Los países que integran la región de América Latina suelen experimentar significativos procesos políticos. Además de las relaciones afines o conflictivas que sostienen entre ellos, hay que agregar la impronta que representa Estados Unidos para la región. Los días recientes son un ejemplo de ello.
Pulso latinoamericano

El hecho más relevante de todo esto es, sin duda, el despliegue militar sin precedentes comparables en los últimos tiempos, de una flota de Estados Unidos en el mar Caribe. La decisión del gobierno de Donald Trump se explica en el contexto de la reciente declaración de organizaciones criminales como organizaciones terroristas y de designar al tirano Nicolás Maduro como la cabeza de un narcoestado.
La designación del Tren de Aragua, Cártel de los Soles y Cártel de Sinaloa con ese estatus de terroristas, se inscriben dentro de la agenda prioritaria de la administración Trump para atacar a las organizaciones criminales que han propiciado la introducción de drogas –fentanilo y cocaína, principalmente– y que han detonado una crisis de seguridad y de salud de la mayor relevancia en Estados Unidos.
Según reportes, la flota enviada por Estados Unidos contempla barcos de guerra, destructores de misiles guiados, un submarino de propulsión nuclear, el grupo anfibio Iwo Jima de despliegue inmediato y aviones de reconocimiento P-8, así como 4,500 marinos. En tiempos de paz y para la región que se trata, una movilización absolutamente inusual.
Si se considera que distintos informes determinan que es por el Pacífico, y no por el Caribe, la vía por la que más se logran transportar drogas hacia Estados Unidos y que Venezuela no es un productor de cocaína o fentanilo –como sí lo son México y Colombia–, pareciera que el despliegue militar y naval es excesivo.
En esa lógica, el mensaje contundente que la administración Trump envía es incrementar la presión y cerrar el cerco contra Nicolás Maduro. Si se toma como referente la quirúrgica acción militar que hace unas semanas Estados Unidos realizó en Irán, el mensaje pareciera ser que está preparado para intervenir cuando sea el momento oportuno. Una decisión estratégica, no producto de la improvisación.
El ataque en aguas internacionales, destrucción y asesinato el lunes de los tripulantes de una embarcación que –según fuentes de inteligencia de Estados Unidos– salió de Venezuela, trasportaba droga y era de una de las citadas organizaciones criminales, da cuenta que la advertencia va en serio.
En ese marco se inscribe una nueva visita del secretario de Estado, Marco Rubio, a la región; en este caso, a Ecuador y México. No es casual que se trate de dos países que padecen el flagelo de distintas organizaciones criminales. Pareciera que Trump y Rubio desempañan los roles del pirómano y el bombero. Si se considera la primera visita que Rubio realizó a Centroamérica –particularmente frente a las declaraciones de Trump de retomar el control del Canal de Panamá– la visita de Rubio fue exitosa para solucionar el conflicto.
En ese sentido, no sorprenden las descorteses declaraciones –además de no ser la primera vez– de Trump hacia la presidenta de México previas a la visita de Rubio. Sin embargo, el saldo parece positivo para los dos países.
Finalmente, un apunte sobre un desafortunado desencuentro diplomático de México con Perú. Ya no sólo es Ecuador. Muy firme pronunciamiento de la cancillería peruana ante la visita del abogado de Pedro Castillo a Palacio Nacional y las declaraciones emitidas al efecto. Así la política exterior mexicana con algunos países latinoamericanos.
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Nota del editor: Horacio Vives Segl es licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Síguelo en X como @HVivesSegl Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.