Los 32 Estados miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) decidieron huir hacia adelante: en la última cumbre efectuada en La Haya acordaron un aumento del gasto en defensa del 5% del PIB durante la próxima década, con lo que se reactiva la poderosa industria de defensa global.
La economía de la guerra

El pacto se adoptó en medio de conflictos regionales que se cuantifican en millones de dólares en gasto militar y en enormes pérdidas humanas y materiales. En su más reciente informe de infancias y conflictos armados, la ONU documentó que en 2024 hubo un aumento del 25% en violaciones graves que incluyeron asesinatos y mutilaciones, reclutamiento forzoso, abuso sexual y privación de ayuda humanitaria.
La OTAN justifica la inversión ante la amenaza rusa, el riesgo de ataques terroristas, ciberataques, el integrismo islámico y, agregaría, para cuidarse de ellos mismos. El debate se ha centrado en explicar cuáles fueron las razones para establecer el gasto de defensa en ese rango. Y la única respuesta es que no hubo criterios sino un porcentaje fijado arbitrariamente por el presidente de Estados Unidos, que se califica así mismo de pacifista y hasta aspira al Premio Nobel.
“Los aliados se comprometen a invertir anualmente el 5% del PIB en necesidades básicas de defensa, así como en gastos relacionados con la seguridad”, afirma la declaración de La Haya, once años después del tope fijado del 2%. Una decisión reforzada por Mark Rutte, secretario general del organismo que se deshizo en elogios hacia Trump ¿acaso no merece un poco de alabanzas?, dijo.
Contrario a la búsqueda de la paz, las potencias se inclinan abiertamente por la carrera armamentista con independencia de lo que cada una hace por su lado. El 20 de mayo Trump anunció el lanzamiento de la Cúpula Dorada, un escudo antimisiles formado por una red de satélites que protegería desde el espacio todo el territorio norteamericano de misiles enemigos incluidos los hipersónicos. El proyecto tendría un costo inicial de 175 mil millones de dólares.
Desde que comenzó el conflicto bélico contra su vecina Ucrania en febrero de 2022, Rusia gasta entre 200 y 300 millones de dólares diarios solo en mantener sus tropas en combate; el cálculo incluye municiones, artillería, combustible, mantenimiento de vehículos y pagos a los soldados, según estimaciones de expertos.
En su último informe, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri, por sus siglas en inglés) calcula que en 2024 el gasto militar de Rusia alcanzó los 149 mil millones de dólares, el doble que en 2015.
Pero Ucrania no se queda atrás. El Sipri afirma que tuvo la mayor carga militar del mundo en 2024 al desembolsar (con el inocultable apoyo de Occidente) un monto equivalente al 34% de su PIB.
La escalada bélica protagonizada por Israel en la devastada Franja de Gaza que ha dejado 56 mil personas asesinadas y el hambre como arma de guerra (por la restricción de la ayuda humanitaria), se mantiene inalterable a pesar de la condena mundial. El Estado hebreo disparó su gasto militar 65% en 2024, esencialmente en la ofensiva en Gaza y en menor medida en el Líbano y Yemen. La carga militar israelí es la segunda más alta del mundo según el Sipri.
Estados Unidos, China, Rusia (que también son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas) Alemania e India son las cinco naciones que representan en conjunto el 60% del presupuesto militar mundial.
Aunque no se encuentra en conflicto, China ejerce uno de los mayores gastos militares del mundo destinado a la modernización continua de sus fuerzas armadas, el refuerzo de las capacidades de ciberguerra y la ampliación de su arsenal nuclear.
El frenesí bélico está al alza. El Instituto para la Economía y la Paz (IEP) publicó hace unas semanas su informe anual que reporta 56 conflictos simultáneos en el mundo en 2024 con 92 países involucrados, la cifra más alta registrada desde la Segunda Guerra Mundial.
El reporte llamado Índice de Paz Global mide desde 2007 la magnitud de los conflictos internos e internacionales en curso y el grado de militarización.
Muestra que el empeoramiento de los indicadores de paz responde a la polarización política y cultural en todo el planeta y concluye que la fragmentación geopolítica está en aumento. El informe clasifica a 163 países según su nivel de paz; Islandia e Irlanda son los países más pacíficos y en el otro extremo se ubican Rusia y Ucrania.
En la cumbre de La Haya, Donald Trump les ha recordado a sus socios quién es el que manda, quién es el sheriff del mundo. En campaña electoral prometió no involucrase en ninguna guerra pero sus esfuerzos van en sentido contrario. Como muestra de poderío, el 14 de junio más de 6,000 soldados marcharon en Washington para conmemorar el 250 aniversario del Ejército estadunidense, el mismo día que el presidente cumplía 79 años.
Una semana después Trump agitó el tablero mundial cuando anunció el bombardeo de instalaciones nucleares de Irán, en apoyo de Israel.
Los grandes conflictos bélicos se mantienen estancados, sin visos de solución y con la voz de la ONU ignorada por las potencias que en lugar de silenciar las armas han decidido blandirlas mediante su estrategia de rearme y la consecuente inestabilidad planetaria que alientan y fomentan. Las ansias e intereses belicistas que se imponen a la humanidad gozan de cabal salud.
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Nota del editor: La autora es titular de la Unidad de Igualdad de Género y Cultura de la Fiscalización de la ASF. Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.