Es decir, la forma en la que hacemos negocio, trabajamos, pagamos impuestos genera desigualdad y falta de oportunidad, principalmente porque muchas de las reglas favorecen a los más ricos y las empresas grandes, en detrimento de las clases medias y los negocios pequeños. Las reglas informales y formales de cómo funciona México generan desigualdad y las hemos normalizado.
Las injusticias más grandes que existen en México son perfectamente legales. Ese es el verdadero problema.
Por ejemplo, los bancos no tienen una regulación que permita el surgimiento efectivo de competencia y por tanto, de manera perfectamente legal abusan de nosotros cobrando comisiones por todo y altas tasas de interés, sobre todo en tarjetas de crédito. El resultado es que la banca mexicana es mejor negocio (return over equity) que las bancas del 82% de los países del mundo para los que tenemos datos.
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El notariado es otro problema. A ojos de todos y con plena legalidad el notariado se ha convertido en el quasi-monopolio de la fe pública, con reglas informales que limitan el número de notarios que hay en el mercado. Con ello han logrado generar ganancias extranormales y se han convertido en un giro extremadamente rentable. Así, de acuerdo con el Censo Económico del INEGI, en promedio una notaria tiene ingresos 157% superiores que los de un bufete jurídico y 134% mayores que los de una oficina de servicios de apoyo para efectuar trámites legales. Los altos costos del notariado reducen la capacidad de todos los mexicanos por tener certezas sobre su patrimonio.