Para ellos el experimento reflejó que los poco más de 500 millones de pesos que derrochó el INE son muy pocos para poder lograr los números que necesitan para posicionar temas que emerjan de una consulta popular.
Por cierto, uno de los rostros que pierde en dicho fiasco, fue el presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, quien tras la consulta recibió un nuevo embate del presidente en las mañaneras: el ejecutivo aseguró que Córdova y el INE habían boicoteado la consulta y de hecho no habían podido votar tanto él, como su esposa en alguna casilla especial, mientras se encontraban de gira por el Estado de Nayarit.
La alianza vencida
La desgastada relación, ahora, tiene matices de amenazas e incluso ofensas. El presidente ya mueve sus piezas para enjuiciar políticamente a Córdova, mientras que el presidente del INE ha llamado, palabras más, palabras menos “mentiroso” al presidente López Obrador: “Honremos la democracia, seamos leales con la ciudadanía. Quien miente tiene poco compromiso democrático, mentiras a otro lado”. Como dijera el tabasqueño “eso sí calienta”.
Finalmente, es triste que un modelo progresista como el de una consulta popular haya sido tan desastroso. Porque este tipo de ejercicios elevan el espíritu democrático de los países, pero en esta ocasión todo estuvo mal desde que se planteó una pregunta que no tenía ningún tipo de lógica. ¿Enjuiciar a los políticos que cometieron presuntamente actos de corrupción? Hasta la respuesta ofende, ¡claro que sí! Pero eso no lo deben decidir 40 u 80 millones de mexicanos, sino las cortes de este país.
Desde que se conoció que existiría este procedimiento, estuvo cargado de venganza, de politiquería y cargado hacia un solo partido político que resultaría ganador si el mecanismo hubiese funcionado. Eso nada tiene que ver con la democracia.