Sobre el último factor, Pérez García explica que, cuando un menor es víctima directa o indirecta de un hecho delictivo, "lo que está tocándose o en muchos momentos rompiéndose es un proyecto de vida". En consecuencia, esto podría derivar en conductas antisociales si no se dan alternativas de acceso a la justicia y garantías de no repetición.
"Muchos de los niños que han sido víctimas de un hecho delictivo o tienen un familiar desaparecido o asesinado pueden tomar en este rencor como venganza siendo parte de grupos criminales", advierte el activista.
Carlos Cruz, especialista en prevención del delito en adolescentes, coincide en que la impunidad es uno de los grandes pendientes que podrían derivar en actitudes de conflicto con la ley.
"Si no hay un mecanismo para que se le repare el daño, lo más seguro es que (ese menor) empiece a normalizar que el Estado y la justicia no son un proceso social", señala.
Cruz, quien trabaja con adolescentes en situación de riesgo, alerta de que, sumado a ello, tampoco hay una política pública de salud ni contra la violencia para los menores y la sociedad en general.
"Hay que recordar que hay adolescentes que han vivido toda su vida en medio de la guerra contra el narcotráfico", dice, y agrega que en materia de salud mental "tendríamos que estar haciendo en las escuelas procesos para la educación para la salud y procesos de la educación para la paz, lo que tiene que ver con interrupción de la violencia y mediación".
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