Podríamos escribir tomos sobre lo que realmente ha sucedido en el país y así demostrar la violación sistemática de la oferta electoral y de gobierno, pero hagamos una síntesis específica de lo que se ha presentado en cada uno de estos rubros para dejar clara nuestra postura sobre el particular.
Empecemos con no mentir. Según la estadística puntual de Spin (Luis Estrada) por lo que hace a declaraciones hechas por el presidente (sobre todo en sus conferencias matutinas) se contabilizan a la fecha más de 75,000 mentiras (no se nos fueron los ceros). El que alguien diga que no va a mentir y lo haga con tal sencillez al ritmo de varias decenas de mentiras (e inexactitudes que pertenecen al mismo género) cada día, lo que revela es la desfachatez de presumir algo y hacer lo contrario, y hacerlo con volumen y sin límite racional alguno.
Parece que bajo la premisa de que no es responsable de nada porque todo mal se originó en un sexenio previo, entonces se puede falsear sin límites y pretender no ser reconocido como lo que es, un mentiroso compulsivo.
Las mentiras abarcan básicamente todos los rubros de gobierno en cuanto a temas como pobreza, seguridad, justicia, educación, salud, trabajo, economía, etc. Todo se aparta de la realidad objetiva porque nada es cierto en su realidad alterna que se sujeta a una mentira permanente. Ni muertos, enfermos o víctimas existen en su cabeza. Todo es conspiración en su contra. Por ello jamás muestra empatía frente al dolor de los demás.
En lo que toca a no robar, la situación es igualmente grave. La corrupción ha tocado niveles nunca soñados, aún en el sexenio previo en que se dieron cita un séquito de ladrones de altos vuelos. Ahora no solamente existe ese nivel de hurto, sino que además se han dedicado a promover la adjudicación directa como medio de entrega de contratos, pagos en efectivo, uso de criterios de seguridad nacional, y entrega de miles de contratos a las fuerzas armadas. El común denominador es el dispendio, la opacidad, y la incapacidad de auditar como se usan los cuantiosos recursos del erario federal.
Las irregularidades abundan y no hay nadie que esté revisando las múltiples quejas de cero transparencia. Sumemos a este tema la nula investigación de uso de recursos y la designación de personas notoriamente incapaces para desempeñar sus puestos pero con total sumisión al gobierno, y entonces se consolida el que la apropiación del presupuesto ha sido garantizada y blindada.
Un robo en despoblado con la complicidad de la mayoría en la Cámara de Diputados que nula rendición de cuentas ha exigido en todo el proceso de auditorías sobre el uso de la tesorería nacional, que se usa por el presidente como si fuera propia y sin obligación alguna de explicar destino y aplicación.
Finalmente, por lo que hace a no defraudar, la situación se torna escandalosa. Todos los sectores que de una u otra forma depositaron confianza en que la auto-denominada 4T haría buena la oferta de proteger a los pobres, erradicar la violencia, regresar a las fuerzas armadas a sus cuarteles, dar certidumbre a la inversión, acabar con la impunidad, y en general lograr resultados en las tareas de gobierno, han visto cómo sus expectativas no solamente no se han podido satisfacer, sino que todo se ha agravado.
Combinado con la complicidad con la delincuencia organizada y cero avances en calidad de vida o mejoras económicas, estamos ante la evidencia de no honrar la palabra y fallar en lo empeñado.