Charlaba hace unos días con Alejandro Noriega, un especialista mexicano en Inteligencia Artificial (IA), sobre cómo el mundo está en el fin de una era. El orden de la posguerra fría está terminando y un nuevo sistema internacional se está construyendo poco a poco.
México en el fin de una era
El genocidio en Gaza, la posibilidad de una guerra de proporciones inusitadas en Medio Oriente, la invasión rusa a Ucrania, el ascenso de China como superpotencia, la crisis ambiental y climática, la gradual decadencia de Estados Unidos como potencia hegemónica, el agotamiento del ciclo neoliberal del capitalismo global, los desafíos sociales al orden de valores que definió a Occidente por mucho tiempo, los grandes movimientos migratorios, los retos políticos nacionales a las democracias liberales, los desafíos al orden internacional liberal y el ascenso de los movimientos políticos populistas o autoritaristas en cada vez más países del mundo ya eran claros signos del fin de una era.
No obstante, la sorprendente aceleración del desarrollo tecnológico y la consolidación de la IA como una herramienta de uso cotidiano para sectores amplios de la población mundial podrían darle el último empujón a este cambio histórico.
De acuerdo con Noriega, el mundo nunca antes había experimentado una aceleración de los avances tecnológicos como la que vivimos desde hace tres lustros: por ejemplo, los teléfonos inteligentes pasaron de no existir más que en laboratorios a ser una mercancía indispensable para buena parte de los habitantes del planeta en cuestión de tres o cuatro años. Lo mismo está aconteciendo en este momento con la IA.
Si ya no viviremos en el orden internacional de la posguerra fría ni en la fase neoliberal del capitalismo global, ¿cuáles serán los signos distintivos del nuevo orden mundial? ¿Qué pueden hacer el gobierno, las empresas, las instituciones académicas, las organizaciones no gubernamentales y las comunidades de México para adaptarse al nuevo momento histórico? Ésas son las preguntas que deberíamos estar pensando, pero tristemente veo pocas reflexiones integrales y profundas sobre el tema en los foros académicos y en los medios de comunicación de nuestro país.
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La década de 1980 fue un momento similar de cambios formidables en el mundo: desde el principio del fin de la Guerra Fría hasta las reformas neoliberales globales, desde el gran incremento del comercio internacional y el fin de los Estados de bienestar hasta la terciarización de la producción de las empresas transnacionales y el posicionamiento estadounidense como potencia hegemónica indiscutible, entre muchos otros.
Por un proyecto académico que no viene a cuento, he estado leyendo decenas de libros, artículos y ensayos escritos por intelectuales mexicanos en los años ochenta. Llama la atención la manera en que estos textos reflexionaban sobre las profundas transformaciones globales y el futuro de México. No creo que haya actualmente en nuestro país debates de esa estatura intelectual y de esos alcances. Salvo valiosas excepciones, no veo hoy un interés en el futuro similar al que había en esa época.
Libros como Después del milagro de Héctor Aguilar Camín o La disputa por la nación de Carlos Tello Macías (que en paz descanse) y Rolando Cordera, o polémicas públicas como los famosos debates “La experiencia de la libertad” y “El Coloquio de Invierno”, organizados por las revistas Vuelta y Nexos respectivamente, daban cuenta de las transformaciones globales y proponían caminos para que nuestro país se beneficiara de ellas o, al menos, se adaptara a los cambios y mitigara los efectos negativos.
Veo muy pocos esfuerzos similares hoy en día. Por supuesto, hay esfuerzos aislados para discutir los efectos de la inteligencia artificial en tal o cual faceta de la vida pública de México o para reflexionar sobre la relocalización de empresas catalizada por la pandemia de Covid-19 y cómo nuestro país puede aprovechar esa coyuntura (el famoso nearshoring). Sin embargo, hace falta un proceso de deliberación nacional más amplio, sistémico, integral y profundo sobre el papel de México en el nuevo orden mundial que se está gestando.
En este rubro, hemos quedado mucho a deber quienes ocupamos espacios académicos y de discusión pública. Algunas preguntas que deberíamos discutir con más seriedad y constancia son: ¿cómo evitar que los avances tecnológicos profundicen las desigualdades en un país tan inequitativo como México?, ¿qué puede hacer el gobierno para que México se monte en esta ola tecnológica y así producir mayores empleos de calidad y promover el bienestar social?, ¿cómo evitar que esta nueva fase del capitalismo potencialice la concentración de la riqueza?, ¿qué puede hacer México para moldear o al menos incidir en el régimen internacional postliberal?, ¿cómo podría utilizar México estratégicamente el ascenso de China para sacar ventaja en la relación bilateral con Estados Unidos?, entre muchas otras.
El nuevo gobierno de México, encabezado por Claudia Sheinbaum, también haría bien en plantearse estas preguntas y en fomentar la deliberación y la reflexión colectiva sobre estos asuntos. Si no lo hace, nuestro país podría salir muy mal parado en esta nueva era.
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Nota del editor: Jacques Coste ( @jacquescoste94 ) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.