Hace unos días la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia emitió una sentencia que obliga a los concesionarios de radio y televisión a distinguir la información de la opinión. Para el Ministro Juan Luis González Alcántara, de acuerdo a esta sentencia, la sociedad debe ser tratada como si se tratase de un menor de edad que no puede establecer la diferencia, cuando escucha o ve un noticiero, entre información y opinión. La sentencia obligará a los medios a señalarle a su audiencia cada vez que sus comunicadores emitan una opinión, como si el público no pudiera por sí mismo establecer esa diferencia. De cumplirse esta sentencia un conjunto de burócratas determinarían cuándo un medio emite una opinión editorial, restándole esa capacidad al espectador para traspasársela al gobierno. Una especie de censor de contenido editorial, disfrazado de autoridad en géneros periodísticos.
En repetidas ocasiones hemos escuchado al presidente afirmar, con lo cual coincidimos, que el pueblo no es tonto. Sin embargo, esta sentencia considera que el pueblo (la sociedad en su conjunto) no tiene la capacidad suficiente para darse cuenta de cuándo un medio emite una opinión, ante lo cual debe protegerlo y tutelarlo. Se trata de una clara restricción, la más grave en décadas, de la libertad más valiosa de que goza la sociedad, una libertad que ha conquistado a pulso: la libertad de expresión.
Debemos decirlo sin ambages: se trata de una resolución retrógrada ante la cual la sociedad no puede mantenerse indiferente. En cuestión de las libertades adquiridas no debemos dar marcha atrás.
Imaginemos: ¿qué sucedería con las conferencias matutinas del presidente? Como sabemos, el primer mandatario utiliza todas las mañanas su espacio para dar información de las actividades de su gobierno a la vez que emite libérrimamente su opinión: aconseja, sermonea, regaña, aplaude, crítica, calumnia, en suma: no distingue entre información y opinión. ¿Alguien concibe que un órgano de gobierno va a ponerle trabas a las expresiones cotidianas del presidente? ¿No será que se busca restringir la libertad de los medios para que el único que pueda usar plenamente su libertad sea el presidente de la república? Como decía George Orwell en su famosa novela (La rebelión en la granja): todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros. La sociedad mexicana no debe tolerar estos distingos.