, también, en tanto que generó un contexto de exigencia al que el gobierno de Enrique Peña Nieto nunca supo responder y de cuya acumulación de costos tampoco pudo nunca reponerse. No lo fue, sin embargo, en lo más elemental: marcar una diferencia y que no prevaleciera la impunidad.
La investigación fue todo menos ejemplar: omisiones, irregularidades, opacidad, negligencia, obstrucción, tortura, el repertorio íntegro por el que es merecidamente conocida la justicia en México. Después vino la manipulación de las expectativas, las mentiras, el montaje de la “verdad histórica” para tratar de esquivar el bulto y pasar una de las páginas más negras en la de por sí oscura actualidad mexicana.