Mención aparte merece Movimiento Ciudadano que, a pesar de la furia de ciertos sectores que lo fustigaron durante la campaña por supuestamente servir al oficialismo dividiendo el voto opositor, la verdad tuvo un desempeño irrelevante. En ningún estado tuvo candidaturas competitivas ni obtuvo porcentajes que lo convirtieran en “fiel de la balanza”.
En Hidalgo, Oaxaca y Tamaulipas apenas rebasó el 3% de la votación. En Durango y Aguascalientes obtuvo 4 y 7%. Y en Quintana Roo, donde logró su mejor rendimiento, 13%, lo hizo después de amagar con la postulación del impresentable Roberto Palazuelos, para luego presentar a un senador, José Luis Pech, recién salido de Morena. Si era prometedor, terminó siendo decepcionante.
Perdió la participación ciudadana, cuyas tasas de abstencionismo crecen, comparadas con las elecciones previas de gobernador (2016), en todos los estados. En Oaxaca, del 41 al 62%. En Quintana Roo, del 46 al 60%. En Hidalgo, del 40 al 52%. En Durango, del 43 al 50%. En Aguascalientes, del 48 al 54%. Y en Tamaulipas, del 44 al 47%. ¿Por qué?
Un dato interesante es que ese aumento en el abstencionismo tiende a ser más pronunciado conforme la diferencia entre el primero y el segundo lugar es más amplia. En los tres estados con mayores tasas de abstencionismo (Oaxaca, Quintana Roo e Hidalgo) la diferencia entre el primero y el segundo lugar promedia 35 puntos porcentuales. En los tres estados con menores tasas de abstencionismo (Durango, Aguascalientes y Tamaulipas) dicha diferencia promedia 14 puntos. En pocas palabras, hay una evidente correlación entre participación y competencia.
Morena gana 4 de 6 estados y gobernará a más de la mitad de los mexicanos
¿Ganó Morena y perdió el PRI? No. Ganó un PRI que ahora se llama Morena y perdió el PRI que aún opera bajo el nombre del PRI. Porque el nuevo predominio territorial de Morena es inexplicable sin el trasvase de liderazgos, estructuras y electores del PRI que, como la materia, no se crea ni se destruye, solamente se transforma. O, mejor dicho, hace metástasis. En otras palabras, pierde el partido tricolor pero ganan los priistas que ya encontraron un camino para redimirse políticamente y gana también el partido guinda que, al ofrecérselos, se hace más fuerte.