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No estamos entendiendo a los populistas ni a la sociedad

La presidenta Claudia Sheinbaum puede tener muchos errores de gobierno, pero su manera de lidiar con Donald Trump ha sido ejemplar.
lun 24 febrero 2025 06:02 AM
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Claudia Sheinbaum ha sabido darle a Donald Trump lo que más necesita un populista: ganancias políticas. No tienen que ser ganancias reales, simplemente ganancias que sean muy vendibles, considera Don Porfirio Salinas.

El regreso de Donald Trump (DT) a la Presidencia de Estados Unidos fue sorpresa para muchos que creían que, por ser una figura tan polémica y anticlimática, sería vencido por la candidata demócrata. Sin entender que esa candidata, como en México con Xóchitl, representaba lo que la gente lleva años rechazando.

Quienes ven la política desde la barrera, están perdiéndose en círculos viciosos caracterizados por cajas de eco, y falta de comprensión sobre lo que la gran mayoría de la gente está viviendo y pensando.

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Se ha perdido la capacidad de análisis sociológico, tanto sobre la gente como sobre la política. Ambas están íntimamente ligadas, para quien quiere entenderlo.

La opinocracia, y buena parte de los medios, se han encerrado en sus burbujas, dejando fuera a cualquiera que cuestione sus opiniones y posturas, la mayoría de ellas retroalimentadas por sus ámbitos más cercanos, pero que están muy lejos del ciudadano promedio.

El mal de las que alguna vez fueron élites, pero que con las configuraciones políticas actuales han perdido no solo espacio sino capacidad de influencia, y se resisten con uñas y dientes a perder los privilegios que acostumbraron, y que tanto los alejaron de la realidad social.

Critican con ahínco, y hasta coraje en algunos casos, las palabras y acciones de los liderazgos populistas que se han posicionado en buena parte del planeta, sean de izquierda o de derecha. De hecho, el error común es calificarlos, cuando el populismo si algo no tiene es ideología.

Pasó en Estados Unidos desde 2016 que DT ganó por primera vez la Presidencia. Los medios y líderes de opinión adversos no daban crédito. Pero nunca pararon a reflexionar el papel fundamental que ellos mismos tuvieron en su posicionamiento y ascenso.

Se dedicaban a hablar diario de DT durante la campaña, a cuestionarlo públicamente, a criticarlo, a vilipendiarlo. Sin entender una máxima electoral: en política lo importante es que hablen de ti, aunque sea bien.

Pasó por supuesto en México con López Obrador. Desde el esfuerzo colectivo de 2006, cuando se le posicionó gracias al intento de desafuero y a la errada campaña de llamarlo el peligro para México. Hasta 2018, cuando todas las baterías estuvieron puestas en descarrilarlo.

No se hacía más que seguirlo fortaleciendo. Y sin entender el error con su victoria, durante sus seis años de gobierno no hubo el menor entendimiento de su estrategia, cayendo todos sus críticos en el juego que él mismo les puso en frente.

Ahora, con la segunda llegada de DT, y los grandes riesgos que eso implica para México, Estados Unidos y el mundo, parecemos no haber entendido nada en los últimos nueve años. DT y AMLO son el mismo tipo de liderazgo: empoderar a esa amplia base social que se ha visto excluida por décadas por los grupos minoritarios que han detentado el poder, y se han alejado peligrosamente de la sociedad.

Sus formas populistas no caben en la cosmovisión de estos grupos, que hoy se ven arrinconados, reaccionando con la víscera y sin una estrategia visible de contrapeso.

Las constantes amenazas de DT hacia México en materia migratoria, de seguridad, y sobre todo comercial y económica, han desatado a muchas voces críticas de la 4T y de la presidenta instando a ser más combativa contra DT en defensa de México. Sin ver que esa estrategia es la misma que a ellos les ha fallado en México.

Seguimos sin entender que los populistas se comunican de manera emocional con aquella parte amplia de la sociedad que se siente hecha a un lado, con profundo rencor social y ánimo de revancha. Los populistas explotan esos sentimientos a su favor.

Los populistas no buscan acciones, políticas ni resultados concretos. Lo que buscan son ganancias político electorales, manteniendo enardecida a esa base que se siente, por fin, vista y considerada.

Buscan darle la impresión a sus seguidores de que los están reivindicando, que están dominando a quienes los perjudicaron, que están cambiando todo para darles justicia. No importa si es para mejorar sus vidas o no, lo que importa es darles esa satisfacción de revancha.

Tienen el diagnóstico correcto de los problemas de su país, y juegan con ese discurso público. No persiguen solucionar esos problemas que han diagnosticado, sino seguirlos aprovechando para su beneficio. Haciendo cambios que más bien profundizan las problemáticas.

Contraponerse a un populista es precisamente caer en su juego, un juego en el que ellos automáticamente ganan ante la impericia de los de enfrente.

Una constante es el uso de la amenaza, velada o explícita, para asustar a sus oponentes y ponerlos en una situación desesperada. Es un juego discursivo psicológico que amedrenta mediante posturas radicales y extremas.

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De eso es de lo que hay que estar conscientes al momento de tener interlocución con ellos, y más aún de tener que negociar algo. No es una negociación común, es un ir y venir de amenazas.

Quien pierde primero la paciencia, pierde la negociación. Quien cede ante los intentos de amedrentamiento, pierde la negociación. Quien no muestra firmeza, pierde el respeto del populista y pierde la negociación. Quien trata de ganarle en su juego al populista, pierde la negociación.

La presidenta Sheinbaum puede tener muchos errores de gobierno, pero su manera de lidiar con DT ha sido ejemplar. Tal vez porque aprendió de otro populista consumado. Se ha mantenido serena, ha mostrado firmeza cuando ha sido necesario, y no ha caído en las provocaciones.

Ha sabido darle a DT lo que más necesita un populista: ganancias políticas. No tienen que ser ganancias reales, simplemente ganancias que sean muy vendibles. Cada vez más, la presidenta necesitará de creatividad para hacer frente, pero hasta el momento lo ha hecho bien.

En un entorno así, lo que menos se necesita en México son voces disruptivas de cuestionamiento. Cuestionemos todos los demás errores que está teniendo internamente. Pero en esta batalla, seamos más sensatos y apoyemos lo que sí está haciendo bien. Y empecemos a entender a nuestra propia sociedad y sus dolencias, si algún día queremos escapar de la trampa populista propia.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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