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La guerra de Calde… Sheinbaum (segunda parte y réplica)

Los parecidos entre Calderón y Sheinbaum se pueden dividir en tres categorías: los estratégicos, los operacionales y los retóricos.
mar 18 marzo 2025 06:03 AM
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El gobierno federal percibe al crimen organizado como un enemigo al cual hay que “combatir” desde una lógica bélica, apunta Jacques Coste.

Hace un par de semanas, escribí que la política de seguridad de la presidenta Sheinbaum y Omar García Harfuch guarda parecidos significativos con la estrategia de Felipe Calderón y Genaro García Luna. Ante ello, Armando Vargas , especialista en seguridad de México Evalúa, respondió que “Sheinbaum no es calderonista” y encontró varios matices para diferenciar las estrategias de seguridad de una y otro. Entre las diferencias que Vargas identificó, destaca que mientras que Sheinbaum “es más estratégica”, pues va contra los generadores de la violencia y los operadores clave del crimen organizado, Claderón promovió una estrategia de descabezamiento de grupos criminales.

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Asimismo, argumenta Vargas, “el calderonismo buscó construir un régimen de gobernanza criminal lo más duradero posible apoyando la construcción de un cártel hegemónico (Sinaloa) [...] y Sheinbaum no (entre los 29 criminales enviados a Estados Unidos hay de todos los cárteles). Me parece que la presidenta con su estrategia de seguridad está haciendo malabares con tres machetes filosos: 1) las presiones de Trump, 2) la estabilidad de Morena, y 3) el control del crimen organizado. Catalogarla como calderonista invisibiliza estas delicadas operaciones”.

En este texto, responderé brevemente a Armando Vargas. Avanzo mi argumento central: la política de seguridad de Sheinbaum guarda enormes parecidos con la de Calderón y, si bien hay diferencias de matices —como los que identificó correctamente Vargas—, las similitudes son mucho más significativas, por lo que es probable que veamos resultados similares: un agravamiento de la crisis de las desapariciones, estallidos de violencia en distintas regiones combinados con una pacificación relativa (impuesta por la fuerza) en otras zonas y el salto de los grupos criminales a otros negocios ilícitos.

Cabe aclarar que es obvio que hay diferencias entre ambas estrategias, pues el país ha cambiado mucho desde 2012 y el papel de las Fuerzas Armadas y las dinámicas de los grupos criminales no son excepciones. Por tanto, ante realidades distintas, es obvio que las estrategias presentan diferencias, pero aún así, las similitudes son mayores.

Los parecidos entre Calderón y Sheinbaum se pueden dividir en tres categorías: los estratégicos, los operacionales y los retóricos. A nivel estratégico, tanto Calderón como Sheinbaum comparten los mismos objetivos y el mismo enfoque. Entre los objetivos, destaca el desmantelamiento de las redes de tráfico de drogas hacia Estados Unidos como prioridad máxima. La desarticulación de otras redes de negocios criminales (como la extorsión o la trata de personas) es secundaria y la desactivación de las redes de desaparición de personas está ausente de la estrategia, pues se parte de la premisa (en mi opinión, errónea) de que cortando las redes de narcotráfico también caerá la violencia. El enfoque es, esencialmente, el mismo: el gobierno federal percibe al crimen organizado como un enemigo al cual hay que “combatir” desde una lógica bélica.

A nivel operacional, los parecidos también son significativos. Ambas estrategias buscan centralizar las labores de inteligencia y las fuerzas federales son la piedra angular de la política de seguridad, dejando fuera a las policías locales. El grado de militarización del país y el papel del Ejército han cambiado mucho desde 2012, pero ambos gobiernos buscan utilizar a los cuerpos castrenses para “combatir” a los grupos criminales, aunque liderados por un mando civil que se proyecta ante los medios como un “superpolicía” (García Luna y Harfuch). Hay más similitudes cuyo análisis escapa a los alcances de este espacio.

A nivel comunicativo, los parecidos son asombrosos. En ambos casos, las fuerzas federales presumen en medios y redes sociales sus supuestos “logros” en el “combate” al narcotráfico: decomisos de armas y drogas, operativos militares en determinada región, capturas de altos mandos criminales y extradición de capos a Estados Unidos. Más aún, en ambos casos hay una insensibilidad total ante las víctimas: mientras que Calderón promovía la retórica de los daños colaterales o de “en algo andaban metidos”, Sheinbaum se victimiza alegando que los medios utilizan los casos de desaparición para golpearla a ella y a su antecesor. Ambos, además, se quejan de la cobertura mediática injusta y exagerada de la violencia en el país.

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Vargas argumenta que Sheinbaum ha sido “más estratégica”, pues ha encaminado los esfuerzos a capturar a “generadores de violencia y operadores del crimen organizado”. Yo le respondo que Calderón alegó lo mismo cuando enfocó su estrategia contra Los Zetas, la banda más violenta de ese entonces.

Insisto, hay diferencias de matices, pero el núcleo de las estrategias es el mismo. Especialistas como Armando Vargas y otros que han analizado el tema en distintos medios tienen razón en analizar los pormenores de las políticas públicas de seguridad y, sin duda, están más capacitados que yo para examinar los detalles y los resultados, pero me parece fundamental que no perdamos de vista lo más importante: el Estado mexicano sigue privilegiando el combate militarizado al tráfico de drogas por encima de la investigación, prevención y persecución de las redes de reclutamiento forzado, desapariciones y extracción violenta de las economías locales. En mi siguiente entrega explicaré por qué no necesariamente se reducirán estos tres tipos de violencia mediante una estrategia cuyo objetivo primario es desmantelar las redes de tráfico de drogas a Estados Unidos.

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Nota del editor: Jacques Coste ( @jacquescoste94 ) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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