El de Herrera es el rostro que lanzó mil memes. Y no es para menos. Herrera seguramente sabe que enfrenta un desafío doblemente complicado. Primero, porque la economía mexicana ha entrado en un bache que ningún acto de voluntarismo puede disfrazar.
Y segundo, porque el nuevo secretario de Hacienda debe tener muy claro lo que su trabajo supone en el peculiar andamiaje de este gobierno. No está ahí para guiar la economía mexicana desde su innegable preparación sino para tratar de mediar entre las ambiciones lopezobradoristas y la realidad.
También sabe que fungirá de apagafuegos. Ya tuvo que hacerlo frente al Financial Times cuando López Obrador acusó al diario inglés de solapar a los gobiernos anteriores de México y sus tropiezos (una mentira absoluta, claro está).
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No será la última vez que Herrera tenga que salir al quite. En el fondo, por más convencido que esté del proyecto del presidente, Herrera debe saber que es una de las últimas piezas moderadas que quedan en el tablero. Si fracasa o termina por tirar la toalla, el rumbo de la economía mexicana estará todavía más en manos inexpertas y mesiánicas.
La historia no miente. Esa es una receta para el abismo. Arturo Herrera, hombre preparado y franco, lo sabe bien. De ahí su gesto. De ahí su preocupación.