2025 es el primer año completo de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Y marca ya un año y 3 meses de su administración. Tiempo suficiente para tener claro su estilo de gobernar, y anticipar los siguientes 4 años y 9 meses de su periodo.
Un año de contrastes
Esta primera etapa, principalmente a partir de la llegada oficial de Trump, ha sido sin duda una de grandes contrastes en la manera de llevar las riendas. Contrastes que dejan ver, por un lado, un estilo y visión propios; y por el otro, una clara sintonía y coincidencia de ideas con su mentor.
Algo en lo que definitivamente lo ha hecho bien la presidenta es en el manejo con Estados Unidos. Ha logrado sobre llevar la relación sin mayores sobresaltos, lo que le ha valido reconocimiento internacional y una diferenciación importante, por ejemplo con Canadá.
Por supuesto, la presidenta tiene un ventaja que no tienen otros Jefes de Estado. Ella entiende bien la figura de Trump, voluble y visceral, porque ella misma aprendió de otra figura igual. Por eso sabe que mientras se le mantenga tranquilo, dándole “victorias”, es manejable.
Sin embargo, esta estrategia mostró grandes resultados los primeros meses. A estas alturas, esos logros iniciales ya se quedaron cortos para México ante los acuerdos de Estados Unidos con Europa, Japón y Corea principalmente. Sobre todo para el principal sector de la economía nacional: el automotriz.
Adicionalmente, un desatino ha sido el discurso público de que 85% de las exportaciones mexicanas están libres de arancel. Primero porque no es cierto, al menos el 30% paga algún nivel de arancel. Y segundo, porque se arriesga que en Estados Unidos piensen que tienen que ser más duros hacia México.
Otra parte muy positiva de la presidenta es la apertura al diálogo con el sector empresarial. Algo a lo que AMLO siempre le rehuyó. Hablaba con algunos cuantos, pero ponía barreras con la mayoría.
La presidenta ha tenido una actitud mucho más conciliadora con el sector privado, nacional y extranjero. Y es claro que la línea para los miembros de su gabinete es el de mantener cercanía y comunicación. Esto ha sido particularmente notorio con las Secretarías de Economía y de Hacienda.
Incluso parece que empieza a abrirse un diálogo con el SAT, que durante todo el sexenio pasado e inicios del actual fue totalmente reacio. Este diálogo es más forzado por la pública queja del empresariado estadounidense, pero se está dando, lo cual denota capacidad de recapacitar.
Lamentablemente, en un sector toral para todo el sector privado, que es tan delicado y controversial como el energético, sigue la cerrazón al diálogo e interlocución, afectando a sectores tan diversos como el automotriz, por los permisos previos de importación de lubricantes.
En el mismo sentido de apertura, el Plan México ha sido una muestra clara de escuchar al sector privado. El tipo de acciones que incluye son demandas empresariales que siempre rechazó de manera tajante AMLO, incluso durante la crisis de la pandemia.
Lamentablemente, el Plan México era buena idea, aunque limitada, para los rezagos heredados antes de la coyuntura arancelaria. A partir de la imposición de aranceles de Estados Unidos, queda totalmente rebasado y corto para las necesidades del país y de los sectores industriales. Hay que recalibrar.
Esto nos lleva al gran reto del gobierno en materia de diálogo y apertura, que es su poca capacidad de traducirlo en acciones concretas que realmente eliminen los obstáculos gubernamentales para garantizar la operación adecuada de las empresas e inversiones en México.
Son muchos, y crecientes, los atorones burocráticos en materia aduanera, por ejemplo, ignorando en la reciente reforma sus problemas de fondo. Otro ejemplo es la agenda de simplificación administrativa, de la que aún no se ven mejoras palpables en la infinidad de trámites.
Pero así como el diálogo con el empresariado ha sido un cambio positivo importante con esta administración, hay aspectos en los que la presidenta claramente está quedando muy corta, o en los que simplemente comparte una visión anacrónica con su mentor.
Un tema preocupante es la evidente falta de manejo y capacidad política, notoria en varios frentes. Dos obvios son el nivel de indisciplina en la fuerza política gobernante, y el bajo control sobre sus grupos parlamentarios en ambas cámaras.
Es evidente la falta de colmillo político, y de operadores capaces de prevenir y/o desactivar problemáticas internas de las huestes de Morena. Lo que le genera costos importantes al gobierno.
Otro factor de riesgo es la clara incapacidad de evitar o neutralizar problemáticas sociales como los constantes bloqueos de vías carreteras, ferroviarias, cruces fronterizos; y las principales vialidades de la CDMX. Además del riesgo social y de inseguridad, esto genera incertidumbre a la inversión.
Un tercer factor de gran preocupación es la visión desinstitucionalizadora de la presidenta. Una cosa fue tener que aguantar la agenda de reformas constitucionales del último mes de su antecesor.
Pero todo lo posterior, tanto sus reformas secundarias a la judicial, como lo relacionado con órganos autónomos, amparo, y el esbozo de la próxima reforma política electoral, entre otras, confirma una convicción personal de la presidenta con esa misma línea autoritaria y centralista de AMLO.
Esto se refleja en el diálogo nulo con las fuerzas políticas, incluida la propia. En la hegemonía priista, para los despistados que siguen comparando a la 4T con ese periodo, la primera línea de negociación, y la más compleja, era al interior por la diversidad de sus integrantes.
Estos aspectos políticos son en los que, probablemente, la presidenta debería reflexionar mucho más a fondo al finalizar este primer año. La combinación de cerrazón política y la incapacidad de operación pueden resultar muy costosos para su sexenio, y preocupantes para su legado.
Finalmente, una característica muy preocupante compartida con AMLO es la piel extremadamente delgada. El caso del oficialismo contra María Amparo Casar revela un gobierno con un nivel de intolerancia inexplicable dada su fuerza electoral, y un ánimo de invalidar cualquier voz crítica sin importar si se tiene o no razón. Solidaridad con María Amparo ante esta clara injusticia.
¡Felices fiestas y un mejor 2026! Nos leemos en enero.
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