Morena promovió la reforma de amparo con tres objetivos principales: (1) recaudar más recursos, evitando que las empresas utilicen el amparo como instrumento de defensa en controversias fiscales; (2) limitar los mecanismos de protección de los derechos humanos, al concebirlos como parte central del giro neoliberal; y (3) empoderar al Estado frente al capital y las élites. Resumo, de manera apretada, mi columna de la semana pasada . Dedicaré las siguientes líneas a esgrimir una crítica, desde el republicanismo de izquierda, a los argumentos morenistas y a la reforma en general.
Crítica a la Reforma de Amparo desde la izquierda (segunda parte)
En primer lugar, si Morena quería evitar que las élites económicas y las empresas se valieran del amparo para disminuir su carga fiscal y pagar menos impuestos —objetivo que comparto—, había formas de hacerlo sin necesidad de tirar el amparo completo a la basura. En otros países, el poder judicial o las jurisdicciones administrativas sirven precisamente para evitar que el capital capture al Estado.
Francia y Alemania, por ejemplo, tienen tribunales fiscales especializados que limitan las estrategias de evasión o elusión de las élites económicas. En el Reino Unido, los jueces pueden incluso negar beneficios fiscales que, aunque legales, contradicen el interés público. Y en los países escandinavos, donde prevalece una cultura jurídica igualitaria, los tribunales suelen actuar con deferencia hacia las decisiones fiscales del Estado y priorizan la equidad por encima de los privilegios patrimoniales. México podría haber seguido este camino: fortalecer la justicia fiscal y garantizar que el amparo sirva para defender a los ciudadanos, no para blindar privilegios corporativos.
De hecho, la reforma judicial impulsada por Morena, y diseñada y aprobada a las prisas para darle una última victoria legislativa a López Obrador, hubiera sido una gran oportunidad para transformar el Poder Judicial y acercarlo más a los ideales republicanos, para así convertirlo en contrapeso no sólo de los otros dos poderes de la Unión, sino también en un freno a los poderes económicos y en una herramienta de empoderamiento para los ciudadanos. Sin embargo, Morena se enfocó exclusivamente en la elección por voto popular de los jueces y desperdició una oportunidad para buscar otros cambios que contribuyeran a la construcción de un país más justo, igualitario e incluyente.
En suma, si el objetivo prioritario era aumentar la recaudación de impuestos y evitar el uso empresarial del amparo para obtener beneficios fiscales, había mecanismos para lograrlo sin necesidad de retirarle a los ciudadanos un instrumento tan importante de defensa contra ejercicios de poder abusivos, arbitrarios o autoritarios (a los que, por cierto, son propensos varios miembros de la coalición gobernante, como Noroña, Adán Agusto, Rocha Moya y compañía). Sin embargo, ése no era el único objetivo: como expliqué la semana pasada, Morena también impulsó la reforma al amparo por motivos ideológicos y por una lectura —en mi opinión errónea— de la historia del país.
Morena ve al Poder Judicial y a las herramientas jurídicas para defender los derechos de particulares como una fuerza conservadora en la historia de México. Pero se equivoca de principio a fin. Como ha demostrado la historiadora Bianca Premo , en el siglo XVIII distintos grupos marginados acudieron a los tribunales en masa con un nuevo discurso de “derechos naturales” que sirvió para ampliar las protecciones de mujeres frente a padres o maridos abusivos, de individuos indígenas en contra de caciques despóticos y de personas esclavizadas afrodescendientes ante sus amos, muchas veces incluso ayudándolos a ganar su libertad.
Los grandes liberales mexicanos del siglo XIX —incluido Juárez, de quien Morena se dice heredero— fueron los creadores, ampliadores y defensores del amparo. Ignacio Ramírez “El Nigromante”, uno de los liberales más radicales (y que hoy podría considerarse más de izquierda), decía que la Ley debía proteger los derechos, mas no los privilegios, de los individuos, y veía al amparo como una herramienta central para garantizar al mismo tiempo la igualdad y la libertad, ideal al que la izquierda aspira.
Pero no hay que irse tan lejos. En tiempos recientes, el amparo ha sido un mecanismo crucial para ampliar derechos: permitió el matrimonio igualitario , frenó concesiones mineras irregulares en territorios indígenas , abrió el camino a la despenalización del aborto y evitó el silenciamiento de periodistas . En estos y otros casos, han sido activistas de ras de tierra, organizaciones de defensa del territorio, colectivas feministas, familiares de víctimas y defensores de derechos humanos quienes han promovido los amparos, no las grandes corporaciones. Por si fuera poco, estos y otros casos han derivado en ganancias concretas en términos de igualdad, justicia social y ampliación de derechos.
En resumen, es falso que la defensa del amparo equivale a la defensa de las élites y los privilegios. Desde el republicanismo de izquierda, el amparo puede concebirse como una herramienta de empoderamiento social y de defensa de las personas vulnerables, y como un instrumento para procurar, simultáneamente, la justicia, la igualdad y la libertad.
Pero Morena no lo ve así. La reforma de amparo ya pasó y eso nos dice mucho del tipo de izquierda que es el partido en el poder y del tipo de régimen que está instaurando.
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Nota del editor: Jacques Coste es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.