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Nadie quiere entrarle

Lejos quedaron las épocas de funcionarios con vocación de servir, lejos quedaron los políticos que dialogaban y buscaban acuerdos, lejos quedaron los partidos de oposición con agenda de construir.
lun 29 marzo 2021 11:59 PM
Morena 2021
El Presidente ha expuesto que la oposición tiene un plan en su contra; la oposición no ha encontrado un discurso alterno. La confrontación sigue.

El actual proceso hacia las elecciones intermedias de junio pareciera estar sacando lo peor de todos los actores políticos, lejos de funcionar como un periodo de reflexión sobre la enorme cantidad, cada vez más creciente, de problemas en al país.

Hemos entrado en un modo de guerra que en nada está abonando a la estabilidad democrática, económica, social y política del país. Y en este entorno, los actores sociales tampoco parecen reaccionar.

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El gobierno y el entorno político que hoy vivimos no son culpa de un solo hombre, sino de toda una serie de eventos que durante años se fueron gestando, y que deterioraron profundamente al país.

Lamentablemente, ni por parte del gobierno ni por parte de la oposición o los contrapesos, se quiere entender que este contexto a nadie le ayuda, y que urge cambiar tanto las formas de pensar como de actuar.

Por un lado, el Presidente parece preferir que se agudice este deterioro a niveles estructurales preocupantes, lejos de arreglarlo, por un simple ánimo de revancha alimentada por un resentimiento interminable que le impide tener una visión de Estado.

Para el Presidente, su gobierno, y su movimiento político, gobernar no se trata de buscar lo mejor para el país; mucho menos es ver por el bien colectivo. Para él, se trata de vengarse de quienes él considera malos, aunque eso signifique llevarse a los suyos y al país entre las patas.

Esta visión simplista y anacrónica de buenos y malos la explota al máximo mediante la división y la polarización, generando un daño mortal a la posibilidad de algún día recuperar un poco de paz y cohesión social en México.

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Lejos de ver por el bienestar de los mexicanos, empezando por los pobres que tanto dice representar, el Presidente prefiere dinamitar cualquier posibilidad de crecimiento económico y desarrollo mediante decisiones de gobierno contrarias a cualquier actividad económica sana.

Iniciativas ideologizadas como la reforma eléctrica, la actual propuesta de cambios a la ley de hidrocarburos, la malentendida subcontratación, el etiquetado de alimentos, entre muchas otras, no hacen más que alejarnos cada día más de la posibilidad de invertir en nuestro desarrollo.

Esto, al final del día, nos aleja cada vez más de ese anhelo de desarrollo social, bienestar y prosperidad para las familias mexicanas. Poner reversa a la movilidad social del país, que ya de por sí traía un freno de mano puesto por las administraciones anteriores.

La oposición, por su lado, ha demostrado una gran incapacidad de cometer todos los errores posibles y por haber en un entorno tan delicado como el que hoy vivimos. Y todo, por estar más enfrascados en sus intereses particulares que en ver cómo cambiar de ruta.

Más preocupados por mantener los pocos nichos de poder que les quedan, que por ver la manera de elevar el nivel de debate público y de aprovechar los evidentes errores del gobierno actual para generar una consciencia en la ciudadanía, están viendo cómo repartirse migajas.

Lejos de haber emprendido un urgente proceso de reflexión interna en los partidos de por qué se dio la elección de 2018, y por qué se da lo que hoy vemos de la 4T, han decidido enconcharse de la mano de los políticos más cuestionados y con nula vocación.

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Tristemente, vemos que nadie, ni la 4T ni la oposición (salvo contadísimas excepciones), ha entendido que es urgente reconocer culpas, errores, abusos y excesos del pasado reciente y el presente, para poder darle vuelta a la página y encaminar al país.

Nadie ha hecho el menor intento por hacer una pausa en sus errados caminos, echar un paso atrás, y reconocer la necesidad de cambiar para parar la debacle del país.

Nadie quiere ver, escuchar y mucho menos entender al otro. No, hoy se trata de denostar y fustigar al que no esté de acuerdo conmigo. Dialogar hoy parece signo de debilidad, de claudicación.

En el ámbito empresarial la historia no es tan distinta. Salvo poquísimas excepciones que están buscando cómo salir de la espiral negativa, el empresariado está enconchado en sí mismo, en una visión de un México que ya no es, y totalmente alejados de la realidad social.

Lejos quedaron las épocas de funcionarios públicos con vocación de servir, lejos quedaron los políticos que dialogaban y buscaban acuerdos, lejos quedaron los partidos de oposición con agenda de construir un sistema democrático.

Lejos las épocas de un partido de gobierno dispuesto a adaptarse a las circunstancias; de Presidentes con altura de estadista; de empresarios con visión de país y dimensión social; de las instituciones académicas que buscaban formar gente y no solo hacer negocio.

Hoy, parece que ya nadie quiere entrarle a trabajar por el país.

Nadie quiere entrarle a construir la posibilidad de un México que algún día pueda salir de la medianía y la mediocridad en la que llevamos instalados lustros.

En momentos como el actual, es inevitable pensar que, gobierne quien gobierne, México está condenado. México tiene un destino manifiesto, y los estamos viviendo.

O le entramos todos, o nos acostumbramos a que este es el México que siempre será.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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