El cierre de enero no le vendría nada bien, el Ejecutivo federal pedía tranquilidad después de superar un segundo contagio de COVID-19 y someterse a un cateterismo, un procedimiento cardiaco, que lo impulsó a dejar por escrito un “testamento político” en caso de fallecer o enfermar de gravedad en el cargo.
Sobre este manifiesto, López Obrador decía: “Tengo desde hace algún tiempo un testamento y, ya siendo presidente, le agregué un texto que tiene, como lo dije en el video, el propósito de que en el caso de mi fallecimiento, se garantice la continuidad en el proceso de transformación, que las cosas se den sin sobresaltos y sin afectar el desarrollo del país”.
Entonces, todo empezó a nublarse entre la polarizada y rijosa situación política mexicana. La oposición tomó dicho “testamento” como una provocación seria para perpetuar su régimen y un legado -según sus detractores- comparado al de Hugo Chávez en Venezuela.
De pronto surgió un reportaje entre Latinus y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) donde acusaban al hijo del mandatario, José Ramón López Beltrán y a su esposa Carolyn Adams, de poseer millonarios lujos, cuyos vínculos podrían caer en un presunto conflicto de interés y corrupción, un tema donde más le podría doler al mandatario morenista.
En dicha nota periodística se mostraban casas y automóviles de gran valor. Una de ellas vinculada a un empresario de la empresa Baker Hughes que ha tenido contratos con Petróleos Mexicanos (Pemex).
El que se enoja, pierde
El reportaje se convirtió en una bomba que pondría en crisis a la llamada 4T. En crisis porque luego de la viralización del caso, el presidente -inexplicablemente- se lanzó contra empresarios españoles pero, también, directamente contra el gobierno del país ibérico y decidió “poner en pausa” las relaciones bilaterales. Sí, con el segundo socio comercial más importante de nuestro país.
Esto generó un sin fin de críticas de carácter diplomático, a tal grado que el canciller de España se comunicaría con Marcelo Ebrard para exigirle una explicación por las palabras del presidente mexicano que prácticamente tachó a los españoles de neoconquistadores y hasta ladrones.
La extraña disputa entre países hermanos seguía siendo mencionada por el presidente; sin embargo, era más consumido el reportaje que había presentado Carlos Loret de Mola, que llegaba a millones de reproducciones.
Pocas veces habíamos visto a López Obrador tan molesto en una de sus características ruedas de prensa llamadas “las mañaneras”. Muchas veces ha llamado “fifís”, “chayoteros”, “vendidos”, entre otras descalificaciones, tanto a diversos medios de comunicación como a sus propietarios. Ahora, el ataque directo se dirigía al periodista Carlos Loret de Mola, exhibiendo la “fortuna” que había recibido en un año: 35.2 millones de pesos, por contratos en diversos medios de comunicación.
Un día después de la mencionada exposición, se desató un apoyo del gremio periodístico a Loret de Mola como no se había visto; no solo de sus amigos, también de miembros de medios de comunicación afines a AMLO, que se oponían al desagravio que había recibido el periodista frente a toda la nación.