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El obradorismo después de 2024

La historia jamás se repite ni sirve para predecir el futuro, pero nos brinda referentes importantes para reflexionar sobre nuestro presente.
mié 17 agosto 2022 06:01 AM
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Una posibilidad para el obradorismo después de 2024: que Morena siga utilizando la popularidad de López Obrador y la fuerza retórica de la llamada “cuarta transformación” para posicionarse como el partido de las clases populares, apunta Jacques Coste.

En mi última entrega reflexioné sobre el significado de las elecciones internas de Morena para el futuro de ese partido. Cerré la columna con estas preguntas: ¿cómo logrará el presidente Andrés Manuel López Obrador mantener la unidad en su movimiento cuando elija a su sucesor?, y ¿Morena será capaz de construir mecanismos independientes de AMLO para dirimir sus pugnas internas cuando finalice el sexenio?

Hoy retomo esas interrogantes. Hay ciertos referentes históricos que no deben usarse para intentar predecir lo que ocurrirá (pues la historia jamás se repite), pero son altamente ilustrativos para reflexionar en torno al futuro del obradorismo.

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En primer lugar, vale la pena recordar a Plutarco Elías Calles, quien fue presidente entre 1924 y 1928. No obstante, al dejar el poder, retuvo una influencia decisiva sobre el acontecer político de México en general, y particularmente sobre el Partido Nacional Revolucionario (PNR, abuelo del PRI) y sobre los presidentes que lo sucedieron: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez.

La importancia política del general Calles era tanta que esta etapa de la historia de México se conoce como “el maximato”, en alusión a su mote: el “Jefe Máximo” de la familia revolucionaria.

Estudios históricos recientes han matizado la influencia de Calles sobre los siguientes presidentes. Antes, se creía que Portes Gil, Ortiz Rubio y Rodríguez eran títeres del general. Ahora se sabe que el Jefe Máximo incidía en sus gobiernos y los actores políticos de peso lo consultaban antes de tomar decisiones importantes, pero los presidentes conservaban márgenes de autonomía, impulsaban agendas propias y mostraban cierta resistencia ante la influencia callista.

Dicho de otra manera: Portes Gil, Ortiz Rubio y Rodríguez no eran entes pasivos, sino agentes activos, en su relación con Calles. Lo mismo ocurría en el PNR: Calles incidía fuertemente en el partido, pero otros actores también buscaban empujar sus causas dentro del Nacional Revolucionario.

Podemos ver una dinámica política similar a la descrita después de 2024: es posible que AMLO busque conservar influencia sobre su sucesor y una fuerte injerencia en Morena, pero al mismo tiempo será difícil que López Obrador mantenga un control total sobre el próximo mandatario y sobre su partido.

Un segundo referente histórico es el general Lázaro Cárdenas del Río, presidente de México entre 1934 y 1940. Cárdenas encabezó un gobierno de vocación popular y construyó los cimientos del régimen posrevolucionario de partido hegemónico, que, con ajustes a través de las décadas, perduró hasta el año 2000.

Hay quienes han querido comparar al gobierno cardenista con el de López Obrador. Personalmente, no encuentro muchas similitudes, pero ésa es otra discusión. Por ahora, vale la pena centrarnos en dos acciones de Cárdenas: la posición que asumió en su proceso de sucesión presidencial y el impulso a la institucionalización del Partido de la Revolución Mexicana (PRM, antecedente del PRI) que promovió.

Cuando todo parecía indicar que Cárdenas elegiría como sucesor a alguien que profundizara las políticas populares de su gobierno, el general optó por un candidato moderado: Manuel Ávila Camacho. En esta decisión pesaron distintos factores, pero uno de ellos sin duda fue el ánimo de mantener la unidad nacional en un momento histórico complicado.

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Además, Cárdenas desempeñó un papel clave en la institucionalización del PRM, que se convirtió en la principal instancia para formar cuadros políticos y para dirimir las diferencias entre sus miembros, con niveles razonables de civilidad. Al mismo tiempo, el general mantuvo peso simbólico y político, pero dejó de intervenir gradualmente en los asuntos políticos del régimen posrevolucionario.

En resumen, con su gran legitimidad social y su fuerza política, Cárdenas pudo haber instalado un régimen personalista, pero optó por la institucionalización de la presidencia y del partido hegemónico. Éste es un segundo escenario posible para el obradorismo luego de 2024.

Un último referente histórico para reflexionar sobre esta cuestión es el peronismo en Argentina. La historia del peronismo es larga y compleja como para resumirla en una columna. Sólo cabe resaltar que Juan Domingo Perón gobernó Argentina de 1946 a 1955, pero su figura dominó largamente la política del país sudamericano y sigue pesando mucho en la actualidad.

Incluso, el actual presidente de Argentina, Alberto Fernández, pertenece al Partido Justicialista, depositario de la herencia peronista, y varios expresidentes argentinos recientes fueron miembros de esa fuerza política.

El Partido Justicialista sigue ostentando la figura de Perón como fuente de legitimidad, como muestra de su carácter popular y como insignia de su compromiso con los más pobres. Ésa podría ser otra posibilidad para el obradorismo después de 2024: que Morena siga utilizando la popularidad de López Obrador y la fuerza retórica de la llamada “cuarta transformación” para posicionarse como el partido de las clases populares y el continuador del legado de AMLO.

Insisto, la historia jamás se repite ni sirve para predecir el futuro, pero nos brinda referentes importantes para reflexionar sobre nuestro presente.

Nota del editor: Jacques Coste (Twitter: @jacquescoste94) es historiador y autor del libro ‘Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica’, que se publicó en enero de 2022, bajo el sello editorial del Instituto Mora y Tirant Lo Blanch. También realiza actividades de consultoría en materia de análisis político. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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