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Los costos de una lección mal aprendida

Para evitar la violencia, el gobierno mexicano quiere llevar la fiesta en paz con los capos; para atender la crisis del fentanilo, el gobierno de EU quiere combatir más agresivamente el narcotráfico.
mié 14 agosto 2024 08:14 AM
Mañanera AMLO Informe Seguridad-10
CIUDAD DE MÉXICO, 06AGOSTO2024.- Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, muestra el artículo sobre la entrevista al Mayo Zambada escrito por el entonces periodista Julio Scherer García, durante la conferencia de prensa matutina en la que se presentó el informe quincenal en materia de seguridad. 
FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

En su mañanera del lunes pasado, a raíz del caso del “Mayo” Zambada, el presidente López Obrador aseguró que el problema del narcotráfico no se resuelve deteniendo a narcotraficantes famosos. Hay un argumento conocido al respecto, que dice que el narcotráfico es como la Hidra de Lerna, la criatura de la mitología griega con múltiples cabezas a la que le crecían otra dos por cada una que le cortaran. El propio Zambada, en su entrevista de 2010 con Julio Scherer en Proceso , insinuó algo parecido: “Si me atrapan o me matan, nada cambia (…) En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí”.

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En 2011, Eduardo Guerrero publicó un artículo en Nexos que explicaba la lógica detrás de ese argumento: la captura o aniquilamiento de un capo produce un conflicto sucesorio al interior de su organización, además de que genera un incentivo para que organizaciones rivales ataquen a la que perciben como debilitada por haber sufrido un descabezamiento. Saber que van contra ellos, asimismo, hace que los propios capos fortalezcan su capacidad de repeler los embates de la autoridad, fortaleciendo a sus brazos armados, mismos que adquieren más poder y exigen más participación en las utilidades de la actividad criminal o, incluso, pueden llegar a disputar el liderazgo de la organización. El punto, al final, es que esa estrategia punitiva produce más violencia e inestabilidad y no altera el hecho fundamental de que la actividad de las organizaciones que encabezan sigue siendo inmensamente lucrativa. Podrá ser más peligrosa e incierta, pero sigue siendo un gran negocio.

De hecho, López Obrador suele criticar la estrategia de seguridad de Felipe Calderón precisamente por haberle pegado “un garrotazo a lo tonto al avispero”, es decir, por haberse volcado en contra de los capos, apostando por arrestarlos o abatirlos y, al hacerlo, terminar engendrando más violencia e inestabilidad. Aparentemente, la lección que López Obrador extrajo de la experiencia del calderonismo, es que lo mejor es no hacer nada contra los “narcotraficantes famosos” (o sea, dejarlos en paz) o atender las supuestas “causas de raíz” (la pobreza, el desempleo, la deserción escolar, etc.). Ante la complejidad del fenómeno, opta no por tratar de resolverlo sino por evitarlo.

El problema es que esa estrategia de laissez faire respecto a los líderes criminales, incluso suponiendo sin conceder que lograra el objetivo deseado –es decir, evitar un escalamiento de la violencia o incluso reducirla marginalmente–, si no viene acompañada de una ambiciosa estrategia de disuasión contra la actividad criminal, engendra un caldo de cultivo para la misma. Porque entonces los capos se envalentonan, buscan oportunidades para crecer su negocio (i.e., nuevas rutas, nuevas drogas, nuevos mercados) o para expandirse a otros (e.g., la trata de personas, la extorsión, la política). En suma, una estrategia concentrada exclusivamente en evitar la violencia que causan los enfrentamientos entre autoridades y organizaciones criminales no es una solución, es un paliativo. Y que tiene el efecto adicional, para nada menor, de permitir que la criminalidad crezca o se expanda.

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Pero el problema no termina ahí. Porque la crisis del fentanilo en Estados Unidos está obligando a sus autoridades a llamar a cuentas a las de México, el país del que proviene la mayor parte de ese opiáceo sintético. El hecho exhibe que las preferencias de uno y otro no están alineadas: México está en la ruta de no darle “garrotazos” al “avispero” para no provocar más violencia; Estados Unidos, en cambio, está en la ruta de querer reducir significativamente el tráfico de fentanilo. Las prioridades no sólo son distintas, en cierto sentido se contradicen. Para evitar la violencia, el gobierno mexicano quiere llevar la fiesta en paz con los capos; para atender la crisis del fentanilo, el gobierno estadounidense quiere combatir más agresivamente el narcotráfico.

Estos son los costos de una lección mal aprendida.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor. Síguelo en la red X como @carlosbravoreg

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