Desde mi perspectiva, la explicación parece estar en una mezcla de prioridades que, al menos en el discurso, parecen estar claras. Es decir, la apuesta por reforzar el sistema de salud pública, brindar apoyos sociales a los grupos más vulnerables y el impulso del nacionalismo, han sido elementos insignia de esta administración. A ello se suma un estilo de gestión que, si bien no evita confrontaciones, lo hace desde un tono que ha buscado establecer puentes con el sector empresarial, en especial con aquellas compañías locales interesadas que, desde su perspectiva, aún tienen mucha capacidad de invertir en sectores estratégicos. Esta combinación de atención a las dolencias sociales y pragmatismo económico parece su sello en este casi primer año de gobierno y, sin duda, su mejor arma frente a la percepción ciudadana.
“Vamos bien, pero vamos a ir mejor”, dijo Sheinbaum en su discurso. Independientemente de si los avances presentados en cifras durante ese discurso corresponden a una realidad uniforme, lo cierto es que ese optimismo se traduce en confianza para buena parte de la sociedad. Y es allí donde radica su principal activo político. Más que en los números duros, su fortaleza está en la idea de rumbo que transmite y en el optimismo que genera, aun cuando los resultados todavía están en construcción.
Pero la aprobación de hoy no garantiza la del mañana. Quedan cinco años de gobierno en los que se pondrá a prueba esa narrativa. Existen aún dudas respecto a decisiones polémicas que la han acompañado desde el inicio de su gobierno, como la elección y entrada en funciones de los nuevos integrantes del Poder Judicial, que para algunos sectores implica más un riesgo que un ejercicio pleno de democracias desarrolladas. También persisten las presiones externas. Estados Unidos ha marcado la agenda en temas como la lucha contra el narcotráfico, con costos económicos y políticos para México, y la renegociación del T-MEC es un reto más por venir para esta administración y su relación con el país vecino, en medio de muchas amenazas arancelarias.
La aprobación con la que Claudia Sheinbaum llega a su primer informe de gobierno es, sin duda, un activo político invaluable. Pero también es un tema frágil. Para muchos, su aprobación refleja más bien expectativas que resultados plenamente consolidados. Esto no significa ausencia de avances, sino que la percepción positiva se ha adelantado a la realidad de los hechos. Y si bien el optimismo social puede ser motor de legitimidad, también es combustible que se agota rápido si no se traduce en cambios tangibles.