Publicidad
Publicidad

De rompimientos, estilos y tiempos

Un buen político sabe cuándo y cómo cortar el cordón umbilical, esperar que lo haga de manera prematura es un riesgo innecesario. Y si lo hace demasiado tarde, también es peligroso para su gestión.
lun 19 agosto 2024 06:03 AM
claudia-sheinbaum-teatro-metropolitan
La presidenta electa ha mostrado visos de criterio propio. La composición de su futuro gabinete es uno de los principales. Pero también declaraciones cautelosas respecto de algunas de las reformas de López Obrador, señala Don Porfirio Salinas.

Desde que Claudia Sheinbaum ganó la elección presidencial del pasado 2 de junio, de manera contundente por el margen e histórica por ser la primera mujer, el principal comentario de los más críticos de la 4T ha sido que será la continuidad, a imagen y semejanza, del presidente.

La demanda más constante de quienes no comulgan con su movimiento político, particularmente de quienes apostaron por la fallida candidata del Frente, es que debe demostrar que no será así, rompiendo públicamente con López Obrador. De otra manera, no se le puede dar el beneficio de la duda.

Publicidad

No importa que en los hechos, ya sea por las designaciones que ha hecho para su futuro gabinete o en algunas de sus declaraciones públicas, esté mostrando una ruta diferente. Eso no es suficiente. Hay una necesidad sensacionalista latente de que haya ruptura melodramática.

Incluso desde su nombramiento como candidata, se le señaló de ser una mujer impuesta por un hombre. Pero nunca se hizo el mismo señalamiento con la otra candidata, que fue claramente impuesta por tres patriarcas. La vara de medición ha sido muy dispareja en ese sentido.

Si tratamos de analizar con sensatez y madurez, no tiene sentido clamar por un rompimiento por varias razones. La primera es que no solo es emanada de la 4T, sino que ha sido formada políticamente bajo el cobijo de López Obrador.

En todas las fuerzas políticas, hay personajes que van formando a otros; y éstos a su vez, si son de cierta calidad, seguirán formando a más. Eso es lo que mucho tiempo durante las buenas etapas del PRI permitió tener cuadros políticos de cierta calidad.

La política, en buena medida, se basaba en valores compartidos, y de manera muy importante, en la lealtad. Un valor que hoy ya no significa mucho, y que pareciera que hasta estorba. Pero que define a los políticos y a las personas de ciertos principios.

Hoy vemos ejemplos de sobra, que no son tan señalados por tratarse del núcleo que tanto critica. Alito Moreno y Marko Cortés, a quienes tanto impulsaron y defendieron los críticos de la 4T y sus pseudointelectuales, son los más grandes ejemplos de cómo la lealtad ya parece un anti valor.

Hoy, Alito se muestra más cínico que nunca en sus prácticas de traición, atacando sin razón a un cuadro tan importante de la política como lo es Manlio Fabio Beltrones. Beltrones fue clave en el desarrollo y crecimiento político de Alito.

Sin embargo, lo traicionó cínicamente desde que fueron Senadores juntos, demostrando su total falta de lealtad. Y ahora, se lanza contra él por el simple hecho de que ha señalado que lo que hoy hace Alito está mal, es anti ético y falto de integridad.

Lo mismo hizo en su momento con Beatriz Paredes, la otra gran figura que queda de la era política de principios, cuando contra cualquier actitud ética la quitó de la contienda interna por miedo, quitándonos a todos con ello cualquier posibilidad de una candidatura presidencial competitiva.

Marko ha hecho exactamente lo mismo en el PAN, marginando a todo aquel panista de principios que lo acompañó y guió en su ascenso político, y dejando de lado cualquier vestigio de los valores bajo los que se formó ese histórico partido.

Con todo esto, no se trata de argumentar que la lealtad debe ser ciega. De hecho, en las etapas de la buena política, la lealtad implicaba respeto a quien formó, pero no obediencia sumisa. Siempre había el espacio de forjar camino propio, sin necesidad de romper con los ascendentes.

Hoy se exige de la presidenta electa un desconocimiento a quien la forjó en la política, además en un momento en el que ella ni siquiera ha tomado protesta. Resulta no solo antiético, sino falto de cualquier sensatez.

Un rompimiento como el que muchos claman, antes de ser formalmente presidenta, es arriesgar en todos los frentes el inicio de su gobierno, en detrimento del propio país, solo para satisfacción de algunos cuantos, muchos de ellos enojados por sus propios errores de cálculo.

La presidenta electa ha mostrado visos de criterio propio. La composición de su futuro gabinete es uno de los principales. Pero también declaraciones cautelosas respecto de algunas de las reformas de López Obrador.

Por supuesto tampoco se puede esperar que tenga una visión diametralmente distinta, mucho menos contraria, a la del presidente. Pero tanto ahora, como durante su gestión en la CDMX, ha sido claro que sí tiene ideas propias, y con ángulos distintos.

Publicidad

Como cualquier persona, tiene su estilo propio, pero también sabe que la coyuntura actual es delicada, y que tiene que navegar de aquí al 30 de septiembre sin mayores exabruptos. Una vez en la silla, podrá hacer cambios graduales que le permitan irse afirmando como la presidenta.

Un buen político sabe cuándo y cómo cortar el cordón umbilical, esperar que lo haga de manera prematura es un riesgo innecesario. Y si lo hace demasiado tarde, también es peligroso para su gestión.

Podemos no estar de acuerdo con muchas cosas de la 4T, de López Obrador, y de la propia Sheinbaum. Razones hay de sobra. Pero exigir algo insensato no solo no abona a mejorar el clima político y social que hoy tenemos, sino que pone en riesgo nuestra frágil estabilidad.

Lo que en realidad deberíamos de exigir es que la oposición se sacuda ya de sus lastres de dirigentes, y que realmente exista un cambio de fondo de los partidos, y los opinócratas, que tanto han dañado nuestro sistema político y democrático. Solo así, algún día podremos aspirar a que la 4T deje de ser la única fuerza política con poder, y empezar a corregir el camino de México.

Mientras tanto, estemos pendientes de las acciones de la presidenta electa, y con madurez señalemos lo que realmente haya que señalar, al tiempo que reconozcamos cuando algo se haga bien. Pensemos más en México y menos en nuestras fobias y filias. Un poco más con la razón y un poco menos con la víscera.

____

Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

Publicidad

Newsletter

Los hechos que a la sociedad mexicana nos interesan.

Publicidad

MGID recomienda

Publicidad