Hoy, todo indica que el proceso electoral de 2024 será la consumación de una nueva metamorfosis, ahora del partido de Reagan al de Donald Trump. Por algún tiempo la nueva coalición que estaba tomando forma dentro del partido republicano parecía lastrada por una suerte de incompetencia reaccionaria que le impedía ir más allá de un agravio genérico contra el cambio, la diversidad y el progresismo.
El “Make America Great Again” de Trump sonaba más como un frustrado lamento nostálgico que como un proyecto bien pensado de futuro. De cara a la elección del próximo 5 de noviembre, sin embargo, lo cierto es que el trumpismo ha crecido, se ha consolidado, hasta convertir al republicano en el partido del populismo etnonacionalista de la Middle America, el neolibertarianismo de la tecnoligarquía, aislacionista en lo internacional, proteccionista en lo comercial y ferozmente revanchista contra su propio establishment.
Señales sobran. Una es la fuerza de la identificación afectiva que las bases sociales del partido han entablado con la figura de Trump y la reiterada incondicionalidad que le han demostrado. No importa lo que pase, lo que diga o lo que haga, su apoyo a Trump no flaquea.
Otra señal es la captura del aparato partidista republicano que ha logrado el trumpismo y la derrota de los liderazgos y grupos que le representaban algún tipo de crítica u oposición. No es que los trumpistas controlen el partido, es que ya se lo comieron. Otra señal más es la coalición de magnates que, tras percibir la vulnerabilidad financiera de Trump por sus problemas legales, decidieron acudir a su “rescate” anunciando donaciones multimillonarias para su campaña, mismas que sin duda les serán recompensadas si gana, ya sea con posiciones estratégicas para los suyos en su gobierno y/o con políticas públicas –sobre todo en materia regulatoria y fiscal– favorables a sus intereses.
Mención aparte merece la iniciativa Project 2025, encabezada por la Heritage Foundation, uno de los think tanks más influyentes en la órbita de la derecha estadounidense. Se trata de un programa que plantea una profunda reingeniería de la estructura del gobierno americano con el propósito deliberado de fortalecer los poderes del presidente y debilitar las resistencias burocráticas y los contrapesos políticos que pudiera enfrentar la implementación de una segunda agenda trumpista más agresiva y detallada, francamente mejor diseñada y con mayor conocimiento de cómo funciona la administración pública, que la de su primera presidencia. En palabras de David Corn , es una hoja ruta para “institucionalizar los instintos autoritarios de Trump”.