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El nuevo Partido Republicano

Todos los liderazgos y grupos que le representaban algún tipo de crítica u oposición a Trump han sido derrotados. No es que el trumpismo controle al partido republicano, es que ya se lo comió.
jue 18 julio 2024 06:00 AM
El aspirante republicano a la presidencia de EU ha presumido sobre su condición física y salud en general (Foto: Reuters/Archivo )
A sus anchas. El candidato Donald Trump se encuentra en dominio del partido republicano.

En cuestión de 20 años, entre las décadas de 1950 y 1970, el republicano dejó de ser el partido de Abraham Lincoln, de Teddy Roosevelt y de Dwight Eisenhower: el de los anti-esclavistas del norte, de cierto reformismo progresista en la política interna, de un oscilar entre la contención y el intervencionismo en la política exterior.

Se transformó, entonces, en el partido de Ronald Reagan, de George H. y George W. Bush: el de los post-segregacionistas del sur, de la ortodoxia neoclásica en lo económico, del conservadurismo cristiano en lo social, del fin de la Guerra Fría y el neoconservadurismo en lo internacional. El “puente” entre uno y otro fue Richard Nixon: vicepresidente en el ocaso del viejo partido de Lincoln (1953-1961) y presidente en el alba del nuevo partido de Reagan (1969-1974).

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Hoy, todo indica que el proceso electoral de 2024 será la consumación de una nueva metamorfosis, ahora del partido de Reagan al de Donald Trump. Por algún tiempo la nueva coalición que estaba tomando forma dentro del partido republicano parecía lastrada por una suerte de incompetencia reaccionaria que le impedía ir más allá de un agravio genérico contra el cambio, la diversidad y el progresismo.

El “Make America Great Again” de Trump sonaba más como un frustrado lamento nostálgico que como un proyecto bien pensado de futuro. De cara a la elección del próximo 5 de noviembre, sin embargo, lo cierto es que el trumpismo ha crecido, se ha consolidado, hasta convertir al republicano en el partido del populismo etnonacionalista de la Middle America, el neolibertarianismo de la tecnoligarquía, aislacionista en lo internacional, proteccionista en lo comercial y ferozmente revanchista contra su propio establishment.

Señales sobran. Una es la fuerza de la identificación afectiva que las bases sociales del partido han entablado con la figura de Trump y la reiterada incondicionalidad que le han demostrado. No importa lo que pase, lo que diga o lo que haga, su apoyo a Trump no flaquea.

Otra señal es la captura del aparato partidista republicano que ha logrado el trumpismo y la derrota de los liderazgos y grupos que le representaban algún tipo de crítica u oposición. No es que los trumpistas controlen el partido, es que ya se lo comieron. Otra señal más es la coalición de magnates que, tras percibir la vulnerabilidad financiera de Trump por sus problemas legales, decidieron acudir a su “rescate” anunciando donaciones multimillonarias para su campaña, mismas que sin duda les serán recompensadas si gana, ya sea con posiciones estratégicas para los suyos en su gobierno y/o con políticas públicas –sobre todo en materia regulatoria y fiscal– favorables a sus intereses.

Mención aparte merece la iniciativa Project 2025, encabezada por la Heritage Foundation, uno de los think tanks más influyentes en la órbita de la derecha estadounidense. Se trata de un programa que plantea una profunda reingeniería de la estructura del gobierno americano con el propósito deliberado de fortalecer los poderes del presidente y debilitar las resistencias burocráticas y los contrapesos políticos que pudiera enfrentar la implementación de una segunda agenda trumpista más agresiva y detallada, francamente mejor diseñada y con mayor conocimiento de cómo funciona la administración pública, que la de su primera presidencia. En palabras de David Corn , es una hoja ruta para “institucionalizar los instintos autoritarios de Trump”.

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Las veleidades de la coyuntura, además, están beneficiando mucho a este nuevo partido republicano. Por la amarga disputa entre los demócratas en torno a la viabilidad de la candidatura de Joe Biden: mientras su presidente luce menguado y ellos nerviosos, los republicanos cierran filas con un expresidente que se ve tranquilo y seguro. Por el impulso que el fallido atentado en su contra podría darle a la imagen de Trump (algo que todavía está por verse). O porque todo indica que la compañera de fórmula de Biden será alguien que decepcionó en la vicepresidencia (Kamala Harris), mientras que Trump acaba de nombrar a alguien nuevo, joven y muy echado para delante (J.D. Vance).

El Partido Republicano desaprovechó múltiples oportunidades para hacerse cargo de Trump. Ahora Trump ya se hizo cargo del partido.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor. Síguelo en la red X como @carlosbravoreg

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Opinión Estados Donald Trump

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