RICHMOND, Virginia.- Faltan apenas cinco días para las elecciones en Estados Unidos. La incertidumbre es francamente asfixiante. No sólo por lo que está en riesgo, sino por lo desconcertante que resulta que un personaje como Donald Trump, a pesar de todo lo que se sabe sobre él, tenga serias posibilidades de volver a la Casa Blanca.
Estados Unidos al borde del abismo
Durante los últimos 40 años las elecciones presidenciales estadounidenses han sido bastante cerradas. La última vez que un candidato le sacó más de 10 puntos porcentuales de ventaja a su rival fue en 1984, cuando el republicano Ronald Reagan se reeligió contra el demócrata Walter Mondale. De hecho, de las 9 elecciones presidenciales que se han celebrado desde entonces (cada 4 años, de 1988 a 2020), en 5 de ellas la diferencia entre el primero y el segundo lugar en el voto popular fue menor a 5 puntos.
A contrapelo de su mala reputación, durante ese mismo periodo las encuestas no han tenido tan mal desempeño. La distancia agregada entre las últimas encuestas y los resultados del voto popular ha oscilado entre 2.5 (en el 2000) y 6.4 puntos porcentuales (en 1992). En promedio, esa distancia ha sido un poco menor a 4 puntos.
Para este 2024, las encuestas y los modelos estadísticos marcan una distancia de entre 0.4 (Real Clear Politics) y 1.9 puntos porcentuales (Nate Silver Bulletin). Lo mínimo, pues. La última vez que los sondeos estuvieron tan apretados fue en 2004, cuando George W. Bush y John Kerry aparecían prácticamente empatados; y en 2012, cuando la distancia entre Barack Obama y Mitt Romney era alrededor de 1 punto porcentual.
La distorsión que introduce el Colegio Electoral (CE), sin embargo, vuelve todavía más complicado el escenario. De las 51 entidades que componen la Unión Americana, 20 se dan por descontadas para los demócratas (mismas que suman 226 asientos en el CE), 24 para los republicanos (219 asientos en el CE) y 7 están en el aire: Nevada (6), Wisconsin (10), Arizona (11), Michigan (15), Georgia (16), Carolina del Norte (16) y Pennsylvania (19). En total, equivalen a 93 asientos en el CE.
En la recta final de sus campañas, tanto Donald Trump como Kamala Harris se han concentrado en esos 7 estados. En ninguno de ellos la diferencia que los separa en las encuestas es mayor a 2 puntos porcentuales. En otras palabras, todos están dentro del margen de error.
Las tendencias acumuladas durante las últimas semanas, no obstante, parecen favorecer a Trump, quien ha mejorado ligeramente su intención de voto en detrimento de la de Harris. En 2016, Hillary Clinton lucía mejor posicionada para ganar de lo que hoy parece Harris, y aun así perdió. Y también los mercados de apuestas, que no constituyen un indicador empírico de preferencias pero sí de prospección, ya se decantaron muy claramente por Trump.
Las explicaciones más comunes sobre dicho cambio en las tendencias tienen que ver con el género (los hombres favorecen en mayor proporción a Trump que las mujeres a Harris) y la escolaridad (las personas con título universitario se inclinan más por Harris que por Trump, pero la mayoría del electorado no tiene educación universitaria), con la percepción de la economía (una mayoría de los votantes asume que le irá mejor con él que con ella), y con el hecho de que los estadounidenses tienden a priorizar la inmigración, el crimen y la seguridad por encima de los derechos reproductivos, la defensa de la democracia o la protección el medio ambiente. En términos sociodemográficos, los hombres jóvenes, sobre todo pertenecientes a minorías raciales (i.e., hispanos y afroamericanos), aunque en su mayor parte se inclinan por Harris, lo hacen en una proporción menor a la esperada dado su historial como grupo sociodemográfico. Aparentemente, a muchos de ellos la “masculinidad tradicional” que caracteriza al candidato republicano les resulta más entretenida, atractiva, o menos amenazante que la “corrección política” que asocian con la candidata del partido demócrata.
Frente a la magnitud del peligro fascista que representa Trump, suena francamente como una frivolidad. Con todo, es una frivolidad que podría definir la elección y el futuro, no solamente de Estados Unidos, sino del mundo entero.
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