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El diferenciador

La presidenta Claudia Sheinbaum ha podido imprimir un sello diferenciador en medio de un mar de voces que le demandan no apartarse de la agenda impuesta por su antecesor.
vie 05 septiembre 2025 06:04 AM
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Existe una multiplicidad de grupos a la que la presidenta debe responder y complacer para mantener a raya, al tiempo que opera y ejecuta una agenda de gobierno en un contexto que impone retos sin precedentes, apunta Georgina De la Fuente.

A un año de gobierno, es posible identificar la cuerda floja en la que la presidenta ha debido transitar para mantener un liderazgo firme dentro de su partido. Los destellos de rebeldía legislativa en torno a las reformas en materia de nepotismo electoral y los excesos veraniegos de algunos liderazgos del partido que se apartan de la narrativa oficial evidencian que las batallas políticas más complejas que Claudia Sheinbaum debe librar no se originan en la oposición sino dentro de su propia coalición gobernante. Existe una multiplicidad de grupos a la que la presidenta debe responder y complacer para mantener a raya, al tiempo que opera y ejecuta una agenda de gobierno en un contexto que impone retos sin precedentes. Uno de ellos es, sin duda, el nuevo orden internacional que busca imponer la presidencia de Donald Trump.

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Es en este marco que la presidenta ha podido imprimir un sello diferenciador en medio de un mar de voces que le demandan no apartarse de la agenda impuesta por su antecesor. Andrés Manuel López Obrador mostró un desdén indiscutible hacia la diplomacia presidencial, delegando la mayor parte de la agenda internacional a la Cancillería. Mantuvo las giras internacionales al mínimo, no acudió a foros multilaterales y hasta señaló de ineficaces a la mayoría de los organismos internacionales. Sin embargo, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha realizado un viraje marcado en este sentido, como lo permiten constatar diversos eventos en los días previos y posteriores a su primer informe.

Naturalmente, las presiones más apremiantes provienen del vecino del norte. El éxito de la revisión y posible renegociación del T-MEC, del cual la economía mexicana es altamente dependiente, ha sido asociada a la agenda doméstica de Donald Trump. En ese sentido, su continuidad en los términos negociados en su mandato anterior ha sido condicionada a los resultados que México ofrezca en materia de seguridad y combate al narcotráfico.

Estados Unidos no ha dudado en aplicar algunas medidas intimidatorias con dedicatoria implícita, como el ataque directo a una embarcación venezolana que presuntamente transportaba un cargamento de droga. Así, durante su visita a México esta semana, Marco Rubio declaró que acciones como estas “volverán a suceder” al tiempo en que celebró una cooperación sin precedentes con México en materia de seguridad. Y es que, históricamente, México y Estados Unidos habían tenido que mantener una agenda compartimentada, en que los diversos asuntos se negociaban y operaban uno a uno sin mezclarse.

Pero la realidad impuesta por el segundo mandato de Trump y la importancia de lo que está en juego en torno al T-MEC podría estar motivando y cambio radical de estrategia en materia de política exterior y no solo en lo relativo a la agenda bilateral con Estados Unidos. El Acuerdo Global modernizado Unión Europea-México, negociado desde 2018, por ejemplo, permaneció en la congeladora el sexenio pasado. López Obrador mantuvo el contacto con líderes europeos al mínimo durante su mandato. Sin embargo, en su informe del 1 de septiembre, Claudia Sheinbaum resaltó la modernización del acuerdo comercial, los encuentros diplomáticos importantes con líderes europeos, como aquellos sostenidos en el marco de la cumbre del G7, y anticipó la visita de Ursula von der Leyen a México en octubre. Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea celebró el pasado miércoles la presentación de este acuerdo a las instancias regionales pertinentes, anunciando el inicio del proceso de ratificación.

Tampoco pasó desapercibida la visita del vicepresidente brasileño a México en los días previos al informe, que resultó en una serie de acuerdos de alta relevancia en algunos sectores estratégicos como energía, salud, agricultura y movilidad, además del inicio de un proceso para actualizar los acuerdos comerciales y fortalecer la diplomacia bilateral. Todo ello, de cara a la IV Cumbre Unión Europea-CELAC que se celebrará el próximo mes de noviembre en Colombia. Si bien la presidenta Sheinbaum no ha confirmado su asistencia a dicho encuentro, tanto en el ámbito de la CELAC como del G7, ha propuesto la realización de una cumbre para impulsar una agenda común por el bienestar económico, el comercio basado en reglas que brinden certidumbre y la paz.

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Ya sea por las exigencias de la coyuntura o por convicción, la presidenta continúa realizando esfuerzos que marcan un claro diferenciador y que posibilitan el regreso de México a su tradición diplomática, abandonada durante el sexenio de López Obrador. Pero ello no la exime de responder por la aparente contradicción que implica promover reglas justas y multilateralismo en el escenario internacional, mientras que se celebra un Poder Judicial a modo y puertas cerradas a la oposición en el ámbito doméstico.

Por su parte, la cuerda en la que debe caminar dentro de su coalición parece aflojarse aún más cada que la presidenta parece hacer concesiones que la apartan de los postulados de política exterior de su antecesor. El escenario global y nacional planteado revelan el complejo tablero de ajedrez en el que la presidenta está jugando. Se acerca 2027 y el reloj revisor del T-MEC avanza, por lo que las jugadas de los siguientes meses serán cruciales para definir el rumbo que tomará su sexenio.

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Nota del editor: Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a Georgina De la Fuente.

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