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Caso Colosio: 30 años de dudas, sospechas y versiones sin aclarar

El presidente Andrés Manuel López Obrador se ha pronunciado por reabrir el expediente del caso Colosio; analistas consideran que aunque hay dudas sobre el crimen, este gobierno ya no puede resolverlo.
sáb 23 marzo 2024 11:59 PM
Caso-Colosio
Tras 30 años, este 23 de marzo siguen las dudas del caso Colosio.

Hace 30 años dos balas mataron al excandidato presidencial Luis Donaldo Colosio, conmocionaron al país y lo dejaron marcado, al menos, por la duda: tres décadas después sigue como un caso sin resolver y ronda la intención de reabrirlo para encontrar nuevos culpables.

No hay acuerdo sobre si algo hubiera cambiado con un gobierno de Colosio, qué efecto tuvo en el país su asesinato o qué aprendió México tras esa experiencia: la sospecha es la única coincidencia en torno a ese magnicidio.

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Para politólogos ese crimen fue un parteaguas que el país no ha superado, pues no hubo justicia y nadie confía ya en esa investigación.

El año del asesinato de Colosio fue la acumulación de problemas: el 1 de enero de 1994 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas; el 23 de marzo fue asesinado Colosio, entonces candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el 29 de septiembre fue ultimado el entonces secretario general de ese partido, José Francisco Ruiz Massieu.

“Fue el annus horribilis mexicano y marcó un antes y después”, establece el politólogo Agustín Basave Benítez, profesor emérito de la Universidad de Monterrey (UDEM).

Y las repercusiones se sitúa en el ámbito político, económico, social, y todas fueron “para mal”, agrega quien fuera colaborador y amigo de Colosio:

“Ese asesinato fue una especie de mensaje: a partir de ahora todo se vale”, valora.

Para el historiador y analista político Jacques Coste, el crimen fue el momento más dramático:

"Fue la cumbre de una época en la que se resquebrajó en el régimen postrevolucionario de partido hegemónico y donde salieron a relucir las fracturas de ese de ese partido que se caracterizaba por la disciplina de partido”, asegura.

Para historiador Lorenzo Meyer se trata de un episodio inconcluso de la historia:

“Lo único clarísimo es la imposibilidad del gobierno, del Estado mexicano, de dar una explicación convincente y que ponga ya fin a las especulaciones... no ha concluido y a lo mejor nunca concluye”, advierte.

¿Quién era Colosio?

Colosio era un economista y un político tradicional. Fue formado en el PRI, que también presidió y del que fue senador; fue cercano al entonces presidente Carlos Salinas, quien lo nombró secretario de Desarrollo Social y también su candidato a sucederlo en el cargo para las elecciones que serían el 21 de agosto de ese año.

Murió asesinado el miércoles 23 de marzo, en un mitin de campaña presidencial en Lomas Taurinas, una colonia popular de Baja California, para entonces único estado gobernado por la oposición, Acción Nacional (PAN).

El levantamiento zapatista, iniciado el 1 de enero de ese año en Chiapas, tenía al país en una dinámica de incertidumbre sobre la estabilidad social.

Y sobre la política también había dudas: por esas fechas, al menos mediáticamente seguía la percepción de un posible relevo del candidato presidencial Colosio ante el activismo de Manuel Camacho Solís, quien quiso ser postulado, no lo logró y atrajo todos los reflectores a su figura como interlocutor con el EZLN y responsable de la pacificación en Chiapas.

Casi dos semanas antes de su deceso, el 6 de marzo previo, Colosio emitió un discurso célebre, en el Monumento a la Revolución. “Reformar el poder”, demandó.

“Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”, dijo Colosio entonces, en un mensaje que algunos vieron como ruptura en el PRI.

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El analista político de la consultora Integralia, Jacques Coste, asegura que si bien Colosio no pudo llegar a ser presidente y desde ahí concretar cambios en el sentido de ese discurso, su asesinato y el contexto que lo rodeó fueron clave para evidenciar que los viejos arreglos políticos ya no funcionaban.

“Salieron a relucir las fracturas de ese de ese partido hegemónico del PRI que se caracterizaba por la disciplina de partido”, agrega el también maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora.

En ese sistema, dice, para lograr grandes consensos entre la sociedad mexicana operaba un sistema corporativista:

“Era una red política incluyente mediante la incorporación en sectores del partido y mediante distintos acuerdos políticos informales con la clase trabajadora, las clases medias, las regiones, los empresarios (pero) para los años 80 y los 90 todo ese aparato se estaba quebrando”, explica.

El magnicidio “fue un síntoma de ese quiebre y fue sin duda también un momento político dramático que dio cuenta de que el sistema ya no aguantaba más, ya era insostenible” indica el historiador.

¿Fue un crimen político?

Basave Benítez, quien incluso llegó a presidir la Fundación Colosio, hoy está retirado de la política y de la academia, pero activo en la escritura.

Reconoce que a su juicio hubo un trasfondo:

“Creo que eso (el crimen) rompió las reglas no escritas de no usar la violencia como instrumento político, reglas que se habían establecido con algunas variantes desde el asesinato de Álvaro Obregón en 1928.

“Me parece que eso de alguna manera fue una especie de mensaje y decir: a partir de ahora todo se vale. Y aunque no tengo datos empíricos para afirmarlo, creo que a raíz de eso empezó la espiral de violencia en México”, afirma en entrevista.

Admite que carece de datos que lo corroboren, pero considera que, desde su visión, a raíz de los hechos violentos de 1994: el asesinato de Colosio, el de José Francisco Ruiz Massieu, el levantamiento del EZLN, inició en el país la violencia ya sin límites.

“Fue una especie de prolegómeno con variantes, entre ellos la violencia del crimen organizado, pero sobre todo la imbricación del crimen organizado en la política mexicana. En ese sentido fue un punto de inflexión, pero para mal”, destaca.

Recuerda de esas fechas que personalmente vivió hechos que no podrían verse como de inseguridad común.

“En mi caso personal, por ejemplo, recibí mensajes amenazantes, intimidatorios; viví un secuestro exprés por esas fechas. Pudo haber sido real, con el móvil de sacar dinero de la tarjeta, pero pasaron muchas cosas que difícilmente se pueden creer como casualidades.

”A raíz de este asesinato, pues como que hubo carta libre a la violencia política y contra los ciudadanos. No lo puedo demostrar pero para mí ese asesinato fue un mensaje de se vale todo. Ya no hay límites, ya no hay reglas no escritas”, remarca.

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¿Quién ordenó matar a Colosio?

El mensaje de Colosio el 6 de marzo, en ocasión del aniversario del PRI, (el día 4) fue interpretado por analistas y periodistas como duro, de distanciamiento del presidente Carlos Salinas, lo que abrió una fuente de sospechas cuando unos días después fue ultimado.

Ya sin abanderado, el presidente Salinas se decantó por Ernesto Zedillo como candidato presidencial del PRI. El entonces secretario de Educación y extitular de Programación y Presupuesto era un economista alejado de la política partidista.

De acuerdo con estudios de la época, Zedillo ganó la elección gracias al “voto del miedo” que dominó en el electorado ante un escenario de guerrilla del EZLN y magnicidio de Colosio.

Un procurador y cuatro fiscales investigaron el asesinato y la conclusión llevó a que se dictara sentencia de 42 años contra un obrero: Mario Aburto Martínez, detenido minutos después del ataque, quien confesó haber disparado a la cabeza del candidato y haber actuado por sí mismo.

El expediente de más de 9,000 hojas fue desclasificado a principios de 2019, y como desde hace 30 años han revivido de vez en vez las teorías de que Aburto no actuó solo, otra persona disparó en el abdomen de Colosio; que Aburto fue “intercambiado” y suplantó al verdadero tirador; que hubo “complot”; que dos personas distintas dispararon; que el asesinato fue ordenado por líderes del narcotráfico o que fue un crimen político.

En 2022, la Fiscalía General de la República (FGR) ordenó reabrir el expediente y se lo asignó al fiscal Abel Galván Gallardo, extitular de la Fiscalía Especializada en Investigación de los Delitos de Desaparición Forzada.

Y en enero de este 2024, la FGR reveló un nuevo actor en la trama: Genaro García Luna, exlíder policiaco del sexenio panista de Felipe Calderón, pero quien en 1994 habría sido enviado a liberar a quien es considerado “segundo tirador”, José Antonio Sánchez Ortega, un agente del Centro de Información y Seguridad Nacional (Cisen) y quien estaba retenido como parte de las investigaciones.

Su chamarra tenia manchas de sangre, pues estuvo en el lugar, según las indagatorias iniciales, y dio positivo en el estudio que se realizó en las manos para identificar si había disparado una arma.

Ahora, la reapertura del caso se relaciona también con la promoción de libertad que ha hecho el abogado de Aburto, Jesús González Schmall, cercano al mismo López Obrador y quien litiga la liberación pues hubo fallas de procedimiento judicial, lo que será decidido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

Mientras, el hijo del político ultimado, y también llamado Luis Donaldo Colosio, hoy de 38 años y alcalde de Monterrey, Nuevo León, se ha pronunciado por el indulto al asesino de su padre, para que eso “permita sanar a México y a la familia”.

López Obrador ya rechazó dejar el caso así, y ha dejado de tocar el asunto, por lo menos hasta ahora, luego de que el alcalde Colosio Riojas le pidiera dejar de mencionar el tema en su conferencia mañanera, si en realidad no busca politizarlo.

Por todo ello, para Lorenzo Meyer, historiador de El Colegio de México y analista político, asegura que la única experiencia clara que deja el caso Colosio es “la insatisfacción de que no creemos que se haya investigado a fondo”.

Meyer admite que no ha estudiado a fondo el caso desde el punto de vista histórico o judicial, pero como todo mexicano tiene dudas sobre las conclusiones y muy probablemente quedará como otros crímenes de esa relevancia, como el del presidente estadunidense John Kennedy, ocurrido en 1963, largamente investigado y que al final “no convenció”.

Del mismo modo el asesinato de Colosio “el punto realmente importante es la imposibilidad por parte de los gobiernos de la época de hacer una investigación creíble. No es la única cosa increíble que hemos tenido, pero este caso es notable por la incapacidad que mostraron.

“No han sido capaces de dar una explicación convincente que ponga ya fin a las especulaciones y que eso que quede archivado como una historia ya concluida. Y a lo mejor nunca concluye”.

Meyer considera que ya no toca al gobierno de López Obrador meterse e intentar esclarecer el caso, “ya es muy tarde” pues casi concluye el sexenio.

Pero si debe servir de experiencia. “Este gobierno de López Obrador tiene que dar la explicación sobre Ayotzinapa, ya no sobre Colosio”.

“Quizás lo que debe pasar ahora es que se aprenda de esa investigación mal llevada y de la duda que genera en la ciudadanía, para que no se repita exactamente lo mismo en el caso de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa”, pues a su juicio eso es lo que toca aclarar a esta administración.

Si el presidente López Obrador va a fondo y se tienen nuevos elementos, sería positivo que se reabriera el caso, plantea Basave Benítez. De ser así “enhorabuena bienvenida esa reapertura, soy el primero en aplaudirla y hasta me apunto para declarar”.

Pero –ataja- “no me parece que por ahí venga este asunto, si no que va en dos sentidos, uno electorero: para usar el tema con propósitos electorales. Y segundo: para usarlo de venganza y para revancha política”.

Lo que quiere el jefe del Ejecutivo, indica, es “pegarle a sus villanos favoritos, pegarle a Salinas, pegarle a García Luna que ahora lo mencionan como el que fue a Tijuana a sacar al presunto segundo tirador y de alguna manera embarrar hasta a Calderón y ahí no acompaño yo eso. Me parece que no es lo que necesita México”, dice.

¿Con Colosio murió el partido de Estado?

Si el asesinato de Colosio trajo consigo una corrección de rumbo hacia un país democrático o fue factor de la transición que vendría después los analistas no se ponen de acuerdo.

“No creo que eso haya dado del inicio a la transición democrática”, indica Jacques Coste, historiador. Pero “creo que sí la catapultó”.

Valora que ese hecho puso en evidencia que el régimen del partido hegemónico ya no podía permanecer como estaba, “estaba haciendo agua por muchos frentes y el régimen poco a poco tenía que abrirse a las elecciones limpias y libres”.

Por el contrario, para Basave el crimen dificultó avances democráticos.

“La ausencia de Colosio y la llegada de Zedillo primero la candidatura y luego la presidencia provocó que la transición democrática mexicana se diera a tumbos, sobre las rodillas, sin planeación, sin tersura.

“No hubo nada que remotamente parecido al pacto de la Mocloa” dice en referencia al acuerdo que en España forjaron fuerzas de todo el espectro político para permitir la transición democrática.

En México, no sólo no ocurrió eso, sino que se desdeñó a la política y los resultados aún están a la vista, establece.

“A Zedillo no le interesaba la política, incuso era un hombre le molestaba hacer política. Entonces el delegó todo y se hizo todo muy mal. Por eso por eso creo que la transición democrática mexicana incluso no ha culminado”, expone.

Basave indica por eso que con o sin asesinato el país estaba encaminado a la transición. No en 1994, en que ganó Zedillo, pero si al siguiente gobierno.

“Creo que si a Colosio no lo hubieran matado, y hubiera sido presidente, creo que se habría dado la alternancia en el año 2000, yo creo que eso no habría cambiado. Creo que habría perdido el PRI la presidencia en el año 2000 igual que sucedió con Zedillo”.

¿Colosio hubiera cambiado algo?

La ausencia de Colosio sí afectó al país en materia económica y para mal, pues no habría tomado algunas decisiones que si se concretaron, explica Basave, quien de entonces a la fecha ha sido presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y en 2018 coordinador de asesores del excandidato presidencial Ricardo Anaya.

Pero rechaza que el político fallecido hubiera hecho algo distinto a lo hecho, en general y en materia económica.

“La ausencia de Colosio, su no presidencia de la República pues también dijo le hizo daño a México en otros sentidos, en económico”, ejemplifica.

También expone que no hubiera sido un político de izquierda:

“No era un nombre de izquierda ni en su política económica... habría seguido en lo esencial de una política macroeconómica prudente, muy parecida en el sentido a la de Salinas.

“Pero sí creo que habría tenido matices. Yo no creo, por ejemplo, que él habría simpatizado con la idea de las extranjerización de la banca mexicana a la que ayudó mucho Zedillo”, detalla.

Finalmente, el excolaborador de Colosio considera que sí “habría sido mucho mejor presidente que Zedillo, era un hombre mucho más inteligente y talentoso”.

La realidad, indica el historiador Coste, es que Colosio dejó a una generación de políticos reformistas en el PRI y esta se quedó esperando una oportunidad para la política.

Los colaboradores de Colosio tenían una agenda reformista y “toda esa generación se quedó con una especie de espinita de qué hubiera pasado si no hubiera ocurrido el magnicidio y hubieran llegado al poder”.

Hay quienes plantean que la llegada al poder de Colosio hubiera cambiado todo, sin embargo considera que es una suerte de idealismo.

Pero si es así o no, Basave plantea que hoy, 30 años después lo que si hay son visos de restauración del partido hegemónico que había en 1994 y era el PRI, pero ahora con Morena, la fuerza política del presidente López Obrador.

“Si veo un proyecto de no sólo de formar un partido hegemónico con Morena como lo fue el PRI en su momento, con un régimen autoritario, y de cierta medida un nuevo maximato con un poder tras el trono, que sería López Obrador de expresidente si gana Claudia Sheinbaum”.

A su juicio de ganar esa candidata habría autoritarismo y concentración de poder, por lo que claramente se define por Xóchitl Gálvez y no por Movimiento Ciudadano (MC), partido en el que milita su hijo Agustín Basave Alanís hoy diputado federal y cercano a Colosio Riojas, también de ese partido y considerado presidenciable, como su padre.

De acuerdo con el profesor emérito de la Universidad de Monterrey (UDEM), va con esa postulación opositora porque ahora a diferencia del PRI de antes, está la agravante de que López Obrador busca “seguir manejando las cosas. Creo que convirtió en la silla del águila (presidencial) en una silla eléctrica Para que si su sucesora no hace lo que él quiera venga la descarga con la revocación de mandato”.

Sin embargo indica que lo más grave es “la gestación del pensamiento único. Si no piensas como la Cuarta Transformación no eres honesto, eres corrupto, no eres ni mexicano, ni mexicana, eres un apátrida, un traidor. Ese es el preludio del pensamiento único que no quiere decir que no hay quien piense diferente, sino que quien lo hace es marginado”.

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