Las consecuencias de tomar decisiones sin el suficiente conocimiento técnico y desde lo deseable en lugar de desde lo real son visibles en la última compra consolidada de medicamentos, donde quedaron desiertas más de dos terceras partes de los rubros.
El gobierno ya corrigió muchos prejuicios con los que arrancó este proyecto y ya se está sentando con la industria (que genera empleos, inversiones y exportaciones mexicanas) en busca de soluciones sostenibles. Este mismo proceso sería deseable a la hora de resolver los grandes problemas de nuestro deficiente sistema de salud pública.
Despacio, que llevo prisa
Como ocurre en otros temas de la agenda acelerada de gobierno, la prisa es enemiga de la solución de problemas complejos. Cancelar lo que proceda de gobiernos previos, juntar los recursos, centralizar compras y rehacer todo desde cero no parecen medidas de política pública, sino medidas financieras, diagnósticos al vapor y parches de corto plazo.
La descentralización de la salud es necesaria para cualquier sistema que aspire a ser eficaz. ¿Tendría sentido analizar caso por caso dónde ha funcionado el Seguro Popular, y entender dónde no, y si fuera el caso, dónde hubo desvíos de recursos y cómo evitarlos? Puede llamarse de otro modo, reinventarse bajo los colores de Morena, pero cancelar los aprendizajes para volver a un sistema centralizado que tampoco funcionaba no parece la mejor solución. Además, la cancelación de derechos adquiridos por integrar fondos al Instituto del Bienestar puede encontrarse con dificultades legales de constitucionalidad, como puede ser los del fondo designado para enfermedades graves.
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La pregunta que surge, y que parecería un buen punto de partida, es si el gobierno ha tenido tiempo, recursos y amplitud de miras para hacer un buen diagnóstico de la situación.
La respuesta es que el corto plazo se comió la agenda. Difícilmente lo que se propone va a lograr los objetivos presidenciales de mejorar la salud del ciudadano promedio y ampliar el gasto en salud pública.