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Sheinbaum no es calderonista

Varios analistas apuntan que la estrategia de seguridad de la presidenta se parece cada vez más a la guerra del narco de Felipe Calderón. Es lo peor que podría pasarnos.
jue 06 marzo 2025 06:06 AM
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La presidenta Claudia Sheinbaum está forzada a operar bajo el modelo obradorista y no calderonista. Empero, se distingue de su predecesor al forjar una estrategia de seguridad encabezada por el poder civil, apunta Armando Vargas.

Después del tributo de 29 peces gordos del crimen organizado que Claudia Sheinbaum ofrendó a Donald Trump para frenar los aranceles —lo que finalmente no ocurrió—, varios analistas apuntaron que la estrategia de seguridad de la presidenta se parece cada vez más a la guerra del narco de Felipe Calderón. Es lo peor que podría pasarnos. ¿Pero es verdad que Sheinbaum es calderonista?

Es evidente que existen similitudes en la operación de ambas estrategias. Por ejemplo, la presidenta le puso fin a los abrazos para combatir directamente al crimen organizado. Pero hay diferencias estructurales que separan al claudismo del calderonismo.

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Entre quienes ven a la presidenta como calderonista, en su última columna en Expansión, J acques Coste apunta los argumentos más concretos para la discusión. Recupero los tres en los que considero hay mayor divergencia: 1) la supeditación de las prioridades de seguridad de México a los Estados Unidos, 2) la militarización del combate al crimen organizado y 3) la captura de altos mandos criminales.

La subordinación a Estados Unidos es una constante, no una diferencia

La supeditación de las prioridades de seguridad de México a Estados Unidos no es un rasgo definitorio de la política de seguridad calderonista. Es una característica histórica de la relación bilateral. A pesar de su discurso nacionalista, López Obrador respetó todos los límites con Estados Unidos y también cedió a sus presiones por tráfico de fentanilo. Por eso desactivó a Ovidio Guzmán y no por eso se le llama calderonista. La realidad es que hoy México está acorralado como nunca antes por un presidente en la Casa Blanca que no tiene ningún incentivo para la moderación.

La pregunta relevante es si la presidenta puede responder de otra forma. Considero que Sheinbaum lo ha hecho bien hasta el momento: ha entregado buenas cuentas sin dinamitar a su partido. Sin embargo, después del discurso de Trump en el Congreso, parece inminente la caída de un narcopolítico; el primero en la lista es Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa (pero que no se confié la oposición, el tributo también puede salir de sus filas). Más allá de eso, a diferencia de AMLO y de Calderón, la presidenta no sólo responde a Estados Unidos con lugares comunes como decomisos y detenciones, sino que comenzó un proceso de reingeniería institucional por la vía civil, véase la reforma al Sistema Nacional de Seguridad Pública. Nada calderonista y mucho menos obradorista.

La militarización claudista es sui generis

La militarización calderonista se caracteriza principalmente por los operativos conjuntos entre Fuerzas Armadas y policías federales y locales. La llamada militarización directa. Un modelo replicado puntualmente por Peña Nieto. En cambio, la militarización de López Obrador llevó al extremo el modelo directo e indirecto (mandos militares al frente de instituciones de seguridad) al consolidarlos como una política de Estado y heredando un diseño institucional cercano al militarismo. Ambos modelos han sido desastrosos socialmente, y con López Obrador resultó peor a nivel democrático.

En este marco, la presidenta está forzada a operar bajo el modelo obradorista y no calderonista. Empero, se distingue de su predecesor al forjar una estrategia de seguridad encabezada por el poder civil. Una auténtica rareza dentro de la cuarta transformación.

Con Sheinbaum hay más estrategia que con Calderón

Calderón dio banderazo de salida a la política de descabezamiento a los jefes máximos del crimen, por ejemplo los Beltrán Leyva, “El Chango” o “La Barbie” (primero operador y luego jefe de organizaciones). Un error absoluto. Durante su mandato los grupos criminales se fragmentaron y la violencia estalló a causa de la disputa por los territorios. No obstante, Peña Nieto siguió ese camino con la detención del “Chapo”, mientras López Obrador frenó a Ovidio Guzmán (“El Mayo” es mérito de Estados Unidos).

En cambio, Sheinbuam va por los generadores de violencia y los operadores (el más reciente, “Don Rodo”, hermano de “El Mencho”). Es decir, va por el debilitamiento operativo del crimen organizado antes que decapitarlos (Iván Archivaldo continúa libre). Aquí se ve la mano estratega de García Harfuch.

La diferencia entre claudismo y calderonismo

Todas estas diferencias culminan en una principal. El calderonismo buscó construir un régimen de gobernanza criminal lo más duradero posible apoyando la construcción de un cártel hegemónico (Sinaloa) para apagar el incendio que el propio presidente provocó y Sheinbaum no (entre los 29 criminales enviados a Estados Unidos hay de todos los cárteles). Me parece que la presidenta con su estrategia de seguridad está haciendo malabares con tres machetes filosos: 1) las presiones de Trump, 2) la estabilidad de Morena, y 3) el control del crimen organizado. Catalogarla como calderonista invisibiliza estas delicadas operaciones.

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¿El claudismo es el camino?

La estrategia de seguridad pública de Sheinbaum aplica principios de política pública pero no es perfecta . Todavía no reduce la violencia y tiene problemas severos, incluido el vicio heredado de negar los problemas y ocultar las cifras reales de seguridad. Pero catalogarla como calderonista por compartir algunas similitudes me parece que nubla la capacidad de reconocer sus propios riesgos y oportunidades, y la propia posibilidad de corrección en función del contexto que la determina. Lo dejo aquí para seguir platicando sobre esa línea.

Nota del autor: Las reflexiones en esta columna se nutren de discusiones previas con Yair Mendoza, investigador de México Evalúa.

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Nota del editor: Armando Vargas ( @BaVargash ) es doctor en Ciencia Política, profesor universitario en la UNAM y coordinador del programa de seguridad pública de México Evalúa ( @mexevalua ). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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