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#ColumnaInvitada | Monterrey en ascenso: nearshoring y el reto de la movilidad

Un sistema de movilidad personal alrededor de la bicicleta, un programa al estilo Ecobici de CDMX, es un sueño muy lejano para la capital regia.
vie 31 mayo 2024 06:03 AM
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El clima regiomontano, con sus 40° a la sombra en verano, no es el mejor lugar para caminar. Sin embargo, la falta de infraestructura peatonal, incluyendo simples banquetas incluso en las zonas más exclusivas de la ciudad, es una constante, apunta Roberto Durán Fernández.

¿Ha estado recientemente en Monterrey? El estado de Nuevo León vive un boom del que poco se habla en la capital del país. Al cierre de 2023, el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal, que refleja el comportamiento de la economía, crecía un 4.3%, las exportaciones registraban un crecimiento del 5.5% y los anuncios de nuevas inversiones no paraban. Monterrey, con sus 5.3 millones de habitantes, ya es la segunda ciudad más poblada del país, superando por 200,000 personas a Guadalajara y siendo casi dos veces más poblada que Puebla, las siguientes en importancia.

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En la capital regiomontana aparecen rascacielos y nuevos desarrollos cada semana. Sobre la Avenida Constitución, una de las vialidades más importantes de la ciudad, se eleva el rascacielos más alto de América Latina, y junto a él se construye ya otro edificio que lo superará por 32 pisos. Los empresarios reconocen que no hay un metro cuadrado de espacio industrial libre y las empresas se pelean por ofrecer empleo a los graduados de las universidades de la ciudad, algunas entre las más prestigiosas del país.

¿Cuál es el origen de este dinamismo? En los últimos meses, el nearshoring ha tomado por asalto la agenda pública del país. Este concepto habla de una relocalización de las cadenas globales de valor desde el lejano oriente hacia nuestro continente. El conflicto comercial entre Estados Unidos y China, la pandemia, las guerras en Ucrania, el Medio Oriente, así como el cambio climático y el efecto de una sequía sobre rutas comerciales como el Canal de Panamá, han hecho evidente la fragilidad de las redes de comercio global. Ante esta fragilidad, el nearshoring surge como una estrategia de diversificación geográfica, bajo la lógica de que es más manejable gestionar una red de proveeduría a corta distancia, por ejemplo entre México y Estados Unidos, que una red interoceánica de comercio.

Mucho se ha dicho sobre si el fenómeno de nearshoring lo está aprovechando o no el país. Si es algo que puede transformar la economía nacional o incluso si el fenómeno realmente existe. La realidad que nos ofrece Nuevo León es que el nearshoring es algo real. Una fuerza que está generando crecimiento y empleo a través de un impulso de la base de exportación industrial del estado.

Monterrey es la capital industrial del país, por ello no debe sorprender que sea esta una de las ciudades más beneficiadas por el fenómeno. Sin embargo, este crecimiento también ha puesto de relieve la necesidad urgente de mejorar la infraestructura para sostener esta expansión económica. Está muy extendida la idea de que la infraestructura de la ciudad fue diseñada para una población de 3 millones de personas, cifra que ha sido ampliamente superada. La zona metropolitana se extiende ya por 13 municipios, todos con nuevas colonias y parques industriales que carecen de un plan articulado de inversión en infraestructura. El mayor déficit está en la inversión en agua y en movilidad.

Todo el país se enteró del gravísimo problema de la sequía que padeció la ciudad durante 2023. Por otro lado, pocos están enterados del problema de movilidad. La firma de consultoría Inrix señala que Monterrey es la ciudad con el mayor problema de congestión en el país, con 116 horas perdidas al año en promedio por persona, ubicándose solo por debajo de Bogotá en América Latina. El impacto de la congestión tiene afectaciones económicas directas como retrasos en la logística y la pérdida de productividad. Sin embargo, el costo va más allá, incluyendo mayor contaminación y pérdida de calidad de vida.

El problema de movilidad tiene su origen en una histórica subinversión en infraestructura. Un capitalino se escandalizaría al saber que la capital industrial del país solo tiene tres líneas de metro, un sistema de autobuses confinado bastante limitado y que no hay un plan de vialidades equivalente a los ejes viales que el extinto Departamento del Distrito Federal construyera en los años 70. Sin embargo, el problema de infraestructura de la ciudad es más amplio. La modernización del sistema de transporte público, con un sistema de prepago integrado, rutas optimizadas y sistemas de control de tráfico, es una tarea que apenas ha comenzado y tardará años en consolidarse.

El clima regiomontano, con sus 40° a la sombra en verano, no es el mejor lugar para caminar. Sin embargo, la falta de infraestructura peatonal, incluyendo simples banquetas incluso en las zonas más exclusivas de la ciudad, es una constante. Un sistema de movilidad personal alrededor de la bicicleta, un programa al estilo Ecobici de CDMX, es un sueño muy lejano para la capital regia. La consecuencia es una ciudad construida alrededor del automóvil, con pocas alternativas de transporte público y un déficit de infraestructura importante.

¿Por qué la discusión de movilidad es relevante en el contexto del boom económico de Nuevo León? La bonanza puede atribuirse directamente al fenómeno del nearshoring. Las empresas, extranjeras y nacionales que buscan beneficiarse de esta tendencia, enfrentan cuellos de botella muy específicos: déficit en generación de transmisión eléctrica, capacidad de generación o bien demanda de talento con competencias técnicas muy claras. Resolver estos cuellos de botella podría tener un impacto relevante apuntalando el fenómeno y abonando a la bonanza.

Entonces, ¿dónde debería estar la prioridad de inversión del Estado? ¿En los cuellos de botella que enfrentan las empresas que se beneficiarían directamente del nearshoring? O ¿en problemas estructurales que padece la población como la movilidad? La respuesta es, en ambos; sin embargo, no todo debería hacerlo el gobierno.

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Si finalmente Tesla termina ubicándose en Monterrey, el Sr. Musk debería ser capaz de pagar por las inversiones que demanda su planta: tratamiento de agua, generación de electricidad, accesos carreteros, por citar algunos. La labor del gobierno tendría que centrarse en coordinar estos esfuerzos y establecer los mecanismos financieros y normativos para canalizar las inversiones. La inversión en asociación público-privada es el mecanismo ideal para que Tesla, o cualquier otro inversionista, colabore con el gobierno en superar los cuellos de botella que enfrenta.

Por otro lado, es crucial reconocer la importancia de abordar problemas estructurales como la movilidad, donde la intervención pública es indispensable. Un sistema de transporte eficiente y accesible beneficia no solo al sector privado, también eleva la calidad de vida de toda la población. Si Monterrey desea que el boom del nearshoring se consolide como un catalizador de cambio social y económico duradero, debe desarrollar una estrategia que integre inversiones públicas en áreas críticas, como el transporte público, y establecer colaboraciones público-privadas con las empresas que está atrayendo, para superar los cuellos de botella existentes.

Monterrey se posiciona como punta de lanza en el fenómeno emergente del nearshoring, estableciendo un modelo que podría extenderse al resto del país en los próximos años. Los estados del Bajío, el Valle de México y Yucatán, por ejemplo, tendrían que mirarse en el espejo de Nuevo León y comprender que una estrategia de atracción de inversiones basada en el aprovechamiento del nearshoring no debe, de ninguna manera, desviar inversiones públicas críticas a proyectos que podrían ser cubiertos por el sector privado. A medida que Monterrey avanza hacia un futuro influenciado por el nearshoring y una creciente demanda de infraestructura, es fundamental que las políticas públicas y las inversiones estén estratégicamente alineadas para fortalecer tanto el crecimiento económico como la calidad de vida de sus habitantes.

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Nota del editor: Roberto Durán Fernández es profesor investigador en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey. Ha sido consultor en temas relacionados con el desarrollo económico y el financiamiento sostenible de infraestructura para el Banco Mundial, BID, CAF y ONU, entre otros entes multilaterales. Síguelo en X (@DrBobDuran ) y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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