Meyer admite que no ha estudiado a fondo el caso desde el punto de vista histórico o judicial, pero como todo mexicano tiene dudas sobre las conclusiones y muy probablemente quedará como otros crímenes de esa relevancia, como el del presidente estadunidense John Kennedy, ocurrido en 1963, largamente investigado y que al final “no convenció”.
Del mismo modo el asesinato de Colosio “el punto realmente importante es la imposibilidad por parte de los gobiernos de la época de hacer una investigación creíble. No es la única cosa increíble que hemos tenido, pero este caso es notable por la incapacidad que mostraron.
“No han sido capaces de dar una explicación convincente que ponga ya fin a las especulaciones y que eso que quede archivado como una historia ya concluida. Y a lo mejor nunca concluye”.
Meyer considera que ya no toca al gobierno de López Obrador meterse e intentar esclarecer el caso, “ya es muy tarde” pues casi concluye el sexenio.
Pero si debe servir de experiencia. “Este gobierno de López Obrador tiene que dar la explicación sobre Ayotzinapa, ya no sobre Colosio”.
“Quizás lo que debe pasar ahora es que se aprenda de esa investigación mal llevada y de la duda que genera en la ciudadanía, para que no se repita exactamente lo mismo en el caso de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa”, pues a su juicio eso es lo que toca aclarar a esta administración.
Si el presidente López Obrador va a fondo y se tienen nuevos elementos, sería positivo que se reabriera el caso, plantea Basave Benítez. De ser así “enhorabuena bienvenida esa reapertura, soy el primero en aplaudirla y hasta me apunto para declarar”.
Pero –ataja- “no me parece que por ahí venga este asunto, si no que va en dos sentidos, uno electorero: para usar el tema con propósitos electorales. Y segundo: para usarlo de venganza y para revancha política”.
Lo que quiere el jefe del Ejecutivo, indica, es “pegarle a sus villanos favoritos, pegarle a Salinas, pegarle a García Luna que ahora lo mencionan como el que fue a Tijuana a sacar al presunto segundo tirador y de alguna manera embarrar hasta a Calderón y ahí no acompaño yo eso. Me parece que no es lo que necesita México”, dice.
¿Con Colosio murió el partido de Estado?
Si el asesinato de Colosio trajo consigo una corrección de rumbo hacia un país democrático o fue factor de la transición que vendría después los analistas no se ponen de acuerdo.
“No creo que eso haya dado del inicio a la transición democrática”, indica Jacques Coste, historiador. Pero “creo que sí la catapultó”.
Valora que ese hecho puso en evidencia que el régimen del partido hegemónico ya no podía permanecer como estaba, “estaba haciendo agua por muchos frentes y el régimen poco a poco tenía que abrirse a las elecciones limpias y libres”.
Por el contrario, para Basave el crimen dificultó avances democráticos.
“La ausencia de Colosio y la llegada de Zedillo primero la candidatura y luego la presidencia provocó que la transición democrática mexicana se diera a tumbos, sobre las rodillas, sin planeación, sin tersura.
“No hubo nada que remotamente parecido al pacto de la Mocloa” dice en referencia al acuerdo que en España forjaron fuerzas de todo el espectro político para permitir la transición democrática.
En México, no sólo no ocurrió eso, sino que se desdeñó a la política y los resultados aún están a la vista, establece.
“A Zedillo no le interesaba la política, incuso era un hombre le molestaba hacer política. Entonces el delegó todo y se hizo todo muy mal. Por eso por eso creo que la transición democrática mexicana incluso no ha culminado”, expone.
Basave indica por eso que con o sin asesinato el país estaba encaminado a la transición. No en 1994, en que ganó Zedillo, pero si al siguiente gobierno.
“Creo que si a Colosio no lo hubieran matado, y hubiera sido presidente, creo que se habría dado la alternancia en el año 2000, yo creo que eso no habría cambiado. Creo que habría perdido el PRI la presidencia en el año 2000 igual que sucedió con Zedillo”.