Necesitaríamos entonces una brújula para determinar lo que es justo o injusto, deseable o indeseable que nos dirigiera hacia generar bienestar respetando los límites del planeta . Lamentablemente, esa no es la brújula que usamos para dictar política pública ni para juzgar como sociedad nuestro estatus quo o cambios potenciales a éste.
Al contrario, nos hemos obsesionados con métricas y maneras de pensar que nos llevan hacia sistemas de acceso limitado y desigual, así como intensivo en carbono, recursos naturales y espacio. He aquí cuatro ejemplos de algunas de estas obsesiones y reflexiones para salir de ellas:
1. Obsesión con la movilidad: pensar en proximidad, alternativas digitales y acceso
Equiparar movilidad con bienestar es uno de nuestros grandes vicios. Hemos olvidado que la movilidad es un medio y no un fin y nos hemos vuelto ciegos ante la necesidad de planear para crear acceso . Ignoramos que el éxito depende de combinar de manera virtuosa la movilidad (las conexiones), la proximidad entre la gente y los lugares que nos interesan, y las alternativas digitales.
Es con este sesgo que hemos otorgado gran cantidad de espacio público al auto privado en detrimento de modos sustentables y de crear proximidad, generando territorios intensivos en movilidad (e impactos ambientales) pero pobres en proximidad y acceso. Nos hemos cerrado además a considerar futuros en los que podríamos reducir significativamente los impactos ambientales reduciendo movilidad e incrementando acceso.
2. Obsesión con la congestión: reducir la huella de carbono y liberar espacio
Nuestra obsesión con la congestión nos ha reforzado el sesgo hacia una movilidad expansiva e intensiva en recursos. Priorizamos que los autos puedan transitar “libremente” o sin retraso (un flujo), e ignoramos condiciones absolutas que son cruciales para vivir bien bajo límites planetarios. Por un lado, el tamaño de la flota y las distancias que recorre. Reducir el impacto en materiales y recursos, así como emisiones directas e indirectas, requiere flotas más pequeñas y reducir el uso total del automóvil privado.
Por otro lado, el espacio e infraestructura requeridos. Reducir congestión a cualquier precio en términos de espacio no es solamente ineficiente (debido a la demanda inducida) pero un lujo que no podemos darnos. Ante la necesidad de regenerar espacios verdes por razones de adaptación, regeneración de ecosistemas y salud (entre otras cosas), reducir la huella espacial del transporte es igual de crucial que reducir su huella de carbono. Y si queremos mejorar el acceso, entonces liberar espacio para modos sustentables y para crear proximidad es también indispensable.
3. Obsesión con las partes: pensar en sistemas
Nuestro tercer vicio es pensar más en las partes que en cómo están organizadas. Optimizamos sistemas que no funcionan en lugar de transformarlos. Mejorar vehículos con tecnología nos llevará a una dependencia al automóvil de alta tecnología, pero no resolverá el acceso desigual ni nos permitirá vivir bajo límites planetarios.
Pensar en partes contribuye a polarizarnos como sociedad. Pone el acento en cambios individuales y se vuelve una guerra entre los que quieren y los que no quieren. Pensar en sistemas nos permite reconocer el papel crucial del sistema (i.e. interacción entre infraestructura, precios relativos, publicidad, política pública, imaginarios sociales, etc.) en promover estilos de vida dependientes en el auto. El acento está en el cambio de sistema que podría permitir una transformación social.
4. Obsesión con el estatus quo: darnos la oportunidad de imaginar un futuro distinto
Nuestra relación amor odio con el estatus quo nos hace quejarnos al mismo tiempo sobrestimar el bienestar que nos genera. Pensamos en los cambios como una imposición, pero pocas veces consideramos lo que ya se nos impone (e.g. largos recorridos, ruido, la imposibilidad de que nuestros hijos viajen en bici, o la falta de espacio público seguro y saludable). El estatus quo no es solamente lo que vemos. Incluye lo que creemos y concebimos como posible.
Cuestionar lo que damos por sentado como libertad o justo e incluso las funciones asignadas a la infraestructura (e.g. nuestras calles) es más necesario que nunca. ¿Se podría lograr un diálogo -sin simulación- entre hacedores de política pública, grupos de interés y ciudadanía, para cocrear un futuro distinto? ¿Cómo podríamos abrir espacios innovadores que promuevan un intercambio constructivo para lograr un acuerdo ciudadano y con tomadores de decisión que no sea una fantasía, sino la ruta para la toma de decisiones por un sistema con acceso equitativo bajo límites planetarios?