Esto deja en desventaja a candidatos con menor trayectoria política o que no son famosos. El resultado es que se favorecen las candidaturas de dinosaurios partidistas, movilizadores fosilizados, o celebridades. Así, como estamos viendo en 2021, muchas de las candidaturas se están dando a cómicos, cantantes o reinas de belleza.
Además, el método de encuesta se presta a todo tipo de fraudes, pues las empresas privadas que hacen las encuestas terminan teniendo una injerencia enorme en los resultados. Las casas encuestadoras más éticas y profesionales hacen pública su metodología, pero otras se prestan a la manipulación burda de los resultados.
Una segunda forma de seleccionar candidatos son los acuerdos internos. Palabras más o menos, lo que sucede es que los dirigentes de cada partido se ponen de acuerdo entre sí para repartirse las candidaturas. El resultado es que no se considera quién sería mejor candidato, sino cómo saldar compromisos. A veces estos compromisos vienen de elecciones que sucedieron hace años. No importa. Los partidos siguen pagando como quien debe un crédito por décadas.
El resultado es una inmovilidad en el sistema de partidos. Debido a que (a) las encuestas le dan preferencia a personas que ya son famosas y (b) los compromisos se despachan entre los grupos de siempre, la política está colonizada por los nombres de siempre. Basta ver las listas plurinominales para darse cuenta de que en México existe una “clase política” prácticamente inmutable.