Las últimas semanas el país ha estado secuestrado por diversas “protestas” sociales, sin visos de entendimiento ni mucho menos estrategia gubernamental para resolverlo y evitarlo. Con una aparente incapacidad, o desinterés, de usar la política para lo que es: dialogar, concertar y actuar.
Entre el secuestro, la impunidad y la impotencia
A lo largo y ancho del país, y por supuesto en la Zona Metropolitana de la CDMX, la constante en estas semanas han sido los bloqueos de vías carreteras, vías férreas, avenidas principales, aduanas y cruces fronterizos, puertos, más lo que se les ocurra.
Son varios los grupos sociales que han decidido tomar la calle, con demandas muy distintas. Desde agricultores que exigen precios de garantía o compensaciones, pseudo maestros que quieren evitar trabajar a toda costa, transportistas hartos de la inseguridad y violencia, hasta “jóvenes” de choque manifestándose por quién sabe qué, entre muchos otros.
Todo esto, mientras el resto de la ciudadanía estamos totalmente y absolutamente secuestrados, en plena disrupción de nuestras dinámicas diarias, sin poder transitar libremente, perdiendo tiempo, dinero y salud, en un país ya de por sí habitualmente caótico.
Y del gobierno, federal y locales, poco se ve. Los anuncios de cierres y bloqueos parecen no llegarles. Lejos de ver las maneras de evitarlos, y de tomar las medidas necesarias para sancionarlos, se sientan a ver cómo transcurre el secuestro. Hasta palomitas se han de preparar.
Con un componente particular. Ante ciertas movilizaciones ciudadanas que les incomodan, curiosamente actúan con firmeza, incluso deteniendo decenas de personas. Pero ante los secuestros generalizados de vías, pareciera que hasta les dejan el paso libre. Sin importar las consecuencias.
Es altamente preocupante ver lo que está sucediendo. Tantos grupos, algunos de choque y otros genuinamente desesperados, con tantas demandas y frustraciones, nos muestran un país con crecientes crisis sociales que a todos deberían preocuparnos.
La convergencia de tantas inconformidades es un síntoma inequívoco de que algo no está funcionando en la manera de gobernar. Y la impericia para manejar estas situaciones es muestra irrefutable de que el gobierno no tiene idea de cómo abordarlas.
En los tiempos de la hegemonía priista, con la que a tantos despistados les gusta comparar a la 4T, este tipo de episodios eran poco comunes. Había operadores políticos avezados que entendían cada grupo y demanda social, y se activaban ante cualquier indicio de contingencia.
La Secretaría de Gobernación (Segob) era el pilar de la operación política y social. Pero en varias dependencias se tenían estas capacidades, particularmente áreas torales como Sagarpa o SEP. Siempre con una buena coordinación de la Segob y cuando era necesario, con apoyo local.
Por supuesto que se daban conflictos. Pero una buena parte eran o desactivados previamente, o disueltos en poco tiempo, gracias a esa maquinaria de operación política y social.
Hoy queda claro que el gobierno federal no tiene esa infraestructura de operación. Y pareciera que ni siquiera entiende la necesidad y la importancia de tenerla. Evidenciando que, además, tampoco tienen idea de cómo construirla. Hay una evidente falta de colmillo y experiencia.
A pesar de las crisis que se están causando en la actividad económica del país, y las consecuencias sociales que conllevan, todos nos preguntamos dónde están las autoridades. Porque en las vías bloqueadas o en las zonas sitiadas por el crimen no.
El nivel, intensidad y constancia de las manifestaciones actuales evoca automáticamente al sexenio peñista, con la intensa actividad de protesta que hubo durante las reformas estructurales primero, y a partir de Ayotzinapa después.
Es curioso. El discurso de la entonces naciente 4T, y que fue base para sus campañas electorales 2018 y 2024, era que la gente estaba harta de gobiernos abusivos, ineficientes y autocomplacientes. Que las marchas mostraban un gobierno desconectado con la sociedad, que no escuchaba y no veía.
Algo tendría que estar reflexionando hoy la presidencia si en este poco más de primer año de gobierno se le están acumulando el mismo nivel de protestas que con Peña. ¿O será que el abuso, la ineficiencia y la autocomplacencia oficiales ya no son malas?
Y también sería de reflexionar que muchos de los grupos rijosos marchantes de la actualidad, son los mismos que salieron contra el peñismo, y que fueron base importante del movimiento obradorista y la 4T.
El daño económico que se está haciendo es enorme, en un país en donde ya de por si están profundamente deteriorados las condiciones de inversión, la certidumbre jurídica y el sistema democrático.
Pero las implicaciones sociales de lo que estamos viendo son aún más preocupantes. Tanto por el origen de estos secuestros constantes, como por las consecuencias de la parálisis económica que están provocando.
Mientras el gobierno entiende lo que está pasando, y se decide a ser autoridad en toda la extensión de la palabra, la ciudadanía seguiremos secuestrados, atrapados entre la impunidad con que estos grupos nos coartan nuestras libertades, y la impotencia de ver un gobierno inerte y congelado, cuya única salida parecen ser los discursos distractores de ataque a sus críticos.
Los que eran distintos, a los que les molesta tanto ser comparados con los anteriores, replicando a la perfección la insensibilidad social de esos a los que tanto criticaron.
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